‘El caso Asunta’ es más que sublime Candela Peña como Rosario Porto

‘El caso Asunta’ es más que sublime Candela Peña como Rosario Porto
‘El caso Asunta’ es más que sublime Candela Peña como Rosario Porto

Las series policiales reales, sobre todo cuando se basan en casos tan investigados y expuestos en los medios como el de Asunta Basterra, son una apuesta comercial segura. El público está a medio camino entre el chismoso y el estudioso de la condición humana (y de ese mal que, con un poco de suerte, se nos escapa en el día a día), así que El caso Asunta Debería funcionar como un tiro, al menos entre los suscriptores de Netflix en la península.

Pero, en términos creativos y artísticos, este tipo de proyectos son arriesgados porque es difícil no dejarse llevar por un morbo gratuito y sobre todo por el deber de aportar algo, de tener una lectura del horror que se apoye en hechos. Basta recordar un ejemplo tan reciente como El cuerpo en llamas: Como tenía tanto miedo a caer en los impulsos más básicos, ni optó por el thriller sexual que la promoción (y los propios hechos) auguraban, ni tuvo una visión estimulante de Rosa Peral y Albert López.

Este tipo de proyectos son arriesgados por si se dejan llevar por el morbo y si realmente tienen algo que decir sobre la delincuencia.

Por suerte para quienes esperaban El Caso Asunta, los creadores Ramón Campos, Gema R. Neira, David Orea Arribas y Jon de la Cuesta Olaizola sí aciertan al abordar la muerte de la joven Asunta, de 12 años, que fue encontrada muerto en una acequia cerca de Santiago de Compostela en septiembre de 2013 después de que sus padres, Rosario Porto y Alfonso Basterra, denunciaran su desaparición. La policía no tuvo que investigar a muchos sospechosos: los padres pronto fueron atacados.

En la miniserie de seis episodios, que quizás deberían ser menos, hay tres aciertos sobre todo. El primero es el sentido del escenario, que el director Carlos Sedes entiende cómo se debe rodar. Hay un tratamiento tradicional de escenarios que no pueden ser más reales, tanto por el trabajo de los localizadores como por la sensación del desgaste y la suciedad de lo cotidiano, de los stocks sin decorador, de la luz gris de una Galicia tan acostumbrada a los días nublados y a la humedad. Nos permite ver a Rosario Porto de Candela Peña y Alfonso Basterra de Tristán Ulloa desde un realismo que contribuye a retratarlos como personajes.

Iris Wu es Asunta en este hogar donde los principios morales más básicos se deforman.

MANUEL FERNÁNDEZ-VALDÉS/NETFLIX

Luego, entre esas virtudes, se encuentra una sublime Candela Peña, que entiende su tarea de meterse en la piel de otra persona sin caer en la sobreactuación en ningún momento. Hay que estar muy inspirado para meterse en una cabeza tan complicada como la de Rosario, que a día de hoy sigue siendo un interrogante, por su forma de caminar, su manera de hablar, su fachada de mosquito muerto, su inestabilidad, siempre. revelando su cacao mental. Mientras que otros explotarían expansivamente en momentos de crisis, Peña se encoge hasta convertirse en una bola psicológica.

Y, finalmente, el cuarteto de guionistas y creadores tiene una clara propuesta creativa en el retrato de los autores del asesinato de Asunta. Como en otros trabajos recientes, no ofrecen una versión definitiva de los hechos sino que exploran diferentes hipótesis, sobre todo basadas en las deducciones del juez instructor de Javier Gutiérrez o de los detectives tan instrumentales pero a la vez tan bien humanizados por María León y Carlos Blanco. Pero, incluso sin disipar todas las dudas del público, son hábiles al presentar a Rosario y Alfonso como dos personas extrañas. Realmente raro.

Habla de la construcción de realidades paralelas en la intimidad del hogar donde se deforman los principios éticos y morales más básicos.

El caso AsuntaMás allá de la curiosidad que rodea al crimen, nos enfrenta a esa incómoda realidad de que estamos rodeados de vecinos tan mundanos y reconocibles como extraños: personas a priori funcionales, que cumplen con los requisitos mínimos de la sociedad, pero cuyos procesos mentales nos son desconocidos. escapar y cometer actos de violencia imperdonables (que, en el caso de Asunta, comienzan antes del asesinato).

La serie, que comienza con el matrimonio Basterra-Porto, no habla precisamente del mal. Es aún más inquietante. Habla de la construcción de realidades paralelas en la intimidad del hogar donde, imperceptiblemente, se deforman los principios éticos y morales más básicos.

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