Además, sugiere que el avance tecnológico y la innovación médica presentan nuevas oportunidades para los profesionales de la salud, abriendo vías hacia la investigación y el desarrollo que antes no existían.
A medida que la inteligencia artificial avanza, se vuelve más sofisticada en tareas como diagnosticar enfermedades, interpretar imágenes médicas o incluso realizar determinados procedimientos quirúrgicos. Surgen preocupaciones de que pueda reemplazar o reducir la necesidad de profesionales humanos en ciertas áreas.
Otro riesgo importante es la posible dependencia de la tecnología, que podría conducir a una devaluación de las habilidades clínicas y del juicio humano. El uso inadecuado o el exceso de confianza en las capacidades de la IA sin una verificación y supervisión adecuadas por parte de profesionales podría provocar errores de diagnóstico o terapéuticos.
Además, la aplicación de la IA en la atención sanitaria plantea cuestiones éticas complejas, como la responsabilidad por los errores médicos cometidos con el uso de la IA y la equidad en el acceso a tratamientos impulsados por tecnología avanzada, lo que podría exacerbar las desigualdades. en salud.
Sin embargo, es importante destacar que, hasta la fecha, la inteligencia artificial se considera principalmente como una herramienta que complementa las habilidades de los profesionales sanitarios, mejorando la eficiencia y precisión en su trabajo, más que como un sustituto directo.