¿Te imaginas haber conocido a un futuro papa porque su libro fue pirateado? Eso fue exactamente lo que le sucedió al Dr. Rodrigo Guerra, hoy Secretario de la Comisión Pontificia para América Latina.
Era 2006 cuando descubrió que un editorial en Argentina había publicado una versión no autorizada de una obra suya. La portada era diferente, el diseño también, pero el más inusual fue descubrir que el prólogo fue firmado por el entonces arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio.
Sí, Lo mismo que años después sería elegido como el Papa Francisco.
“Quería exigirlo, por supuesto”, recuerda con una sonrisa. “Pero me recomendaron hablar con él, mejor, no fue terminar en el infierno por traer al futuro pontífice”.
Desde entonces, Rodrigo y Jorge Mario, o más bien, el Dr. Guerra y el Papa Francisco— sTenían una relación cercana, fraterna, espiritual, pero también divertida.. Ahora, la broma es constante en la voz de la guerra, pero también lo es la ternura con la que le dice esa amistad inesperada.
“Inmediatamente revirtió y generó la broma, nos hizo reír en absoluto con sus ocurrencias. Siempre fue transgresivo, comprensivo y un hombre de una pieza. Admirable“, Dijo.
En una ocasión, cuando cruzaron un momento tenso en el Vaticano y las presiones eran frecuentes, Guerra se atrevió a liberar una frase imprudente: “Santo Padre, ¿cómo puedes estar tan tranquilo en el medio de este circo?”
El Papa, sin levantar la voz, la tomó por el brazo, lo miró con una sonrisa y dijo: “Necesitas rezar mucho, ¿verdad?”
-Este era Francisco: sereno, incluso en el caos, humano, pero profundamente espiritual; y muy consciente de los dolores del mundo.
México fue un tema recurrente en sus conversaciones. “Se sorprendió cuando compartí que entre 90 y 100 personas son asesinadas actualizadas en nuestro país. Le dolió, lo llevó a la oración. Siempre pensé en la Virgen de Guadalupe como un consuelo para los que sufren“.
Hoy, mientras que la Iglesia Católica cruza el delicado proceso de vacante, Rodrigo Guerra tiene una de las responsabilidades más importantes en el mundo religioso: junto con otras secretarias, argumenta la administración ordinaria del estado del Vaticano, mientras que los Cardenales se preparan para elegir un nuevo pontífice.
“Tan pronto como el Papa muere o renuncia, todo está suspendido. Y la administración cae sobre nosotros”, explicó.
Pero en medio de esta responsabilidad titánica, hay espacio para recordar. Sonreír. Bromear, por última vez, sobre el libro que nunca pagaron.
“Santo Padre”, dijo una vez, “me debes regalías por ese libro pirata”. Y Francisco respondió, con la misma travesura: “No te equivoques. El que tiene que pagarme regalías eres tú. ¡Tienes un libro extendido por un Papa! Seguramente venderás mucho. Tienes que pagarme“.
La anécdota vive, la risa también y la amistad, como las verdaderas, no termina la muerte. Tal vez se pagan regalías allí, pero por ahora, Rodrigo Guerra se queda con el privilegio único de haber conocido, amado y reído con el Papa.
LP