El proyecto pueblo: cómo una malagueña y un islandés salvan el patrimonio arquitectónico de Málaga

El proyecto pueblo: cómo una malagueña y un islandés salvan el patrimonio arquitectónico de Málaga
El proyecto pueblo: cómo una malagueña y un islandés salvan el patrimonio arquitectónico de Málaga

Aún con la mascarilla puesta, la malagueña Sandra Cabello (39 años) y la malagueña Helga Joseps (40 años) llevaban unas semanas deambulando por los pueblos malagueños hasta que, de repente, supieron que habían llegado a su lugar. . Frente a ellos tenían una casa prácticamente derruida con un corral abandonado desde quién sabe cuándo. Eso era justo lo que buscaban: una vivienda con casi un siglo de historia construida en estilo tradicional, que conservase la esencia de la arquitectura vernácula y que tuviera posibilidades de rehabilitación contemporánea. Era la primavera de 2021 y nació The Pueblo Project, una iniciativa con la que ambos buscan salvar casas y evitar que el patrimonio colapse. Y lo hacen con las ideas claras: huyendo de la nostalgia y dotando al inmueble de un aspecto y uso actualizado al siglo XXI.

La islandesa Helga Joseps (izquierda) y la malagueña Sandra Cabello, impulsoras de The Pueblo Project, en la puerta de Casa Dolores.Sandra Marín

La semilla surgió durante la pandemia. Días antes de que el mundo cambiara para siempre, Helga llamó a su amiga Sandra para decirle que necesitaba irse de Madrid, donde vivía. Se sintió asfixiada. Viajó a Málaga. Poco después se cerraron las fronteras. “Nos quedamos sin trabajo y sin poder salir de casa”, recuerda Cabello. “Luego hicimos el mismo ejercicio que muchas otras personas: considerar qué es lo que realmente queríamos en la vida y cómo podríamos lograrlo”, añade. Ambos habían fantaseado años antes con comprar una casa en el barrio del Albaícín, en Granada, para restaurarla, pero esta vez apuntaron más cerca: buscarían algo en los alrededores de la ciudad de Málaga. Hicieron una lista de posibilidades, salieron a visitar lugares durante el periodo de desescalada y una casualidad les llevó a hacer una parada en un restaurante de El Borge, un pueblo en el que aún no se habían fijado. Se reunieron con el alcalde, Raúl Vallejo, quien les dijo que estaba haciendo un censo sencillo de viviendas disponibles en el pueblo. Fue la clave para encontrar la que sería su casa. Cuando recibieron las llaves no lo podían creer. “¡Lo hicimos! “¡Ya lo tenemos!” Joseps pensó entonces: “Fue un sentimiento de emoción y orgullo. Y también saber que ahora teníamos que hacerlo realidad y salvar la casa”.

El suelo de Casa Dolores está formado por ladrillos desgastados fabricados por la empresa Todobarro, de Vélez-Málaga.Carol Peña

La idea original era buscar una casa para reformar, de forma sencilla, ellos mismos, con las manos. Lo que tenían por delante requería un poco más de ambición y dieron el paso porque encontraron a las personas adecuadas. De un lado, la sabiduría del equipo formado por Chino y Paco Construcciones, albañiles de Almáchar -el pueblo más cercano- que tienen “mucha sensibilidad” en lo que hacen, según Cabello. Por el otro, OS-H Studio (con oficinas en Canarias, Barcelona y Málaga) que supo materializar lo que Sandra y Helga tenían en la cabeza. Posteriormente se incorporaron Jesús Moral y María José Bustos, de Beam Studio. “Lo que nos enganchó del proyecto fue la idea de mantener el patrimonio y además demostrar que es algo que se puede hacer, además con muy buenos resultados tanto a nivel estético como funcional”, explica Moral, quien también les ayudó en temas relacionados con el uso de materiales tradicionales. El propio pueblo de El Borge, con sus callejuelas, sus rincones, su entorno natural, sus leyendas de bandoleros y sus vecinos lo junta todo.

Imagen del dormitorio, arriba.Carol Peña

“Chicas, bajen eso”, le dijeron muchas de las personas que las vieron trabajar. El objetivo común siempre fue mantener en pie todo lo que pudiera quedar. Querían reformar, no construir desde cero, como es habitual en muchas ocasiones. “La idea clave era mantener la arquitectura tradicional y rehabilitarla”, defiende Sandra. Lo hacen así porque quieren que los pueblos blancos sigan manteniendo su imagen tradicional, para que no se pierda la arquitectura vernácula de cada lugar. “Es importante valorar y honrar lo que han hecho quienes nos precedieron, mezclándolo con el nuestro, uniendo lo viejo y lo nuevo. Estas casas tienen alma, se nota cuando estás dentro. Hay paz y conexión con la tierra”, afirma Joseps. “También es necesaria la rehabilitación para crear espacios singulares y permitir que caminar por un pueblo de la Axarquía siga siendo una experiencia que sorprende y conecta con los vecinos y sus puertas abiertas”, insisten estos emprendedores que dicen que entraron de una manera que fue una un poco inconsciente en un proyecto que incluyó mucha burocracia, meses de espera de permisos y mucha experimentación con materiales como la cal. “Pero sin experiencia no hay miedo, así que dimos el paso y ahora estamos muy contentos”, subrayan.

