La economía salvadoreña es, pese a opiniones contrarias, la de menor tasa de crecimiento de la región centroamericana.
Encuestas recientes muestran que la maltrecha economía familiar es el tema que más preocupa a los ciudadanos, con un alto coste de vida y un mercado laboral insuficiente.
En los primeros años de su primer mandato fue evidente que el tema fiscal marcó la agenda debido al cierre del mercado internacional para obtener financiamiento por el retraso en las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
A pesar de un buen inicio de 2019 con un crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) de 2.4 por ciento, tasa muy similar a la reportada en 2018, al año siguiente, 2020, la economía se vio afectada por el desplome del PIB en -7.8 por ciento, la peor caída desde la guerra civil de los años 1980.
Sin embargo, en 2021, en un solo año se recuperó lo perdido y hubo un incremento del 11,9 por ciento. En 2023, el PIB creció un 3,51 por ciento según el Banco Central de Reserva (BCR), a pesar de los efectos en el mercado internacional por la inflación, los conflictos bélicos y los ajustes de tasas de interés.
Entre los desafíos de Bukele está impulsar el empleo de cerca de 2,9 millones de trabajadores hacia sectores formales, ya que ahora el 49,1 por ciento de los salvadoreños ocupados se encuentran en el sector formal y el resto en el informal.
Otro desafío está relacionado con dedicar más recursos a la inversión pública, clave para el progreso económico y el bienestar de la población.
Un desafío notable que señalan encuestas y estudios es que en el país hay más de 1,92 millones de personas viviendo en pobreza, la cifra más alta desde 2018 cuando había 2,05 millones de pobres. Sólo en 2023, alrededor de 55.097 salvadoreños cayeron en esa condición, que es básicamente cuando no cuentan con ingresos suficientes para comprar alimentos.
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