Tu pregunta no molesta – El Litoral – .

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Domingo 16.6.2024

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Última actualización 22:37

Disquisiciones íntimas sobre periodismo, entretenimiento y formas de comunicación. Compañeros de cocina, Al Jolson y Jorge Corona. Así de distraídos estamos. En septiembre de 1959 cubrí un partido de la liga local de fútbol en Santa Fe. Era fácil llegar a la cancha de Colón, una línea de colectivo iba directamente desde el centro hasta La Boca del Tigre. Otro nos devolvió al mismo centro, donde estaba la LT9, en la calle San Martín. Días de secundaria y pruebas trimestrales que autorizaron esta desviación. Se convirtió en la ruta principal.

Tomé las formaciones, por el único teléfono (en el vestuario) envié el parcial del primer tiempo, anuncié el final y cuando regresó el señor Pedro Acchiardi me dijo: “Pibe…buen partido, ¿o te aburres? ” El partido terminó cero a cero. La lección sigue viva: el periodista pregunta e informa porque alguien quiere saber las respuestas. Don Pedro, con su arco, su “papillón”, preguntó si me había aburrido. El periodista, sin querer, también juzga; En cualquier caso, en lo que pregunta está el juicio que emite. De ahí el olvido y el cuestionamiento. El periodismo no es una tonta inocencia. Nunca.

Tantos años de periodismo han consolidado esta conciencia dudosa: lo que pregunto me define y en mis preguntas hay un juicio. Todas las salidas son iguales para el regreso. A los entrevistados no les gustan algunas preguntas, evitan otras y, con determinados periodistas, no hablan. Libre elección de conformidades y miedos. Todo es una búsqueda para volver al camino de la conciencia dudosa. Quienes se niegan se definen a sí mismos. No hay nada escondido al final del camino, ni a la ida ni a la vuelta.

Son todos funcionarios circunstanciales de un río equivocado, la democracia argentina y sus reveses y retrocesos nacionales, provinciales y municipales. Puedo mencionar a los actuales, pero también puedo dar el nombre de todos los alcaldes, gobernadores y en algunos casos, los presidentes, algunos de los cuales lo fueron cuando subían el camino y otros cuando llegaron a la cima, finalmente tengo los he visto todos. de regreso. Ellos yo también. Reproducimos a Neruda: “Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”.

Una anécdota basta. Conocí a NK en una pizzería berreta de “El Pizzero”, un viejo amigo del santacruceño que vendía su amistad con aquel candidato atrabiliario. NK era único. Era feo y decidido. “Ven a ver…” todo mentira, obviamente. La naturaleza del fenómeno es el comportamiento humano. El fondo es este: que respondan cosas que quizás no quieran que les pregunten y hay una excusa simple, sencilla y comprensible: el protocolo permite que a quienes no son funcionarios se les digan cuatro verdades a la vez, porque hay ningún protocolo que asuste pero, caray, cuando son funcionarios se visten de jazmines y sólo hay que olerlos, sin atreverse a discutir si el agua del jarrón es pura.

“Hola presidente”

Esa fantasía, casi un títere, un espectáculo de un líder centroamericano, tan bachata y tan bachata, lleva al extremo que el monólogo con los oyentes, espectadores, “oyentes” pasivos no es sólo un camino de ida, sino que Es un camino que El dueño barre y cuida. Una sola mano. Es una entrevista asistida por su propio dueño. Un presidente lo instaló.

Javier Milei está demostrando, día tras día, que las formas cambian, pero no el arma: estoy solo y digo lo que quiero, abro la puerta a quien quiero y fulmino con un rayo llameante. Es necesario que el periodismo, todo el periodismo, entienda que el vehículo de llegada de quienes detentan el poder formal y quieren ejercerlo ha cambiado. “Niño… ¿buen juego o aburrido?” El veterano locutor y productor de aquel programa (“Audición Deportiva”) pediría retirarse o se adaptaría, se domaría, se “amancebaría”.

Muchos de los compañeros que entrevistan al presidente son “jóvenes”, como el de la picaresca española: “Un joven que se casó con una mujer valiente”. En rigor, debemos entender que quien oye, admira, ama u odia y, finalmente, quien vota, forma parte de un canal directo que después de La Peste se definió en el mundo: “Hay un mensaje de que yo, la primera persona, enviar. Ya ves, lo oyes… bueno, listo”. Los demás no juegan.

