En un mundo donde la sostenibilidad y la durabilidad se están convirtiendo rápidamente en pilares del consumo consciente, los termos Stanley emergen no sólo como productos icónicos de conservación térmica, sino también como símbolos culturales que trascienden su propósito inicial.
Desde su invención en 1913 por William Stanley Jr., estos contenedores han revolucionado la forma en que conservamos nuestras bebidas a la temperatura deseada, combinando la durabilidad del acero inoxidable con la eficiencia del aislamiento al vacío.
Más de un siglo después, la obsesión por los termos Stanley va en aumento, convirtiéndose en una tendencia que va más allá de la funcionalidad para adentrarse en el terreno de la identidad y pertenencia.
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Un éxito surgido de la nada
La empresa que, en principio, era una empresa constructora (o al menos en sus orígenes) ha multiplicó sus ingresos 10 veces en cuatro años gracias a la popularidad de estas botellas.
Este invento tenía su función destinada a los albañiles para que pudieran hidratarse sin que lo que bebieran estuviera tan caliente como un buen guiso (sensación que sabemos que no es agradable) Ha pasado de ser un fenómeno a convertirse en el mejor regalo.
Revolución y postura
Al final, esta generación se mueve a través de las redes sociales y está claro que la figura del hombre de influencia mueve masas inimaginables. Gracias a un grupo de madrescreadores de contenidos, la empresa ha regresado a nivel comercial
Stanley iba a dejar de fabricar los termos en 2019, pero este grupo de blogueros vio el inminente error y decidió negociar con la empresa. Les ofrecieron comprar 5.000 unidades con una condición: que fueran en colores tono pastel. Menos de una semana fue lo que tomó las existencias se acabarán de la nueva edición de estas botellas.
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La constructora replanteó su estrategia y continuó fabricándolos. Pero no satisfechos con esto, muchos internautas comenzaron a subir videos (con mucha imaginación. Demasiada incluso) que, indirectamente, publicitaba la marca.
Uno de estos vídeos consistía en quemar un coche con una botella de Stanley dentro. El termo quedó intacto con la bebida fría y el hielo sin derretir en su interior. Algo realmente interesante y lo suficientemente atractivo como para detenerse y verlo. Por supuesto, la marca le compró al creador de ese vídeo un coche nuevo. Tiene sentido, ¿no?
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La popularidad de este invento hizo que la sociedad centrara su atención en él. Y el anhelo es uno de los sentimientos más fáciles de crear en las personas. De ahí el extremismo al intentar hacerse con un termo de esta marca, llegando a cuesta $ 1000 en páginas de reventa. Incluso se han producido robos de más de 60 unidades.
Parece mantener tu bebida a la temperatura ideal. más que un capricho, es una necesidad. Y, por supuesto, no queremos perdernos esta experiencia.
