Partería ancestral en Colombia, un “servicio humanitario” ante la apatía estatal

Partería ancestral en Colombia, un “servicio humanitario” ante la apatía estatal
Partería ancestral en Colombia, un “servicio humanitario” ante la apatía estatal

Irene Escudero

Pacha Pasmo ha atendido 8.000 nacimientos y ningún bebé ha muerto en sus manos. Recibe más nacimientos en su “nicho”, una oficina adyacente a su casa, que en el centro de salud de istminauna ciudad bulliciosa en se estrellóen eso Pacífico Colombianadonde la partería es garantía de vida para la mujer.

Domitila Menas (i) realiza un chequeo médico a una mujer embarazada en Quibdó (Colombia). EFE/ Mauricio Dueñas Castañeda

“Milagrosamente esto está vacío”, dice. Vanesa Daira al alcanzar el ‘nicho’ de Pachá de una comunidad a una hora y media por río.

Llegó hace tres días porque en un el embarazo Anteriormente esperó hasta el final para ir al hospital y se le rompió fuente en una embarcación y dio a luz sola bajo el aguacero.

“Está un centímetro dilatado… por la noche se paró”, explica Pacha tras inspeccionarlo.

Herencia mundial

Francisca Córdoba, ‘Pacha Pasmo’Antes tenía miedo a la sangre y asistía a los partos con los ojos cerrados, pero su fascinación por “recibir pelaos” (niños) acabó con sus sudores fríos y sus nervios.

«La partería no se hace, partería ha nacido; Es algo que uno lleva en la sangre, a uno le gustaría estar atendiendo partos a todas horas”, dice a Efe.

El partería ancestral de las comunidades afro e indígenas es patrimonio cultural de Colombia y desde el año pasado también Herencia De la humanidad por UNESCO. En eso se estrellóde acuerdo a Asociación de Matronas En este departamento (Asoredipar), existen 1.500 parteras y parteras.

“Es un legado que se transmite a hijas y nietas, que busca integrar los saberes tradicionales con los saberes occidentales pero queriendo siempre preservar la vida del niño y de la mujer”, dijo el presidente de AsorediparManuela Mosquera.

La partería es necesaria en el Pacífico porque la falta de carreteras, la apatía estatal y la violencia armada privan a la población de médicos y centros de salud.

“Las parteras hacen este trabajo sin esperar por qué ni para quién, siempre están dispuestas a ayudar, a preservar una vida (…) Es un servicio humanitario”, afirma Mosquera.

Domitila Menas (d) y la presidenta de Asoredipar Chocó, Manuela Mosquera (i) llegan a una casa para realizar un chequeo médico a una mujer embarazada en Quibdó (Colombia). EFE/ Mauricio Dueñas Castañeda

conocimientos ancestrales

A Domitila Menas, de casi 70 años, todavía se ilumina cuando menciona a los bebés que ha traído al mundo. Ninguno de los 180 que ha atendido ha fallecido tampoco.

“Nadie me enseñó”, dice con orgullo, sentada al borde de la Río Atrato; Aprendió dando a luz sola a su primera hija en 1975. ‘Mamá Domitila’ tuvo 19 embarazos y 26 hijos, que se suman a los casi 200 que ha ayudado a parir.

“Las parteras terminan siendo las madrinas de los niños que cuidan (…) son una segunda madre”, explica Mosquera. Acompañan durante el embarazo, cuidan a la madre después del parto y al bebé en sus primeros meses, incluso dicen que moldean su cuerpo y pueden aplanarle la cabeza o agrandar sus nalgas con las manos.

Y no cobran. En una población acosada por hambreno hay cómo pagar y reciben el testamento o intentan conseguir algo por los brebajes de hierbas naturales y medicinas que preparan.

Ciego, sordo, mudo

Francisca Córdoba (d), conocida como Pacha Pasmo, realiza un reconocimiento médico a Daira Vanesa (i) en Istmina (Colombia). EFE/Mauricio Dueñas Castañeda

Domitila sabe que una mujer es embarazada Al verla cambiar el pie con el que camina, pero ella guarda silencio. También sabe si el feto está bien tocando la base del cuello de su madre con dos dedos. Por lo tanto, sabe que Nancy no tiene dos meses ni 17 años. Ella es su vecina y sabe que la niña, embarazada de seis meses, apenas tiene 14 años.

“Hay que dejar de beber alcohol porque si duele es por la bebida”, reprocha a esta niña indígena.

Las parteras conocen la realidad de sus comunidades, donde los embarazos adolescentes son cotidianos y la violencia y la pobreza asfixian a las madres. Pero guardan silencio.

«Nuestro símbolo en partería, en ética, es shakira: Ciego, sordo, mudo. Lo que vemos no tenemos que comentarlo, lo que escuchamos no tenemos que sacarlo”, añade Manuela.

De la mano de la medicina

Saben que el parto a veces es vida cualquiera muertepor eso instan a madres para acudir a controles al hospital, no asisten cuando ven signos de riesgo e incluso acompañan a la madre al centro médico.

Esa es la fórmula del baja mortalidada pesar del estigma que cargan debido a la mortalidad materna.

«Cuando un niño muere en un hospital, ¿qué pasa? ¿Ellos lo mataron? Porque como siempre cuando un niño muere en manos de una matrona es porque lo matamos nosotros”, acusa Pacha.

Para esta matrona lo más importante es “la vida de las personas, que los niños se salven”, y eso es lo que defienden con sus manos, sus conocimientos y su saber.

 
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