14 de marzo de 202316:32
Carlos Pedro Blaquier vivía en un piso de la calle Basavilbaso. Pasaba los fines de semana en Nordelta, en una casa que le había regalado a su mujer, Cristina Khallouf, en el barrio Castores, sobre la laguna. Sin embargo, su gran creación, uno de sus mayores orgullos, fue La Torcaza, una imponente mansión en Las Lomas de San Isidro en la que nunca vivió.
No es un secreto, sería imposible ocultarlo: desde la calle Sucre, entre Jacinto Díaz y Nicolás Avellaneda, detrás de un ligustro que se extiende a lo largo de toda la manzana, asoma la imponente construcción de ladrillo visto con techos de pizarra negra. A través de Google Earth se perciben mejor sus proporciones: es enorme, el terreno sobre el que se extiende el jardín y la casa, de 21.650 metros cuadrados, parece duplicar el tamaño de todo el barrio cerrado contiguo.
La Torcaza es una casa de relaciones públicas: ninguno de los Blaquier vive ni vivió allí. Ni siquiera Carlos Pedro, su creador, quien dirigió su construcción y estuvo en el último detalle. La mansión fue concebida como un club privado, un lugar para recibir amigos, organizar reuniones sociales y también almuerzos de trabajo, además de los clásicos conciertos.
El diseño, los planos, tomó dos años. La ejecución de la obra, 18 años más. Carlos Pedro dijo: “Cuando comenzó esta aventura yo tenía 50 años, y cuando terminó había llegado a los 70. O sea, dediqué gran parte de mi vida a este trabajo y por eso está muy ligado a mí. .” Los planos llevan la firma del arquitecto Fernando Rueda.
La Torcaza no tiene “calor de casa”. El mármol está presente en toda la mansión: suelo, paredes, bañeras, mesas… incluso en la cama del dormitorio principal. Usó 26 variedades de canicas que trajo de Italia, Grecia, Turquía, Bélgica y Sudáfrica, además de otros 6 tipos de piedras. Carlos Pedro la concibió como “una obra de protesta contra la cultura de lo desechable”. Precisamente, en una de las paredes exteriores de la casa, junto a una chimenea exterior, hizo colocar una placa donde dejó grabado en bronce su deseo: dice, en otras palabras, que La Torcaza nunca se debe vender, que se debe mantenerse como un templo. El fideicomiso que administra su patrimonio es responsable de llevar a cabo su voluntad.
En un poema que escribió el 1 de diciembre de 1997, Carlos Pedro Blaquier explica cómo eligió el nombre de la propiedad:
Paloma de veloz vuelo,/ gris perla son tus colores,/ paloma de nuestra pampa,/ paloma de mis amores.//
Cuando oscurece la tarde/ y sólo grita la matriz,/ cruzas rápido el espacio/ de vuelta al gallinero.//
Canción de cuna de las horas de la siesta,/ amores primaverales,/ entre los pájaros del cielo/ para mí tú eres la primera.//
Por eso le pongo tu nombre/ a un hogar tan querido,/ un nombre que es femenino,/ un nombre de amante.//
Paloma de las taperas,/ la tierra amiga del hombre,/ has bautizado mi casa,/ te doy gracias por tu nombre.//
Paloma de nuestras tierras,/ paloma de nuestros cielos,/ tus alas son portadoras/ de mis mejores anhelos.//
La casa principal de La Torcaza tiene una superficie cubierta de 5.400 metros cuadrados. Los ambientes se distribuyen principalmente en ocho salas, una sala de música, dos vestuarios para la piscina y salones de recepción que llevan el nombre de las estatuas que los presiden.
Carlos Pedro Blaquier estaba tan orgulloso de su creación que mandó imprimir tres libros que, bajo el título “La Torcaza”, muestran la propiedad en detalle. Se los dio a sus amigos cercanos y también a sus invitados ocasionales. En la única foto que lo muestra con Cristina Fernández de Kirchner, Blaquier aparece entregándole un ejemplar de “La Torcaza”. También se pueden conseguir algunos ejemplares en internet, a través de Mercado Libre, con los más variados precios: desde 3.000 hasta 23.000 pesos.
Las imágenes de alta calidad están firmadas por el fotógrafo José Luis Rodríguez. El tercer volumen está dedicado exclusivamente a las esculturas que hay en la casa.