Cada vez menos palabras en agosto

Cada vez menos palabras en agosto
Cada vez menos palabras en agosto

Algunos críticos, llenos de picores artificiales, han rechazado la publicación póstuma de Te veo en agosto, que puede ser definitivamente la última novela de Gabriel García Márquez; a menos que quede alguna que otra sorpresa en el baúl de los manuscritos.

No hay un solo argumento válido en estas críticas. Sobre todo porque a estas alturas nada puede minar el lugar que ocupa la obra de García Márquez en el concierto de la literatura mundial.

Esto significa que si Te veo en agosto Si fuera una historia fallida, que no lo es, seguiría teniendo un valor documental extraordinario.

Escrita con el estilo narrativo característico de García Márquez, la novela presume también de una concentración verbal sin precedentes, especialmente en las descripciones; tal vez porque tiene muy pocas páginas.

En este sentido, no es descabellado pensar que la brevedad de esta obra pudo haber sido el motivo por el que el escritor, se dice, pidió a sus hijos que no la publicaran.

En Te veo en agosto No se toma tiempo para representaciones detalladas y recurre como alternativa a frases de certezas contundentes, verdaderos axiomas, para acercar al lector a situaciones y personajes.

Si el narrador pretende referirse a la corrupción política, por ejemplo, basta con referirse al “hotel turístico que el senador construyó a su nombre con dinero del Estado”. Nada más. El resto depende del lector.

El contexto que enmarca la anécdota requiere un mínimo de palabras, lo que permite al autor concentrarse en las aventuras de su casi único personaje: Ana Magdalena Bach.

Ese carácter axiomático impregna toda la historia.

Si se trata de mostrar la realidad física del personaje, se enfrenta al espejo “con la cara de su madre otoñal”.

En cierto momento, otro ejemplo, Ana Magdalena “se sintió traviesa, feliz, capaz de todo y embellecida por la mezcla sagrada de la música con la ginebra”. ¿Quién cuestionaría un carácter sagrado tan claramente establecido?

La novela se basa en algunos encuentros amorosos del personaje, pero el narrador no se detiene en la descripción de estos encuentros eróticos. Un rápido trazo de pincel basta para encender la imaginación del lector: “ella cayó sobre él hasta el alma y lo devoró para sí”.

Otro campo en el que García Márquez no escatimó es el de los intertextos, específicamente musicales y literarios, en lo que puede entenderse como un testimonio final sobre la música y los libros que prefería.

Tradicionalmente, la crítica ha insistido en que la música es un elemento esencial en su obra, es más, ha habido quien afirma que Cien años de soledad Está escrito en ritmo vallenato.

Las referencias a la música “culta”, sin embargo, son un fenómeno que sólo puede identificarse como elemento estructurante a partir de Recuerdos de mis putas tristesla última novela publicada durante la vida del escritor.

Para una novela tan corta, Te veo en agosto Impresiona por la cantidad de compositores que desfilan por sus páginas.

Chopin, Rachmaninov, Dvorak, Mozart, Schubert, Chausson, Tchaikovsky y algunos más se mueven imparables por estas páginas.

Hay, sin embargo, una ausencia notable, la de Juan Sebastián Bach, su autor favorito según el crítico César Coca. Una ausencia a medias, a decir verdad, porque al llegar aquí descubrimos que no es casualidad que el personaje principal de la obra se apellide Bach, lo que supone un guiño al lector para establecer, de una vez por todas, la importancia de la referencia musical en esta historia.

No ocurre nada diferente con las alusiones a novelistas. Ana Magdalena siempre va acompañada de un libro, y ese libro da pie a que García Márquez nos legue parte de su catálogo de preferencias literarias. Preferencias que incluyen, en este caso, a John Wyndham, Borges y Bioy Casares, Daniel Defoe y Ray Bradbury, entre otros, que marcan un paradigma literario a lo largo de Te veo en agosto. Lo cierto es que al dejar estas pocas páginas es imposible pensar que fue un error publicarlas o, menos aún, perder el tiempo en la magnífica oportunidad de leerlas.

 
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