Corresponsales | PATRIA
La semana pasada La Iglesia Católica pidió al gobierno nacional mantener diálogos de paz y hacer todo lo posible para superar la crisis surgida en la mesa de negociaciones. Esta institución siempre ha estado presente en los momentos en que el país ha querido silenciar las armas.
Sin embargo, la paz para los católicos es mucho más que pensar en detener el conflicto armado. Todos los colombianos podemos contribuir a una sociedad más pacífica y para ellos simplemente valdría la pena. acatar las enseñanzas de Jesús, según el pensamiento de varios sacerdotes consultados sobre este tema.
LA PATRIA preguntó a varios de ellos ¿Cómo debe contribuir un católico a la paz del país y del mundo? Y esto fue lo que respondieron:
Padre Javier Gómez Cardona, vicario parroquial de La Inmaculada Concepción, Parque Caldas de Manizales
La paz nace de una actitud interior y comienza en el corazón de cada persona y en consecuencia de las buenas acciones. Los católicos, a través de la oración, preparamos nuestro corazón para recibir como don gratuito ese orden interior, que llamamos paz. “Si quieres vivir en paz, vive con tus hermanos, porque no puedes hacer la guerra a alguien a quien amas”. La paz se basa en el amor.
Jairo de Jesús Cardona López, párroco de Nuestra Señora del Carmen, Norcasia (Caldas)
La Semana Santa es una hermosa oportunidad para reconciliarnos con Dios, con nosotros mismos y con los demás, que nos permite sanar las heridas de nuestra historia para estar abiertos y dispuestos a la paz en Colombia y el mundo. Una paz que nos lleve a imitar a Jesús en el amor y el perdón sin límites, sin barreras, sin condiciones. La invitación es a vivir las fiestas santas no sólo por tradición, sino por convicción de fe y deseos de una sociedad pacífica y mejor como nos enseñó Jesucristo.
José Alberto Aristizábal Franco, párroco de Nuestra Señora de las Angustias. Pensilvania (Caldas)
La vivencia de la Semana Santa nos lleva a ser personas de esperanza, fe y confianza en el Señor; valores que nos lleven a la verdadera paz en un mundo que ha perdido en parte sueños, anhelos, fe, paz e ilusiones. Cuando realmente vivimos la pasión, muerte y resurrección del Señor, surge la luz que nos conduce a la paz del cristiano.
Luis Alfonso García García, parroquia de Sant Esteve de Sesroviras, Barcelona (España). Diócesis de La Dorada Guaduas
La Semana Santa debe ser un encuentro de esperanza, con la paz de Cristo que murió en la cruz y resucitó para destruir todo acto que vaya en contra de la libertad y la calidad de vida de cualquier ser humano en Colombia y en el mundo. La paz no se construye con líderes que han perdido el sentido de llevar el valor de la vida en su corazón y en las acciones de sus decisiones, que han permitido que al bien se le llame mal y al mal se le llame bien. Viviendo la Semana Santa podemos contribuir a la paz evitando que el bien se vea ensombrecido por el silencio de las grandes instituciones ante las personas con malas intenciones.
Juan Eduard Trujillo, párroco de Marulanda
La católica contribuye a la paz con la oración y el testimonio, sirviendo de puente para el diálogo en una sociedad atomizada por la violencia.
Martín Ortega, párroco y rector de la Basílica Menor San Antonio de Manzanares
Con mente abierta para aceptar las diferencias y trascender los conflictos sociales sin caer en ideologías excluyentes y polarizadas. Lo principal de un católico es el testimonio coherente que se da al mundo, cuando la paz comienza en los hogares, barrios y comunidades.
Fidel Antonio Gómez, colaborador en la Basílica Menor de San Antonio de Manzanares
Servir como Jesús pidió y hace desde la Iglesia. Todos tenemos deberes, derechos y trabajar por los más necesitados. El católico que cumple la ley de Dios no mata, es fiel, no roba, no hace daño a nadie, en su corazón hay un germen de paz, se convierte en administrador universal. de paz; paz para su familia, comunidad y paz reflejada hacia el universo. La Iglesia es la conciencia del mundo en el deseo de paz.
Kostar Eduardo Ramírez Cardona, vicario de la Parroquia Nuestra Señora del Rosario de Aranzazu
En el evangelio de San Juan, capítulo 13 y versículos 34 y 35, Jesús dice claramente: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros. Que como yo os he amado, así también os améis unos a otros. En esto todos sabrán que son mis discípulos: si se aman los unos a los otros”. La mejor manera de ser instrumentos de paz es llevar el evangelio del amor como lema propio que nos configura con Cristo Jesús, a quien seguimos y amamos en esta tierra para disfrutar de su presencia eterna en el cielo, si como católicos entendemos esto, entonces , promoveremos una sana convivencia como instrumentos visibles de la paz que Cristo quiere y nos lleva a practicar como seguidores suyos. No hay otra consigna que la del amor de Cristo por nosotros y por la humanidad que nos lleve a la auténtica transformación de nuestro país que anhela y necesita caminos de unidad, por eso como católicos somos dispensadores del amor de Dios en todas las dimensiones. , promoviendo todo lo que nos une y descartando las brechas que nos separan de los demás, impidiendo el mandato de Cristo.
Fernando Arias Cardona, seminarista de la Arquidiócesis de Manizales, cumple un año pastoral en Aranzazu.
Sin duda la paz es un regalo que recibimos de Dios y quién mejor artífice de la paz que el mismo Jesús. Cuando decimos: “Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, y que estamos llamados a vivir en paz y tranquilidad, estamos llamados a vivir en reconciliación. ¿Cómo?, con signos concretos, amando al prójimo, haciendo las paces cada vez que sentimos ira y resentimiento en el corazón. Por eso hay que dejar todo a un lado, tener un corazón limpio, para que Dios verdaderamente viva y more siempre.
Raúl Castro Lema, párroco del templo de San Sebastián, en Riosucio
La palabra de Dios a través de Jesús es el camino a la paz. Podemos vivir esa palabra y seremos promotores e instrumentos de dicha paz. Esa paz debe comenzar dentro de mí, desmontando las palabras por ejemplo, porque la palabra amable calma y la palabra dura daña.
