Libros para mí – .

Libros para mí – .
Libros para mí – .

Los libros son como pinturas, al menos para mí. Te acompañan y te dan como mínimo placer estético. Los lees, los observas, encuentras cada vez nuevos significados, o líneas y trazos duraderos o texturas secretas, y disfrutas de la alegría de tenerlos contigo y de la calma que te proporciona su contemplación y lectura. Libros valorados, en cualquier caso, no sólo por su contenido sino como objetos artísticos. Digamos que a uno le gustaría tener tantos cuadros como libros, pero es imposible. Las paredes no son suficientes, las estanterías sí.

Pero hay libros y libros. Hay libros que no se deben leer y que no merecen estar en tu biblioteca, pero por alguna razón permanecen ahí, esperando un terremoto. Hay libros que lees sólo una vez y nunca vuelves a leer. Hay libros que lees y miras con más cuidado y respeto y los aprecias; y hay libros a los que siempre vuelves, esos que ocupan un lugar personal, y que acaban desgastados de tanto ser manipulados y leídos. Seguramente almacenan alguna porción de tu vida o algún sentimiento que ignoraste hasta entonces o algún tipo de dinamita que te ilumine.

Hay libros que has perdido por diferentes motivos. Ya no tenerlos contigo te entristece. Es mejor olvidarlos, aunque siempre existe la posibilidad de que algún día te topes con alguno de ellos. Hay libros que apetece mucho, pero que son imposibles de conseguir, sobre todo si son ediciones príncipe. Quizás un fetichismo que roza la vanidad y la obsesión. Y hay libros que hay que destruir sin piedad, tirar por la ventana, prender fuego o tirar de nuevo a la basura. Sin sentir que estás cometiendo un pecado.

Ya no me importa no leer todos los libros que tengo. Me basta con tenerlos. Son como ángeles caídos. No sólo en los libros se encuentra la lectura que uno necesita. Los libros suelen adoptar otras formas que hay que saber reconocer. Cuando caminas lees, cuando amas lees, cuando duermes lees, cuando sufres lees. Los libros también sufren, sobre todo en climas húmedos, mientras las polillas hacen su parte. De esta manera se desperdician libros vírgenes y no tan castos. Tan triste como las casas en las que no hay un solo libro.

 
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