Camina por un camino de palabras que no ruedan cuesta abajo – .

Camina por un camino de palabras que no ruedan cuesta abajo – .
Camina por un camino de palabras que no ruedan cuesta abajo – .

El título de las palabras iniciales de la obra “Mar de Fondo”, “Aflote”, de su autor, Juan Aguzzi -periodista cultural, crítico y editor rosarino-, da una clave de lectura. Todos los títulos del volumen lo hacen, podrían reflejar las estaciones de la vida evocadas simplemente encadenándolas en orden sucesivo. Leemos, desde la perspectiva de un presente que es orilla y mira hacia atrás -posiblemente seguro-, que más allá de ese “mar profundo de la vida misma” con su sonido que no cesa, con todos sus cruces, el poeta percibe que Su vínculo con la escritura es estructural; El escritor que en algún tramo laberíntico ha perdido poemas escritos en cuadernos, nunca ha perdido las ganas de seguir haciéndolo, ha comprendido que su mundo está “compuesto de historia construida y de experiencia real, (…) que sólo era necesario escribir, porque eso fue lo que me mantuvo a flote”.

Portada del libro “Mar de Fondo”, de Juan Aguzzi, publicado en 2023 por Último Recurso Ediciones.


La mirada retrospectiva habilita el filtro de la memoria, teje una obra proustiana en la necesidad de revisar, recuperar, vincular y comprender el significado del propio paso por los hitos de nuestra historia reciente. Las ocho secciones a las que se suma una breve coda, reúnen poemas que dibujan una poética de aristas narrativas con imágenes logradas entre lo sensorial y lo emocional, atravesadas por una subjetividad que indaga, alude, filtra, dispara las múltiples aristas del significado vislumbrado. . Un yo que a veces es plural y otras cambia a tercera persona y –quizás cuando alcanza mayor intensidad- a primera, mira dentro de sí y se reconstruye sobre el corte brindado por la memoria.

“En el escenario de la infancia está el mundo”, escribió la poeta María Negroni, y es en la sección “Asombroso”, que abre el libro, donde late un reflejo del paraíso perdido (a veces es la infancia). Como en el modelo móvil de un tiempo desaparecido (sin internet, sin celular, sin plataformas, sin juego) “un tiempo encendido/impulsado por los vibrantes/sonidos del barrio”, el verano rojo, la imaginación en su apogeo, un lugar al que me gustaría volver para saber qué había detrás de las risas sueltas, “para sentir lo mismo”.

Época en la que las batallas se libraban con soldaditos de plomo, la simulación por el único placer del juego. Crecer en un barrio de casas bajas planeando “ataques” que no eran más que ingenuos hechizos contra el aburrimiento. Los juegos se desarrollan en la calle, los planes se desarrollan al abrigo de un pasillo. Una casa de campo donde podían vivir fantasmas y “Los árboles parecían de otro mundo”, proporciona el desencanto inicial ante un mundo desigual: “No entendía cómo tanto del mundo/ pertenecía a una sola persona”.

Los poemas reunidos en “Borrascas” evocan el oscurantismo vivido durante la última dictadura en nuestro país, cuando una generación se jugó el todo por el todo apostando por un futuro más justo. La mirada poética se centra en la rebelión, los inicios de militancia de quienes imaginan, desean y confían en ese mundo por construir, sin avisar “…las señales / que asfixiarían cualquier idea”, el tiempo aniquilador de sueños que se avecinaba. La dura experiencia reflejada alcanza su clímax en los poemas “Tiempo expandido” y “Hierros”, palabra esta última que, en el contexto aludido, implica cierre: “Esos hierros eran/ una de las formas de la muerte. (…) A las sombras de la memoria/ se hace difícil vadearlas/ por donde se camina/ hay flores blancas con olor a muerte”.

Aquí cobran fuerza las palabras de Osvaldo Lamborghini que abren esta serie: “…prevenir cualquier delirio / volver atrás”; tan intensa fue la convicción asumida. El poeta guarda un legado: siempre llevará consigo la obstinación, “la incandescencia / de los compañeros ausentes”, que le dieron sus nombres “para que los llevara conmigo hasta el último suspiro”; Ni siquiera un poema de amor se alza sobre las ruinas que las ausencias levantan en la memoria.

