La Habana/Este Diario aprovechó la “única oportunidad” que la Armada rusa ofreció a los cubanos para visitar el casco de la fragata Gorshkov. El barco, de 135 metros de eslora, está fondeado en el puerto de La Habana junto al submarino nuclear Kazán, al que también se puede acceder. Bajo la llovizna y el viento, una cola de cientos de personas esperaba su turno para subir al casco del barco o atravesar las escotillas del submarino.
Ambos barcos llegaron a la isla el 12 de junio como parte de un destacamento naval ruso, cuyo viaje ha causado revuelo internacional. Los paraguas se alineaban en la barandilla del puerto mientras la cola, sin la menor prisa, avanzaba. Al mediodía, cuando la lluvia empezó a arreciar, nadie se atrevía a caminar por el suelo. Kazán.
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Hubo bastantes deserciones. Ante la kilométrica lista de espera, muchos abandonaron el muelle y buscaron refugio en los portales cercanos. Madres con sus hijos, ancianos, viejos combatientes y jóvenes esperaban la señal de uno de los tres policías que abrían y cerraban el paso al barco. Entre los curiosos se movían varios agentes vestidos de civil y con solapas.
A la una de la tarde, el aguacero sacudió la cohesión de la cola. Para muchos llegó el final de la espera y cruzaron corriendo la avenida. Desde lejos, el intenso gris y la lluvia que parecen dominar la bahía este sábado combinaban mucho mejor que el sol tropical con los barcos rusos.
Sin poder abordar la fragata, cuyo potente cañón A-192 Armat apuntaba al castillo del Morro, un anciano se consolaba con la nostalgia. “Creo que estoy en una película soviética, de esas en blanco y negro que nos mostraban en los años 80”, dijo señalando la silueta de un hombre solo con una actitud estoica ante el imponente submarino, bajo la cortina de el aguacero.
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