Un colombiano en la Feria del Libro de Madrid

Un colombiano en la Feria del Libro de Madrid
Un colombiano en la Feria del Libro de Madrid

Varias personas pasan la mañana en la 83ª edición de la Feria del Libro, en el madrileño Parque del Retiro, que permanecerá abierta hasta el 16 de junio.

Foto: EFE – Borja Sánchez-Trillo

La Feria del Libro de Madrid simplemente tiene algo especial. Y después de visitar varios de estos festivales literarios en diferentes países, sigo considerando que éste está sin duda un paso por encima de los demás por su sencillez orgánica y el entendimiento práctico de que los verdaderos protagonistas de este tipo de celebraciones son los lectores y no los editores. Un ideario que traslada el centro logístico de la organización del espectáculo pirotécnico de las grandes editoriales a la búsqueda de una experiencia cercana al consumidor que potencie el verdadero propósito de la feria: promover la cultura vendiendo muchos libros por el camino.

La primera decisión estructural sobre la mesa de diseño es ya una contundente declaración de intenciones sobre lo que se pretende, ya que el lugar elegido año tras año para acoger este evento es siempre el Parque de El Retiro, con diferencia el más céntrico y concurrido de la zona. ciudad. La entrada, lógicamente, es gratuita al tratarse de un recinto público. Se elimina así el primer obstáculo económico a la compra de libros, que ya son lo suficientemente caros como para gravarlos con una tasa extra y, además y de forma muy subliminal, se fomentan las visitas repetitivas, que es uno de los ejes principales del Madrid. propuesta.

Pero ¿por qué es vital que el lector pueda volver a la Feria del Libro varias veces? Porque el verdadero motor de esto, curiosamente, no son los libros en sí, sino los autógrafos de sus autores. No es de extrañar, pues, que a lo largo de sus 17 días y en sus 350 stands se realicen casi 7.000 sesiones de firma de ejemplares con bolígrafos de todo tipo, desde ganadores de renombre internacional hasta corredores de apuestas, porque ahí reside el factor diferenciador que lo hace tan espectacular: la vulgarización del escritor que lo transforma en una figura de proximidad, alejada de los reflectores incandescentes y las pomposas tarimas. Allí, sentado en una aleatoria silla de plástico, atendía personalmente a cada comprador de su literatura, como cualquier hijo de vecino.

Este fin de semana, por ejemplo, cualquiera que se pasara por allí a la hora de comer podría tener, a pocos metros de distancia, simultáneamente y con el único peaje de la cola, a Sergio del Molino (Alfaguara 2024), Luis Mateo Diez (Cervantes 2023), Eva Baltasar (finalista Internacional Booker 2023), Sonsoles Ónega (Planeta 2023) o Patricio Pron (Alfaguara 2019); varios superventas como Rosa Montero, Luis Landero, Blue Jeans o JJ Benítez; además de algunos otros autores de nicho mucho menos publicitados que, sin amilanarse, también presumían de colas de fans que se perdían en la distancia, adentrándose en lo más profundo del parque.

Y así, sin complicarse demasiado la vida, con un despliegue visualmente modesto, pero comercialmente demoledor, la Feria del Libro de Madrid sigue batiendo récords de ventas y asistencia con cada nueva entrega. ¿Porque? Porque sus organizadores lo entienden todo, saben lo que quieren los lectores y no escatiman esfuerzos para, una vez más, junio tras junio, entregárselo.

 
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