Del fracaso en los Europeos al paso adelante en los partidos de Sumar

Pablo Iglesias ya pensaba en Yolanda Díaz como su relevo al frente del espacio alternativo de izquierda en el verano de 2020. La exvicepresidenta y exsecretaria general de Podemos había confirmado que su figura ya no contaba electoralmente como en años anteriores, y las campañas de descrédito contra él, su familia y su partido le habían pasado factura política y personalmente.

Díaz fue uno de los ministros mejor calificados del Gobierno y la acumulación de capital político que había logrado en el frente laborista era incuestionable. Iglesias lo planteó informalmente en varias ocasiones, pero ella lo rechazó y defendió que quería seguir liderando su labor como ministra, y sólo como ministra.

Algunas personas que la conocen explican que cuando Iglesias y otras voces de su entorno intentaron convencerla con más insistencia, la dirigente gallega se refugió más en su Ministerio y se centró más en los temas técnicos y gubernamentales que eran de su competencia. El Ministerio de Trabajo fue siempre su fortaleza, el lugar donde originó el capital político que le permitió construir Sumar y donde se siente más cómoda; lejos de batallas partidistas, siglas y listas electorales.

Ahora, tras un año al frente de la gestión de estas batallas, la refundación de las siglas y las tensas negociaciones sobre las listas electorales, Díaz ha decidido centrar sus esfuerzos en el Ministerio y la Vicepresidencia que lidera, lo que le ha valido un legado de reformas transformadoras en el mercado laboral (reforma laboral, legislación jinetesubidas del SMI…), y datos.

La semana que se cierra ha sido una de las más complicadas para el líder de Sumar, un auténtico tsunami que ha sacudido a una izquierda que había puesto sus expectativas de futuro en la figura de la vicepresidenta. Díaz dimitió este lunes como coordinadora general de Sumar, después de que el domingo sucumbiera la candidatura que avaló como líder del espacio en las elecciones europeas, en las que sólo obtuvo tres diputados, y en las que, por primera vez en su historia, Estados Unidos La izquierda quedó fuera del Parlamento Europeo.

Una hipótesis fallida que abre una nueva etapa

La propia dirigente gallega explicó días después que “cuando hay malos resultados electorales, el líder visible tiene que asumir la responsabilidad de todos”, pero detrás de su decisión había más factores y una complejidad mayor que la del sacrificio del capitán cuando el barco hace agua.

La hipótesis propuesta por Sumar de reorganizar la izquierda no estaba funcionando. Las partes no acababan de sentirse cómodas en un espacio que, a grandes rasgos, comenzaba a gestarse con tintes de Fórmula en la que se basó Unidas Podemos: una alianza en la que una fuerza (Podemos primero y Sumar, después) destacaba por encima del resto y gestionaba el capital político de todas, aunque de diferentes maneras (Díaz optó por formar un partido de partidos en el que las organizaciones tenían el 30% de peso en el máximo órgano de decisión).

A su vez, Díaz y su equipo vieron casi semana tras semana lo complejo que es gestionar una coalición en la que los partidos tienen intereses diferentes (a veces tácticos, pero a veces también estratégicos). Dadas las diferencias que existían entre las formaciones, la forma de apoyar la unidad se basaba en ocasiones en priorizar algunos intereses sobre otros en un juego que a veces consistía en evitar que las costuras apretadas se rompieran por alguna parte.

Si IU tenía cartera en el reparto ministerial del Gobierno, otros partidos tenían peso en el liderazgo del grupo parlamentario. Y si Compromís no hubiera tenido ni ministerio ni el cargo parlamentario que reivindicaba, había que garantizarle una posición de salida en las elecciones europeas (el partido valenciano llegó a proponer abandonar el grupo parlamentario si sus exigencias no eran atendidas a nivel europeo).

Manteniendo la coalición sin generar una unidad política real, Sumar empezó a construirse en un proceso que, claramente, fue torpedeado desde el principio por un intenso ciclo electoral con una ola reaccionaria de fondo que mantuvo (y mantiene tras las elecciones europeas) la izquierda. A la defensiva.

La fórmula de la unidad, una tarea de los partidos

El desgaste por cuestiones partidistas y los resultados electorales le pasaron factura a Yolanda Díaz, que al final optó por apartarse de la organicidad a centrarse de lleno en su ministerio y en intentar sacar al Ejecutivo de coalición de una parálisis legislativa que, de momento, no parece preocupar al PSOE.

Con Yolanda Díaz fuera del rol de arquitecta de la izquierda, los partidos dieron un paso adelante e hicieron llamados a la construcción de espacios colaborativos que en el futuro puedan facilitar alianzas políticas y electorales estables. Durante esta semana y las próximas, Movimiento Sumar, Más Madrid, Catalunya en Comú e Izquierda Unida han mantenido y mantendrán reuniones de sus respectivas ejecutivas para empezar a trazar una hoja de ruta en este sentido.

Los intereses de cada organización siguen siendo diferentes en muchos aspectos, pero, al menos eso es lo que transmiten, la vocación de unidad es compartida, aunque una de las cuestiones claves en el futuro será el tipo de unidad que se acabe imponiendo (una unidad estructural con órganos permanentes y colaboración constante, o una fórmula de acuerdos específicos en momentos concretos que se adapte a cada situación electoral y política). situación. ).

Con una figura como Díaz al margen de estas tareas, los partidos comparten la necesidad de establecer relaciones horizontales, de igual a igual. Éste es, al menos, el discurso que se sostiene en momentos en que las elecciones se miran desde lejos.

Díaz regresa al ministerio del que no quiso salir cuando le encomendaron la tarea de reorganizar un espacio complejo, convulso, y en ocasiones definido por malas relaciones personales. Si finalmente no hay una alianza de izquierdas en el futuro, las formaciones no podrán confiar en la premisa de que la unidad fracasa cuando no se basa en mecanismos democráticos y relaciones horizontales; Ya no hay arquitecto ni primus entre pares.

 
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