‘El Simpatizante’, el pulso y maestría del director de ‘Old Boy’ nos deja con la mejor serie en lo que va del año

‘El Simpatizante’, el pulso y maestría del director de ‘Old Boy’ nos deja con la mejor serie en lo que va del año
‘El Simpatizante’, el pulso y maestría del director de ‘Old Boy’ nos deja con la mejor serie en lo que va del año

“En Estados Unidos, se llama guerra de Vietnam. En Vietnam, se llama Guerra Americana”. Con este epígrafe, que revela la subjetividad del punto de vista, y el sonido de un proyector en movimiento que parece proclamar que toda memoria es ficción, comienza el simpatizante (HBO Max), el más cinematográfico y estimulante de lo que tenemos hasta 2024.

Ese partidario titular es conocido sólo como el Capitán (Hoa Xuande, una auténtica revelación), un hombre de “dos caras”, como él mismo se autodenomina, porque vive dividida entre sus múltiples dualidades. Mitad vietnamita y mitad francesa. Miembro de la policía secreta de Vietnam del Sur, topo de las fuerzas comunistas del norte. Refugiado vietnamita en Los Ángeles. Hablante de inglés en Vietnam. Y atrapado ideológicamente entre sus dos únicos amigos.

Cuando cae Saigón, al Capitán se le encomienda la misión de viajar con los refugiados a Estados Unidos para seguir espiándolos e informando al Viet Cong. Allí, en la Ciudad de los sueños, Está dividido entre sus lealtades originales y una nueva vida., en el que tiene tiempo para el romance (con una siempre brillante Sandra Oh a la que nos gustaría haber visto más). Disfruta de ciertos privilegios que entran en conflicto con su condición de refugiado y su misión como espía comunista. Contradicciones que le desagradan mucho menos de lo que le gustaría.

Al igual que la novela ganadora del Premio Pulitzer en la que se basa, la serie está estructurada como la Confesión que escribe, reescribe y vuelve a escribir. el protagonista en un campo de reeducación vietnamita de posguerra, porque “Todas las guerras se pelean dos veces. La primera vez en el campo de batalla, la segunda que recuerdo”.

Park Chan-wook (Decisión de irse, viejo) coshowrunner junto a Don McKellar (Anoche), y director de los tres primeros episodios, hace magia con los recuerdos del capitán, y el materialización del acto de recordartrasladando al lenguaje audiovisual los momentos en los que el Capitán rebobina sus pensamientos para contextualizar la información que ya nos había dado o para corregir un error u omisión, como quien tacha, edita o agrega información en los márgenes de una página.

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El pulso del cineasta surcoreano también es clave para definir con precisión el tono satírico de una historia que, pese a hablar de temas densos y serios como las consecuencias de la guerra, la colonización, el racismo, la violencia, los conflictos ideológicos y las crisis de identidad, va acompañado por un sentido del humor que a menudo es sardónico y otras veces muy tontopara señalar profundas y absurdas ironías de la vida.

A pesar de ser brillante sobre el papel, la elección de Robert Downey jr. Interpretar a varios personajes puede no agradar por igual o incluso expulsar a algunos espectadores de la narrativa.

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Su intención es representar los poderes establecidos de la entidad colonizadora que es Estados Unidos, algo que también funciona como una inversión del estereotipo racista de que “todos los asiáticos parecen iguales”, pero en la práctica puede ser un elemento de distracción, porque los el ganador del Oscar es Demasiado reconocible para ser “todos y cada uno de los hombres blancos”. Y se quiere demasiado a sí mismo.

Una de esas figuras arquetípicas tiene gran presencia en el cuarto episodio. Dirigido por Fernando Meirelles, y magistral en su juego con los formatos y el montaje, se centra en el rodaje de una película sobre la guerra de Vietnam en Los Ángeles. Downey Jr. interpreta al director de la película en cuestión, en un ejercicio metatextual de tantos niveles y capas que marearía si no fuera tan entretenido.

Un episodio que también nos recuerda que para muchos las principales referencias al conflicto de Vietnam provienen de la cultura popular, porque es una guerra reciente que no vimos en televisión ni en los periódicos, sino que en la pantalla de cine.

En los últimos tres episodios la dirección pasa a los británicos. Marc Munden (Utopía, el tercer día.), que tiene la responsabilidad de virar el tono en otra dirección y llevar gran parte de la narrativa al presente del Capitán en el campo de reeducación, donde el thriller de espías da paso a la verdadera tragedia de la guerra, de la la posguerra y las revelaciones de lo que el Capitán ha decidido no contarnos en un esfuerzo por reescribir su propia historia.

La propuesta visual de la serie, especialmente en su primera mitad, es un ejercicio de gramática audiovisual en el que la puesta en escena, el encuadre, el reencuadre, las transiciones y el montaje son un auténtico festín. Es la razón por la que se crearon los premios. La tinta indeleble con la que se fijan los aviones en la retina.

Estas decisiones estilísticas son tan contundentes que alguien podría decir que son pretenciosas si no nos dieron aún más de lo que pretendían, si no tuvieron vocación de disfrute, si no resignificaron lo visto y se prepararon como un contraste con lo que estamos a punto de ver. . Y si no fuera tan lindo saber que hay alguien con criterio y buen gusto tomándolos.

Si tenemos la suerte de ver dos series mejores que ésta en lo que queda de año, bienvenidas sean y tendremos suerte, pero el listón está muy alto.

Los nuevos episodios de ‘The Sympathizer’ están disponibles los lunes en HBO Max. Los últimos estrenos el 26 de mayo.

 
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