Sandra Gamarra, aires de cambio en el pabellón español de la Bienal de Venecia: “Deberíamos pedir disculpas por el colonialismo”

Sandra Gamarra, aires de cambio en el pabellón español de la Bienal de Venecia: “Deberíamos pedir disculpas por el colonialismo”
Sandra Gamarra, aires de cambio en el pabellón español de la Bienal de Venecia: “Deberíamos pedir disculpas por el colonialismo”

Hay monumentos en el mundo a héroes y heroínas desconocidos en España. En Lima se encuentra la estatua de piedra de Micaela Bastidas Puyucahua, descendiente de indígenas y africanos que, junto a su esposo, Túpac Amaru II, encabezó las revueltas contra la dominación española en 1780. Fue capturada con su familia, ejecutada a garrote y luego desmembrado. Muy pocos españoles conocen a Micaela Bastidas, figura de la independencia del Perú en cuya biografía se entremezclan historia y leyenda. Su monumento forma parte de un conjunto de 12 procedentes de América Latina y Filipinas, antiguas colonias hispánicas, que la artista peruano-española Sandra Gamarra Heshiki (Lima, 52 años) ha reproducido en pintura sobre metacrilato. Ellos constituyen el jardín de inmigrantes, la última sala del pabellón español de la próxima Bienal de Arte de Venecia, que se abrirá al público el 20 de abril. Se trata de un espacio al aire libre al que se llega tras recorrer un supuesto museo, y en el que aparecen personajes muy distintos a los que aparecen. En la historia occidental se honran los libros. La idea es proponer un cambio respecto a la cultura que nos ha llegado a través de estos textos. Un paso hacia la descolonización. “Lo cual no quiere decir una manera de pensar que, aunque diferente, también sea única”, advierte Sandra Gamarra. “Se trata de convivencia”.

En su estudio de Madrid, dos meses antes de la inauguración, trabaja incansablemente. Para la entrevista, Gamarra interrumpe su trabajo con tres asistentes y se sienta en el otro extremo del estudio junto a Agustín Pérez Rubio (Valencia, 51 años), el comisario del pabellón. Ambos ya habían colaborado hace tres años en la exposición Buen gobierno, de la Sala Alcalá 31, perteneciente a la Comunidad de Madrid, que ofendió a muchos por su denuncia del colonialismo español en el continente americano. A pesar de que el Gobierno regional había censurado varias palabras del texto de la sala, entre ellas “racismo”, “restitución” o “conflicto”. “¡Conflicto! ¿Te imaginas?”, sigue sorprendido Pérez Rubio.

En algunas de sus pinturas basadas en escenas virreinales, Gamarra inserta recortes de prensa contemporáneos para resaltar supervivencias coloniales.Sofía Moro

Galería de arte migrante, el nuevo proyecto conjunto de artista y comisario, propone un modelo diferente de museo, habitado por pinturas realizadas por Gamarra a partir de otras pinturas preexistentes encontradas en distintas colecciones públicas y privadas del territorio español, y donde se revelan sus principios colonialistas. Un tema espinoso, como lo demostró la respuesta hostil de algunos sectores cuando el ministro de Cultura, Ernest Urtasun, anunció en enero su deseo de descolonizar los museos nacionales. Alzaron la voz los que mostraban un miedo repentino ante la decadencia de nuestro patrimonio artístico, y los negacionistas que afirmaban que España nunca tuvo colonias, sino “virreinatos”.

