Recientemente salió a la luz pública la historia de Delio Carmenate Frómeta, un cubano de 78 años, completamente indigente y residente en Las Tunas.
Sorda y ciega, Carmenate afronta sus días en condiciones que desafían la dignidad humana, con una historia que genera preocupación y exige respuesta de las autoridades competentes; respuestas que, como es habitual, no llegan.
Según denuncias de la activista Irma Broek en redes sociales, el señor Carmenate ha sido víctima de negligencia por parte de la Seguridad Social.
A pesar de su avanzada edad y sus graves discapacidades, incluso se le privó del apoyo necesario para llevar una vida con un bienestar mínimo.
“Este viejo tiene que valerse por sí mismo, lamentablemente la corriente lo ha derribado dos veces mientras cocinaba”señala Broek, destacando los riesgos a los que está continuamente expuesto.
La injusticia se agrava aún más con la revelación de que, después de tener un asistente durante cuatro años, esa ayuda fue retirada con el argumento de que “no pertenece a la Seguridad Social”.
“¿No acaban de firmar una Ley de Protección Ciudadana y Justicia Social? Entonces ¿por qué no se cumple en el caso del señor Carmenate?”cuestionó la mujer, instando a acciones concretas por parte de las autoridades de Las Tunas.
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Lamentablemente, el caso de este anciano cubano lo sufren también cientos de personas en la mayor de las Antillas, cuyas autoridades siguen diciendo una y otra vez que “aman al pueblo”, cuando en realidad no hacen más que burlarse descaradamente mientras Dan todos los lujos posibles.
En Cuba, personas de todas las edades, desde los más jóvenes hasta los más mayores, deben encontrar la manera de sobrevivir ante una miseria que golpea con cada vez más fuerza.
Editorial de Cubanos por el Mundo
