Estamos en un momento en el que el ciudadano está solo y no encuentra apoyo

Primer día de rebajas y el público acude en gran número a unos grandes almacenes de la catedral. La gente entró como un torbellino y hubo un accidente. En la zona restringida al público del edificio, un guardia de seguridad interroga a un empresario. Al parecer tuvo alguna responsabilidad en lo ocurrido.

Ese es el argumento de Trajeuna obra escrita y dirigida por Juan Cavestany que reúne en el escenario Javier Gutiérrez y Luis Bermejo. El mano a mano entre los actores -definido como un montaje trepidante, asfixiante y hilarante al mismo tiempo en un duelo interpretativo clandestino- llega este sábado al escenario del Teatro principal. La actuación comenzará a las ocho de la tarde.

Gutiérrez no para. Hace unos días presentó la película Pájaros junto a Luis Zahera y este viernes se estrenó la serie Asunta, en la que el actor interpreta al juez del caso, el orense Vázquez Tan.

—¿Qué motivó la nueva versión?

—La demanda es un texto que recuperamos, creo que fue hecho hace unos doce años o más, por su vigencia porque la corrupción política sigue siendo relevante hoy. Entonces eran los casos del Valencia, sobre todo, y ahora es más de lo mismo. La muestra sigue manteniendo esa vigencia y actualidad que la convierten en una obra de referencia. Y Cavestany, que está genial, hizo las adaptaciones que consideró necesarias para esta nueva etapa.

—¿Siempre corrupción?

-S. Después de la pandemia, la soledad y la deshumanización de hace unos años de repente han vuelto a cobrar importancia. Y de eso trata la obra, toda ella filtrada por el humor más absurdo, que es seña de identidad de la casa.

—¿Cómo va la gira?

—Bueno, he de decir, sin falso pudor, que está teniendo mucho éxito. Estrenamos hace año y medio, más o menos, en Avilés y tanto público como crítica han quedado maravillados con esta producción que se caracteriza por las risas pero también por generar un poco de reflexión.

—¿Cómo estuvo el mano a mano con Luis Bermejo?

—Lo mejor de la gira. Siempre doy mucha importancia a mis compañeros de viaje. Date cuenta de que en las giras pasamos mucho tiempo juntos, más que con nuestra propia familia, y ese aspecto es vital. Además, Luis es uno de los grandes de este país, con un estilo peculiar y diferente que domina el drama, la comedia y lo que sea.

—La química funciona.

—Entre los dos, más el genio de Cavestany, logramos una obra que se organiza con cada vez más capas y mayor interés.

—Pedro Sánchez está en capilla para decidir si dimite o continúa. ¿La realidad supera a la ficción?

-Con ganancias. Este tipo de decisiones son un trampolín contra la tensión y la toxicidad en la que estamos inmersos, contra las fake news y esa trifulca que lo rodea todo. Estamos en un momento en el que el ciudadano está solo y no encuentra apoyo.

—El traje, Pjaros, Asunta… no para.

—Zahera es otro fantástico compañero de viaje y tenía muchas ganas de trabajar con él. Es impredecible, corre riesgos. Y aunque éramos viejos conocidos –nos conocimos hace años en Animalario– no habíamos trabajado juntos como en este proyecto. Sí, es cierto que tengo suerte porque más del 90% de mis compañeros de profesión no pueden vivir de su trabajo. Ser actor es un trabajo de alto riesgo.

—¿Siempre teatro?

-S. Ahí eres dueño del proceso y cada día es diferente. También hay que superar la prueba en cada actuación. Y si los puestos son débiles, hay que recargar las pilas. Además, la obra evoluciona con cada representación y no es la misma en su estreno que tres meses después. El cine y la televisión van muy rápido, pero ahí no tienes nada que decir: grabas mucho material y luego quien decide es el equipo de edición o la propia dirección. No controlas el proceso ni lo que saldrá.