Los campos de aguacates y viñedos que rodean El Borge se cuelan en la casa a través del espejo del baño.Carol Peña

En la primavera de 2023, dos años después de ver esas ruinas por primera vez, se transformaron en Casa Dolores. Una fiesta a la que asistieron más de un centenar de personas sirvió para inaugurar el inmueble, cuyo resultado es exquisito. A pesar de mantener el volumen original de la casa, se ha conseguido darle un nuevo uso, inspirado en el propio pueblo y con varias ideas claras. La primera fue ampliar al máximo su espacio interior, por lo que se apropiaron de los corrales para ganar espacio en las paredes del interior. El segundo, no perder ni un ápice de luminosidad. Y, el tercero, dotarlo de relación entre vida interior y exterior, para mantener ese día a día tan cerca de las puertas de los pueblos. Para cumplir con todos sus objetivos, diseñaron una propiedad que también cuenta con dos patios: uno que hace las veces de jardín y otro, con mesa de madera y pérgola metálica, que da al barrio. “Es mi parte favorita: levantarme, desayunar en la terraza mirando la montaña. “Es mi momento”, afirma Joseps, que también destaca la piscina de la planta superior, al aire libre pero climatizada para que los inviernos también se den un chapuzón. En una de sus paredes hay un pequeño hueco para una virgen, rodeado de cirios y que recuerda a la tradición religiosa de la región.

Entre los elementos originales que se conservan destacan las vigas o muros de carga de casi un metro de ancho, construidas a principios del siglo XX con tierra y piedras de río y posteriormente encaladas. Lo antiguo se mezcla con lo nuevo también en el diseño de interiores. Hay estanterías empotradas, barandillas de forja realizadas por el herrero local Esteban y un innovador suelo, el del salón, de ladrillo rústico color paja fabricado por el equipo de Todobarro, empresa de Vélez-Málaga, también en Axarquía, que recupera las antiguas fórmulas de producción sobre azulejos tradicionales. “Con una base principal de color amarillo pajizo, este material se desvanece de forma natural y aleatoria, dando como resultado tonos anaranjados, rosáceos y matices verdosos”, afirma la firma veleña, destacando que el proceso proporciona apariencia de desgaste, adaptándose al entorno.

Sandra Cabello lleva dos años recorriendo mercados para encontrar las piezas de decoración ideales para Casa Dolores.Carol Peña

Para el resto de detalles, la propia Sandra pasó los dos años de transformación buscando tesoros en las huellas, que ahora forman parte de la propiedad. “Hay estructuras pensadas para lugares exactos, pero en otras ocasiones en lugar de diseñar para el espacio, ha sido el espacio el que ha dicho lo que cabe en él”, afirma la malagueña. Hay espacio para piezas de barro, damajuanas, vasijas con aspidistras y vajillas de cerámica de Fajalauza, tan reconocible por sus formas -como la clásica granada- y sus tonos azules y verdosos.

La vivienda está hoy disponible en alquiler vacacional para, entre otras cosas, recuperar la inversión y, con ella, poder continuar con la iniciativa. Este es el primer paso de The Pueblo Project, con el que Sandra y Helga ya planean revitalizar una pequeña casa de campo con andadores tradicionales al otro lado del río, también en El Borge. “La idea original era cambiar otros, pero finalmente surgió una oportunidad y queremos aprovecharla”, insisten. También tienen otros proyectos entre manos. El próximo mes de mayo, por ejemplo, han organizado un taller de cestería con la creadora textil Idoia Cuesta, que se realizará -en el marco del Festival Claro- en el patio del Museo del Sarmiento, un antiguo bar ubicado frente a la Casa Dolores. Mientras tanto, ya tienen previsto realizar jornadas de puertas abiertas en la casa para que más personas se animen a conocer las posibilidades de recuperar una vivienda con arquitectura tradicional y, por qué no, se animen a vivir en los pueblos.

La piscina, climatizada para nadar incluso en invierno, es uno de los elementos estrella de Casa Dolores.Carol Peña
 
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