El poema “The Walking People” detiene el paso del tiempo: elementos reunidos a la luz de la luna; “Embajadores del mate y una sartén sin mango”, jóvenes que descreen de los modelos actuales, tal vez esperando un manual de instrucciones capaz de curar sus heridas, solos y sólo al amparo de alguna premonición mágica. Resuenan las palabras “libertinaje”, “devastación”, “batallas perdidas de antemano”, “… planes / condenados al olvido / la trampa a mitad de camino”.

Todo está pactado “bajo el imperio del viento y de los árboles”. Es notable la presencia de ambientes naturales que rodean las etapas iniciáticas: el espacio abierto, las costas, la noche, la luna, las vías del tren, los árboles, las flores, dejando “una puerta abierta/ para que entre el viento”. Sólo el tiempo ha modificado las obsesiones. El poeta reconoce la omnipresencia del “fracaso”, corolario de la derrota; palabra que se reitera y “empieza en casa y se pega a la piel”. El peso de ese “fracaso” encuentra sin embargo su contrapartida en la memoria del corazón, en el deseo de reabrir a la sensualidad, al amor, a la ilusión, que sólo se encuentra en los patios de la infancia donde – se dice – había signos .

A pesar del acoso del “recuerdo de la tristeza”, el poema “Sed” reescribe el impulso de evadir la oscuridad. Tocar fondo implica la inminente búsqueda de la luz, tal vez el deseo de cavar para descubrir de qué está hecha realmente esa “sed” que, intuimos, alude al antiguo anhelo: imaginar y captar un mundo más humano. Por los intersticios se filtra la también antigua vocación del escriba que perdió los cuadernos con sus poemas. Es importante “escribir sobre lo innombrable”, aclarar u ordenar, a pesar de la dificultad: las palabras no bastan; Como es sabido, aunque el poema lo intente, lo indecible está detrás de todos los lenguajes, como alguna vez lo expresó Rainer Maria Rilke.

La serie “Weeding” se siente como un punto de llegada o ruptura en el que lo urgente es erradicar aquello que frena el despegue. “Un tanteo” y “Acto de ver” son poemas fundamentales. El yo poético desplazado en “Un tanteo” a la mediación de la tercera persona, ve “una luz centelleante”, el miedo apaciguado, otra deriva. Para “ver” hay que apagar el mundo, confiar en la soledad, masticar lo que duele, creer en la palabra “fuerte y capaz de intentar lo imposible”. Cerrar, tener, ver, resistir, estar, el uso del infinitivo como forma verbal impersonal no es casual. Son acciones a combinar que aíslan e iluminan lo que todavía duele y yace en lo profundo: “la amplitud de la desgracia/ es un auténtico paso/ de generación en generación”; Vale la pena construir “un camino de palabras / que no vaya cuesta abajo”.

“Mar de Fondo” es quizás una larga conversación de su autor consigo mismo, un ajuste de cuentas en busca de respuestas que no se encontraron antes ni ahora: “…el mundo se cae / y sólo unos pocos parecen darse cuenta”. Sin embargo, y aunque hay desolación en la persistencia de esas flores blancas que huelen a muerte, una luz guía se enciende en la obstinación de resistir, de reescribir sin descanso aquellas “palabras audaces” que abrieron el camino a la amplitud.

Una cuidada selección de epígrafes revela un linaje literario: Clarice Lispector, el citado Lamborghini, Teuco Castilla, Enrique Molina, Rodolfo Fogwill, Silvina Ocampo, Alejandra Pizarnik, Leopoldo Marechal; voces a su vez iluminadas por las palabras del cineasta lituano Jonas Mekas, que ha escrito: “Apuesto por el arte que hacemos unos para otros, como amigos”. Apuesta que “Mar de Fondo” comparte: la inmersión de su autor en territorios de la memoria no lo incluye sólo a él, en su espejo podemos mirarnos todos.

Reflexiones sobre “Mar de Fondo”, obra de Juan Aguzzi, publicada por Último Recurso Ediciones, año 2023.
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