La Torre Eiffel es, quizás, uno de los monumentos más famosos y reconocidos de la ciudad de París, junto con Notre Dame o la pirámide del Museo del Louvre. Fue construido en 1889 y su objetivo era convertirse en el edificio más alto del mundo en aquel momento, con unos 300 metros de altura.
Fue diseñado para formar parte de la Exposición Universal de París de ese año y era una pieza de ingeniería especialmente peculiar para la época. Para construirlo se necesitaron las ideas y la constancia de ingenieros y arquitectos, así como el material adecuado para hacerlo resistente.
Los encargados de la obra consideraron varios materiales a la hora de construirla. Sin embargo, decidieron hacerlo todo de hierro. Pero esto tenía un grave problema: este metal es propenso a la corrosión y oxidación, y eso puede provocar el colapso de la estructura.
Seguro que muchos se han fijado en un detalle que llama la atención: la Torre Eiffel tiene casi 135 años y nunca se ha oxidado. El secreto está en el cuidadoso mantenimiento que se realiza con frecuencia, según informan geopop, y que consiste en pintar periódicamente la torre. De hecho, fue el propio Gustave Eiffel quien aseguró que “identificar y detener la propagación del óxido es el mayor desafío para su longevidad”.
El truco de repintar con frecuencia
La solución para evitar la oxidación en este monumento es realizar un mantenimiento exhaustivo aproximadamente cada 7 años. Está formado por un equipo de pintores especializados que suben a la torre con arneses y pintura antioxidante.
Desde su construcción en 1889, la Torre Eiffel ha sido pintada un total de 20 veces y, al igual que el primer día, todavía se hace a mano. La clave es raspar la pintura existente, limpiar bien la superficie y agregar la nueva capa de pintura. Este proceso requiere 60 toneladas de pintura y entre 15 y 18 meses.