Atención, siempre y cuando el código indique que el voto es lo que define y se entienda que el poder formal es muy respetable pero, pero, pero… pero las decisiones reales vienen detrás y, además, mantener ese juego de animador, de showman, de El gobierno “desde el escenario” es lo que es, el periodismo es un espectador más. Vemos el escenario y, tal vez, sabemos el final de la obra, pero aplaudir no es necesario, porque es virtual. Todo es un “virtualismo onanista” que nos vuelve superfluos y sí, claro que sí, las preguntas molestan y no podemos hacerlas pero… ¿para qué?

El que conmigo jugó a la pelota

En muchos casos el periodista no puede entender ni comprender y se niega a permitir que eso, la comprensión, le ponga en su trabajo: preguntar. Sucede. Lo confieso, me pasa a menudo. Un gobernador que se va y está claro, los funcionarios de los gobernadores los nombra el gobernador y él es el responsable. Insisto: no hay ministros, secretarios, funcionarios que condujeron el coche, que fiscalizaron una carretera, una autopista, un canal de televisión, que compraron y repartieron garbanzos, que controlaron licitaciones que no dependen del único votado, el binomio. Un ministro que espía lo hace en nombre del gobernador. Un delegado que altera el precio de los fideos lo hace a nombre del gobernador y el que compra un auto o alquila una pantalla de televisión, un teatro o un viaje lo hace a nombre del gobernador.

¿Por qué no se puede preguntar a cada uno de ellos si lo que hicieron lo hizo bien, de acuerdo con la honestidad? ¿Por qué no puedes, eh? El periodista es quien hace las preguntas. “Cheee, fuiste demasiado lejos… ¿cómo vas a pedirme eso… para!” (Es necesario el énfasis en el texto escrito, perdón por la mala redacción y falta de respeto al español).

En muchos casos el barrio, el mismo colegio, el mismo café, una novia conocida y una pareja para encontrarse niegan la distancia; Hay casos en los que la misma tribuna para gritar un gol impide la distancia, la extrañeza, el empuje necesario, el coraje de pedir.

El show debe continuar

Un judío blanco de origen lituano, vestido de negro y actuando con exceso, fue uno de los iconos de la fusión de culturas en el país yanqui. Asa Yoelson era hijo de un rabino y se pintaba la cara para actuar como Al Jolson. A su manera es una caracterización del traje que propone Argentina y que ofrece Milei. Una parodia de lo que “no es”, encarnado por alguien que no quiere ser lo que le obligan a ser. Lo encarna –disfraza, vende, engatusa– con la frase característica del cantante: “Espera un momento, espera un minuto, todavía no has oído nada”. Así cerró sus actuaciones prometiendo lo mejor para mañana.

Milei, con esas definiciones enfáticas en términos de fe y sus promesas de mañana, es, en parte, Al Jolson: un disfraz dentro de otro disfraz, que esconde cuestiones elementales. Suya fue la primera película sonora: “The Jazz Singer” (también difundida como “The Jazz Singer”). Milei es el primer presidente posplaga, el primero que se define por un cambio en la comunicación entre los hombres. Hagamos la pregunta: ¿Milei admitiría que la compararan con “La Cantante de Jazz”?

Un fenómeno barrial imparable fue, hacia finales de los años 60, Jorge Corona. Alejandro Romay regresó al teatro El Nacional e imaginó como primer bailarín a Alfredo Alaria, el del Lido de París (cuyo nombre completo era Oscar Alfredo Alaria de Paula), y a Libertad Leblanc saliendo de una bañera llena de espuma, que bajaban al suelo. escenario… y los monólogos de Jorge Corona, quien ya entonces decía su frase: “¿Puedes decir malas palabras”?

Alaria acusada de un tendón de Aquiles (miedo al fracaso para alguien que había sido muy grande), nunca bajó la bañera con espuma y Libertad Leblanc, que tenía un “camiseta” ajustada para sus asuntos, rechazó el papel final. Corona hizo su primer monólogo, hizo el segundo. Aplausos. Era brillante, atrevido, obsceno. Le tocó actuar como “telonero” debido a los baches que generaron aquellos fracasos. Y luego un tercer monólogo y un cuarto, con números de ballet en el medio y sus excesos en los camerinos para darse aliento químico.

Pero… lo que fue una sorpresa del fenómeno vecinal y los insultos se convirtieron en coro del público; Muchos invitados que podrían haberse enojado, se enojaron. Incluso arrojaron uno de sus zapatos al escenario. Dar fe. En algunos momentos hilarantes de sus monólogos, veo una sombra de Jorge Corona en Milei. Del mejor comediante malhablado. Solo en el escenario. En Argentina el comercio y la política son diferentes. A los gobernantes argentinos les molesta la cuestión. Cualquier pregunta. Entendiendo que política es comercio, claro. Que el Estado no debe existir y lo mejor es La Empresa.

 
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