![El partido de Mandela pierde por primera vez su mayoría absoluta y Sudáfrica se abre a su primer gobierno de coalición democrática.](https://news.eseuro.com/temp/resized/medium_2024-06-01-ea5d969654.jpg)
Sudáfrica ha votado por el cambio. Cuando el Congreso vote dentro de dos semanas para elegir un presidente, lo más probable es que sea el mismo, Cyril Ramaphosa, pero ni siquiera esto está claro. Por primera vez en democracia, el Congreso Nacional Africano (ANC) tendrá que sentarse a negociar tras perder su mayoría absoluta en el país y la continuidad de Ramaphosa tras perder quince puntos está en duda.
Aun así, el ANC ha obtenido el 40%, casi el doble que su rival más cercano, la liberal Alianza Democrática (AD), con un 21%. En tercer lugar quedó el uMkhonto weSizwe (MK), partido del ex presidente Jacob Zuma con alrededor del 15% y en cuarto lugar quedaron los Luchadores por la Libertad Económica (EFF) de Julius Malema, que aunque han perdido votos y se han quedado con el 9,5%, podrían ser el próximo vicepresidente.
El partido de Nelson Mandela, que siempre abogó por la unidad de todos los sudafricanos después del apartheid e hizo de su partido un símbolo nacional, acabó perdiendo la mayoría precisamente a causa de su desunión. Utilizando el nombre del brazo armado que Mandela fundó para luchar contra el apartheid, uMkhonto weSizwe (MK), el ex presidente Jacob Zuma ha acabado dinamitando su antiguo partido. Obligado a dimitir en 2018 ante la amenaza de una moción de censura de su propio partido por una corrupción que dañaba la imagen del ANC, Zuma acabó uniéndose al recién creado partido este año.
El MK ha arrasado en la región de KwaZulu Natal, donde Zuma tenía su bastión, con el 4X% de los votos en la provincia, lo que lo ha elevado al tercer lugar a nivel nacional. Con una agenda de izquierda más radical que el ANC, con una tradición socialista pero amigable con el libre mercado, el MK ha robado votos al partido Economic Freedom Fighters, que no esperaba perder apoyo.
Su candidato presidencial, Julius Malema, es el exlíder de la juventud del ANC y defiende promover políticas marxistas y nacionalizar empresas en sectores clave, así como expropiar las tierras privadas de los blancos para compensar lo que la población negra perdió durante el apartheid.
En la oposición, el AD, el partido tradicional de los afrikaners blancos, ha logrado conservar la mayoría absoluta en el Cabo Occidental, pero allí ha perdido votos ante el ascenso de partidos de extrema derecha como la Alianza Patriótica o el Frente de la Libertad ( FFP). ). El primero ha centrado su campaña contra la inmigración irregular de africanos y el segundo, que nació en 1994, busca continuar con el apartheid, abogando por la autodeterminación de los afrikaners blancos en un Estado separado.
Los pactos definirán el rumbo del Gobierno
La legislación indica que el nuevo presidente de Sudáfrica debe ser nombrado dos semanas después de las elecciones, por lo que comienza una carrera contrarreloj para ver quién formará gobierno con el ANC. Una opción es que el partido de Ramaphosa intente gobernar solo si no se llega a un acuerdo, pero lo más probable es que así sea.
Las dos opciones más plausibles son que se una con el EFF de Malema o con el MK de Zuma. Después de todo, ambos líderes provienen del ANC y representan a antiguos votantes descontentos con el gobierno y atraídos por nuevas formas políticas.
Ahora bien, ambos ya han mencionado expresamente que no entrarían en coalición con un gobierno liderado por Ramaphosa. Debilitado por los resultados, él mismo podría dar un paso al costado en favor del vicepresidente Paul Mashatile. La otra opción es que su partido acabe obligándole a marcharse contra su voluntad, maniobra similar a lo que ocurrió con Zuma, que desde fuera le devolvería la moneda. Ahora bien, como se vio en el caso del ex presidente, esto corre el riesgo de dividir aún más al partido y podría ser un tiro en el pie.
Si termina llegando a un acuerdo con la EFF o el MK, Sudáfrica emprendería un giro económico hacia la izquierda. Ambos apuestan por ampliar el Estado con la nacionalización de sectores clave como el energético o el minero. Mientras que la EFF defiende políticas marxistas, el MK se basa más en el tradicionalismo zulú y buscaría concesiones para la región de KwaZulu-Natal y demandas históricas para reconocer la importancia para Sudáfrica de los zulúes, el grupo étnico mayoritario del país.
A nivel internacional, esto confirmaría el giro hacia el Sur Global con el apoyo de los BRICS+ de Sudáfrica. Durante la presidencia de Zuma, Sudáfrica ya empezó a girar hacia el Este y así lo ha confirmado la guerra en Ucrania, con Estados Unidos acusando al Gobierno de Ramaphosa de entregar armas a Vladimir Putin. Malema, del EFF, apoya la invasión rusa como una “guerra contra el imperialismo” y esto puede alejar a Occidente de un socio histórico en África.
La otra opción sería formar una gran coalición con la Alianza Democrática, aunque esto es menos probable por varias razones. Primero, porque el Congreso Nacional Africano tendría como socio al segundo partido del país y tendría que dar más peso en sus decisiones en el Ejecutivo que con los demás partidos. En segundo lugar, porque si el ANC ha perdido votos ha sido precisamente por su izquierda con la aparición del EFF y el MK, mientras que el AD ha mantenido un nivel similar de votos en las últimas elecciones.
Es decir, si el ANC quiere recuperar el electorado que le dio la mayoría absoluta, debe mirar a su izquierda y no a los liberales de AD. Pactar con ellos podría mejorar la previsión económica y la visión de país por parte de los inversores, pero supondría perder aún más su esencia y probablemente caer aún más en futuras elecciones.
Sea quien sea, Sudáfrica enfrenta una situación sin precedentes en su corta historia democrática. Ramaphosa tendrá que sentarse y llegar a un acuerdo por primera vez para poder ser reelegido presidente. El legado del apartheid ya no pesa tanto en un país con una edad promedio de 28 años y una generación ya nacida en democracia que anhela empleos y un futuro económico próspero.