“Si lo que había era una serie de pueblos en igualdad de condiciones, como dicen, ¿dónde estaban los indígenas en la corte española?” Pregunta Pérez Rubio. “Y no olvidemos la explotación de aquellos indígenas en las minas de Potosí, sólo comparable a la que hizo la dictadura franquista en la construcción del Valle de los Caídos”. Estas inmensas minas de plata ubicadas en Bolivia, que los españoles extraían con mano de obra local semiesclavizada, son aludidas en la primera obra del pabellón, que reproduce un cuadro del pintor potosino Melchor Pérez Holguín procedente de las colecciones del Museo de América. en Madrid. . “Bueno, si lo prefieres, les llamamos virreinatos, pero las condiciones eran básicamente las mismas que en cualquier otra colonia, y documentos como el primero Nueva crónica y buen gobierno, de Felipe Guamán Poma de Ayala”, continúa. “Como español creo que deberíamos disculparnos por el colonialismo. Y como peruano también, porque dentro del propio Perú se mantiene la visión colonial, que para muchas culturas que aún la padecen no es sólo cosa del pasado”. Pérez Rubio añade: “Que tanta gente se sienta incómoda con la exigencia de pedir perdón revela la continuidad de esa mentalidad colonial basada en el privilegio. Lo que muchos temen es que les quiten ese privilegio. Pero, cuando hablamos de descolonizar museos, sobre todo hablamos de escuchar. “De la importancia simbólica de unos hechos que deben ser compartidos y tratados en igualdad de condiciones con los que conocíamos, porque hasta ahora sólo ha habido una forma de contar la historia”.

Agustín Pérez Rubio y Sandra Gamarra, comisaria y artista del pabellón de España en la Bienal de Venecia.Sofía Moro

Ciertamente, cuando se abre el debate sobre la descolonización de las instituciones, parece asumirse que ello sólo implica el regreso a sus países de origen de las piezas obtenidas a lo largo de la historia gracias a una posición dominante como metrópoli. La cosa es más compleja, según Gamarra: “Cuando pedimos la restitución, mucha gente piensa que estamos hablando de devolver las joyas de la corona. Pero en realidad eso sería lo más fácil. ¿Cómo restauras el agua de los ríos que has contaminado o el aire que contribuyes a ensuciar todos los días?

Las interrelaciones entre el colonialismo y la crisis climática también aparecen en varias de sus pinturas para el pabellón. El pensamiento colonial no sólo implica la explotación de los seres humanos, sino también de los recursos de la tierra, bajo principios típicamente occidentales alentados por la religión. “No tengo nada en contra del catolicismo, con el que me he reconciliado recientemente, pero en él está el mandato de que el trabajo dignifica al hombre”, explica Gamarra. “Entonces, para empezar, sin trabajo no éramos dignos. Y el descanso está mal visto: de ahí esa idea tan difundida del indio holgazán, porque no entiende que hay que estar siempre trabajando la tierra, proveedor constante de recursos”. El artista no quiso limitar el alcance del mensaje al continente colonizado, sino que lo aplica también a la potencia colonizadora a través de imágenes de pueblos de la llamada España vaciada que remiten a paisajes del Romanticismo: “También me interesaba traer España al pabellón, porque sino parece que todo este problema migratorio y extractivo pasa fuera, cuando en realidad también está pasando aquí”.

Gamarra y sus dos asistentes preparan la exposición que se verá en la Bienal de Venecia.Sofía Moro

Desde que Gamarra fue elegido por un jurado para representar oficialmente a España en Venecia, han surgido críticas dentro del sector por el hecho de que el artista no haya nacido en el país -es la primera vez que esto sucede- y por la supuesta falta de nombres. Los españoles en la selección del comisario brasileño Adriano Pedrosa para Stranieri Ovunque (“extranjeros en todas partes”), la exposición central de la Bienal, donde la mayoría de artistas provienen del llamado sur global. A pesar de que Sandra Gamarra vive en España desde hace más de dos décadas y que en 2015 obtuvo la doble nacionalidad. Y aunque entre los artistas elegidos por Pedrosa se encuentran Teresa Margolles (nacida en México, residente en Madrid), la argelina Lydia Ourahmane (que vive entre Argelia y Barcelona), y el histórico Alejandro Obregón (originario de Barcelona, ​​desarrolló su carrera en Colombia) y Aligi Sassu (milaneses trasladados a Mallorca). Además del político y artista visual Marcelo Expósito (Puertollano, Ciudad Real, 57 años), que participa junto a otros autores internacionales en el proyecto del vídeo Archivo de desobediencia, sobre las luchas globales contra el neoliberalismo. En una videollamada desde Milán, donde pasa unos meses como profesor invitado en la Nuova Accademia di Belle Arti, Expósito defiende la elección de Gamarra: “Pocas veces antes me había identificado tanto con un pabellón español en Venecia. “Me siento honrado de participar en la misma Bienal donde Sandra y Agustín van a hacer historia a contracorriente, resaltando las bases coloniales de los relatos de identidad española y europea”.

