En términos empresariales, con información de la Encuesta ANIF Mipyme (EMP) 2021-2, se observó que los negocios deben recurrir a otras fuentes de financiamiento, dado que el crédito solicitado en el sistema financiero no tuvo respuesta positiva. Aunque los resultados varían según el tamaño de las empresas y los sectores, la mayoría de los solicitantes no tenían acceso al crédito o no contaban con recursos propios. Además, para superar las barreras actuales, los empresarios recurren al mercado informal: préstamos de familiares, avalistas vecinales y ‘gota a gota’, entre otros prestamistas que, a largo plazo, cobran intereses más altos que el sistema financiero formal.
Brecha de género
Ahora bien, desde una perspectiva de género, las brechas son evidentes. Lo anterior, dado que, si bien las mujeres tienen un mejor puntaje crediticio en comparación con los hombres y menores índices de morosidad, tienen un monto de aprobación menor y tasas de interés más altas. De esta forma, las mujeres tienen menor acceso a los productos financieros, tanto por las barreras del sistema como por la autoexclusión, ya que en muchos casos no se consideran aptas para acceder a ellos.
Asimismo, los datos del EMP sugieren que, aunque no existen diferencias en el porcentaje de uso de cuentas de ahorro, las mujeres utilizan más efectivo que los hombres, mientras que los hombres tienen una mayor preferencia por las cuentas corrientes.
Varios estudios respaldan la importancia de reducir las brechas de género en el acceso a productos financieros para combatir la pobreza, mejorar el bienestar social y fortalecer el crecimiento económico de los países, en línea con los ODS. Por esta razón, es fundamental abordar las barreras y prejuicios existentes, integrando la inclusión financiera como un pilar transversal de la economía para asegurar el acceso equitativo de la población al sistema financiero formal.
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