Cierra Festival del Libro y la Rosa con Mariana Enríquez y casa llena en el CCU – .

Leer las novelas de Stephen King en un sentido alegórico: Carrie, representación del acoso escolar y los tiroteos masivos en las escuelas; Esta, una metáfora del abuso infantil en un pueblo pequeño, por ejemplo, fue un momento significativo en el que Mariana Enríquez forjó una noción de lo ficticio que pudo poner en práctica en sus propios escritos. Una parte de su proceso creativo y el descubrimiento de su propia voz, que contó durante la charla ofrecida en el Salón Miguel Covarrubias del Centro Cultural Universitario de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), con casa llena y decenas de personas. quienes no pudieron asistir, en el último día del Festival del Libro y la Rosa, donde estuvieron acompañados por Rosa Beltrán, coordinadora de Difusión Cultural, y Socorro Venegas, directora de Publicaciones y Promoción Editorial.

La ganadora del Premio Herralde de Novela en 2019 por Nuestra parte de noche también abordó la influencia que ciertos hechos y problemáticas esbozadas y que tienen base en la realidad –en este caso: innumerables historias desgarradoras sucedidas en la dictadura argentina– tienen en los mecanismos de la ficción. . Luego del deslumbramiento que le causó King, sus siguientes influencias fueron los escritores sureños estadounidenses: William Faulkner, Flannery O’Connor y Carson McCullers, quienes escribieron sobre tierras destinadas a la desgracia, dijo y recordó el caso real de un joven argentino que preguntó Ayuda tocando puertas y ventanas de su barrio antes de ser asesinado, y al que nadie atendió por paranoia ante la posibilidad de que su alegato fuera una trampa, un falso testimonio en uno de los momentos más críticos de las desapariciones. Historia que sirvió de argumento de la primera historia de Un lugar soleado para gente oscura, en la que el fantasma del niño atormenta a quienes podrían haberlo salvado pero no lo hicieron. “¿Habría abierto la puerta? Yo creo que no. También es una pregunta para mí (…) Pienso en el declive de la clase media que se cree progresista, que se cree con valores y finalmente cuando se enfrenta a “una situación política siempre elige el lado reaccionario”, él dijo.

Con un gran sentido del humor y cierto carácter que puede parecer desenfadado a los ojos mexicanos, Enríquez habló de cierta aura que pesa sobre los escritores a la hora de abordar la salud mental. “Todos escribían autoficción, contaban sus pastillitas. Me aburre, no tengo ganas”, continuó y afirmó que todas las personas, no sólo los artistas, padecemos crisis, destacando la importancia de eliminar ciertas nociones preconcebidas sobre el tratamiento psicológico y psiquiátrico.

Al finalizar, Enríquez firmó ejemplares de sus libros a las decenas de jóvenes, admiradores de su obra, alineados en una larga fila que llegaba varios metros más allá de la entrada de la Sala Miguel Covarrubias.

Junto a la Sala Miguel Covarrubias, la librería Julio Torri se llena de jóvenes y familias que pasean -muchos con rosas en la mano- entre módulos, carpas y foros. Varias presentaciones suceden simultáneamente y escritores como Juan Villoro y Jorge F. Hernández deambulan por la zona. Las tiendas de campaña también están llenas y es habitual ver personas de todas las edades y mascotas atadas a las correas de sus dueños.

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Las rosas se entregan directamente, ya sea en algunos puestos o a través de un hombre que lleva un cubo lleno de ellas. Una mirada a los cuatro puntos cardinales muestra que gran parte de los asistentes son jóvenes; algunos se detienen en talleres, cafés filosóficos o en el stand de Universum, donde los niños usan pinturas y hacen manualidades.

El flujo es lento, entre cientos de personas. Hay quien se ha detenido en las escaleras del teatro y otros se han detenido ante las grandes editoriales: Planeta, Paidós, Turner. En los alrededores la escena se repite: mascotas, parejas, voluntarios y filas para acceder a un lugar específico que se sintetizan en la pluralidad y el espíritu de compartir.

En una de las zonas verdes, en un extremo del CCU, hay unas cuarenta parejas, que leen, se acompañan o conversan en una especie de picnic. “Es, como siempre, un partido que responde bien a la palabra. Siempre veo gente feliz que ha ahorrado su dinero para comprar mis libros. Te lo agradezco. Viva la rosa, el libro y San Jorge”, dice el escritor Jorge F. Hernández. que deambula entre las tiendas en busca de aquel donde aparecerá.

Junto a las zonas verdes hay una zona de comida y carteles que cuelgan o adosan: alitas, hamburguesas, cocina italiana… Es definitivo que la presentación de Mariana Enríquez fue uno de los grandes imanes de la Fiesta. Cerca del telescopio instalado por FAMA (Físicos y Astrónomos Asociados de México), un perro suelto corre hacia su dueño entre grandes bloques de personas que, curiosos, observan, tal vez el stand de la UNAM, el stand del Pingüino, el stand del Océano o el Colegio de México. . Hay espacio para que las pequeñas marcas convivan con las grandes.

En el camino, la imagen de las familias, las rosas en las manos y la casa llena se repite y continúa.

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