El boxeador cubano William Scull no olvida el momento que cambió el curso de su vida: la difícil decisión de dejar a su país natal para perseguir un sueño que lo llevó a cuadriláteros internacionales. Hoy, en las puertas de una lucha crucial contra el mexicano Saú “Canelo” Álvarez, el luchador recuerda con emoción y firmemente sus comienzos lejos de casa.
“Fue muy difícil dejar a mi familia en Cuba. Pero para lograr un objetivo tan grande, debes estar dispuesto a hacer sacrificios. En el boxeo, como en la vida, no hay logros sin renuncias”, dijo Scull en una entrevista reciente.
Con 32 años, el Matancero emprendió un viaje incierto que lo llevó primero a Argentina, donde comenzó su carrera profesional. Agradecido a El País que lo recibió, Scull destaca la solidaridad que recibió de sus primeros pasos fuera de la isla.
“Argentina era clave para mí. Abrieron las puertas, encontré apoyo humano y deportivo, y tengo enlaces que todavía mantenía. También me convertí en fanático de River Plate, un club con historia y garra, como el boxeo en sí”, dijo entre risas.
Actualmente establecido en Berlín, Alemania, Scull ha consolidado su carrera en el circuito europeo, permaneciendo invicto y posicionándose como un retador serio en la categoría de los supermedianos. Nacido el 6 de junio de 1992, el cubano ha aprendido a sobrevivir y a sobresalir en contextos extranjeros, impulsado por la promesa que se hizo a sí mismo cuando cruzó el mar.
-“La clave es no rendirse. A veces uno quiere tirar la toalla, pero si te aferras a tus metas y trabajas todos los días con disciplina, lo imposible se vuelve alcanzable”, dijo el boxeador, que ahora aspira a convertirse en un campeón mundial.
Su historia es la de tantos atletas cubanos que, frente a las limitaciones dentro de la isla, optan por la difícil ruta del exilio. Pero Scull no se queja. Por el contrario, convierte cada experiencia en motivación para avanzar.
Mientras se prepara para el mayor desafío de su carrera contra el Canelo Álvarez de Multi -Champion, William Scull representa más que un talento de boxeo: es el símbolo de una generación de atletas que buscan libertad y reconocimiento fuera de sus bordes.
“Cada vez que subo al ring, siento que represento no solo a mí, sino a todos aquellos que algún día se vieron obligados a dejar atrás lo que les encantaba luchar por un futuro mejor”, concluyó.