En defensa del partido – .

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Por razones que no entiendo del todo, aunque Metempsicosis, El libro más reciente de Rodrigo Rey Rosa se puede conseguir en copia física en muchos de los países donde tiene oficinas su editorial, aquí donde vivo apenas se puede acceder a la copia electrónica (no en todas las librerías).

Sí, las líneas anteriores son una especie de reclamo, por parte de los restantes lectores literarios: entiendo que los editores (contra sus editores, derrotados por los departamentos de marketingcuyo objetivo inconsciente parece ser la extinción del lector que no se presta a lecturas intrascendentes, sino de provecho inmediato) trabajan según compromisos indescriptibles, pero no entiendo que no se celebre la aparición de un nuevo libro del autor guatemalteco. , en todas partes, como una fiesta

Entre otras razones, la sorpresa

Hace un par de semanas, en una mesa del festival Centroamérica Cuenta, hablando de inteligencia artificial, algoritmos y avisos, quedó claro que uno de los problemas de la realidad actual es la aniquilación de la sorpresa: el embudo del gusto se convierte en un vector inalterable y el deseo, desgraciadamente, da paso a lo ya deseado. ¿Te gustan los perros amarillos? Lo sabrás todo sobre los perros amarillos, pero nunca verás un perro azul… y mucho menos un gato, sea del color que sea… ¡y olvídate de los pájaros! El mundo que está surgiendo, sin embargo, trae el impulso que nosotros, sus creadores últimos, le hemos dado, en todos los espacios, órdenes y niveles.

En lo que aquí nos concierne, que son libros, es decir, escribir, editar y leer, las cosas no han sido tan diferentes; No somos, quiero decir, una excepción, aunque nos encantaría pensar que: durante las últimas décadas, poco a poco, en la mayoría de las editoriales, ya sean grandes grupos o independientes, parecen han decidido que sus autores serían mejores en la medida en que fueran más predecibles o, al menos, en la medida en que no sorprendieran (esta previsibilidad, por supuesto, no se refiere sólo a lo que se cuenta, es decir, a las historias, sino también a la forma en que se cuentan). en el que se cuenta, o sea, al lenguaje): “Menganito regresa al territorio del que nunca salió”, “Perenganito sigue con la forma de contar que nos enamoró”. En este sentido: ¿quién quiere celebrar una fiesta por la aparición de la última novela de un autor que rechaza tal previsibilidad?

Rodrigo Rey Rosa es siempre una rebelión, una rebelión contra las historias que ha contado antes y también contra las formas que ha utilizado: sabe, comprende, bien (además de aferrarse al único derecho inalienable que todo gran escritor debe poseer, es decir, ser un escritor diferente en cada libro), que no hay nada más importante que la sorpresa. Y esto, la sorpresa, no sólo debería asaltar al lector y desesperar al editor, sino que debería ser el combustible supremo de la escritura. ¿Qué escritor puede sentirse o llamarse escritor, si escribe con los modos de lo ya hecho, es decir, si no descubre las historias una y otra vez, si no reconquista la lengua una y otra vez?

‘Metempsicosis’

Metempsicosis, lLa novela más reciente de Rey Rosa, donde la forma es un caleidoscopio en llamas; donde un personaje, que luego se convertirá en dos, es narrado en primera persona, pero también en tercera persona; donde el rompecabezas se arma con piezas de metaficción, novela negra o ensayo clínico, o donde el tejido de la realidad se deshace en los bordes, para ser anudado con los hilos, también desatados, de la locura—, es, al menos para mí, un Fiesta que debería ser global, por lo dicho, es decir, porque sorprende en su conjunto y también en cada página, pero, sobre todo, porque es bonita.

En Metempsicosis La historia es hermosa: un hombre que no recuerda se enfrenta al manuscrito que escribió antes de perderse en los pasillos de su mente, un manuscrito que también parece contarle, no sólo como ser sino también como personaje, y no sólo como un hombre de razón, también de espíritu -y el lenguaje es hermoso- en cada uno de los escritos de Rey Rosa, las palabras nacen en un nuevo sentido, como si por estar ahí, en lo que cuenta, significaran algo más y sonaran a música. . nuevo-.

“Es el mejor escritor de mi generación”, escribió Roberto Bolaño, como casi todo el mundo sabe –excepto, quizás, la gente de marketing de las editoriales– sobre Rey Rosa. Lo que menos saben es que el escritor chileno también escribió, sobre el guatemalteco: “leerlo es siempre como aprender a escribir”. Y, por supuesto, uno sólo aprende de lo que no sabe, de lo que nunca antes ha leído.

Así que perdonaréis la insistencia, pero repito: Metempsicosis —novela en la que el tiempo se pliega de modo que uno cree estar en un agujero de gusano que une a Pitágoras con el Papa Bergoglio, a los wazaries con mendigos inmortales y átomos de cargas opuestas, y a las víctimas del deseo con los habitantes de un campo de refugiados—es una fiesta.

“Si no fue una mera coincidencia lo que lo llevó a esa ciudad ese otoño, ¿qué fue? Si uno no era capaz de inventar su propio Dios (escribiendo, por ejemplo: Dios es lo más pequeño que puede existir en cualquier Mundo) – razonaba – tampoco era digno de tenerlo. En rigor, lo que no se merece no se puede poseer. Si hay lugar para un Dios, ¿no hay lugar para todos los dioses? Si el espacio es infinito y puede seguir expandiéndose, ¿son posibles todos los dioses que inventamos?

Coordenadas

Metempsicosis, Como el resto de la obra de Rodrigo Rey Rosa, se encuentra en la edición Alfaguara.

 
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