Vale recordar que la propia Bienal de Venecia fue concebida en 1895 como un artefacto propagandístico del que aún sobrevive la estructura de pabellones nacionales, los más importantes pertenecientes a las potencias coloniales de la época, como Reino Unido, Holanda, Bélgica, Italia. , Francia y España. Ofrece una foto fija de ese poder geopolítico que hoy puede considerarse obsoleto, particularmente para un evento que intenta reunir las expresiones artísticas más innovadoras del mundo. “Lo interesante es que esta estructura tan rígida se está volviendo porosa gracias a los propios países y a sus artistas”, explica Pérez Rubio. En la edición anterior, Países Bajos cedió su pabellón en la giardini Venecianos a Estonia. Este año, el mismo espacio lo ocupará un colectivo de trabajadores de plantaciones de la República Democrática del Congo, en relación con el centro de arte White Cube, inaugurado en Lusanga por el artista holandés Renzo Martens. Y el pabellón brasileño ha sido rebautizado por la artista y activista Glicéria Tupinambá como Hãhãwpuá, porque así conocen los pueblos indígenas pataxó el territorio del país. Hay gestos más radicales que dedicar el pabellón nacional a un creador de una antigua colonia.

Cuadro de la serie ‘Máscaras de Mestiza’, realizado expresamente para la sala 3 del pabellón de España en la Bienal.Sofía Moro

De hecho, Sandra Gamarra, que recibió una formación artística muy clásica en su país natal, se define como una “pintora occidental”. “Con esto permito que existan otro tipo de artistas”, explica. “Porque si digo que soy sólo un artista, parece que mi práctica es algo a lo que todos deberían aspirar”. Se identifica con la noción del extranjero que es extranjero allá donde va, desarrollada por Adriano Pedrosa en su exposición: “Entiendo ser extranjero como una mezcla, como vivir en un cuerpo donde conviven diferentes sensibilidades. Mi madre es de ascendencia japonesa. Mi abuelo materno llegó al Perú cuando tenía 16 años y allí se casó con mi abuela, que también era de padres japoneses. Mis otros abuelos eran él de las montañas del Perú y ella era mestiza, tal vez de padre morisco y madre andina. En fin, mi padre es mestizo y mi madre es nikkei”. En honor a ella, decidió hace unos años comenzar a usar su apellido materno, Heshiki, que ella había omitido antes.

El museo Pinacoteca migrante propone una transición hacia una convivencia luminosa que mira hacia el futuro, pero sin dejar de lado la oscuridad del pasado y presente colonial. Antes de llegar al jardín exterior, el visitante pasará por las habitaciones. Salvaje (con pintura de paisaje), Gabinete de extinción (sobre el extractivismo colonialista), Gabinete ilustrado sobre racismo (sobre las intersecciones entre colonialismo, clasismo y racismo) y la Retablo de la naturaleza moribunda (donde la clásica naturaleza muerta se convierte en una forma de criticar la sobreproducción capitalista). Varias de las obras incorporan citas de autores contemporáneos, como Paul B. Preciado, Françoise Vergès o Yayo Herrero. Pero, en un caso, el texto pertenece a la persona representada. En el reverso del cuadro realizado a partir del monumento a Micaela Bastidas están las palabras que pronunció mientras se preparaba para su ejecución: “Por la libertad de mi pueblo he renunciado a todo. “No veré a mis hijos prosperar”.

 
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