Petro, desbocado | EL ESPECTADOR

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El presidente Petro acuñó la tesis antidemocrática y peligrosa de que cualquier intento de cualquier autoridad de husmear en su propiedad es un “golpe blando”. La única justicia que acepta el presidente es la que le prodigan sus fans.

Cuando las investigaciones oficiales aparecen en la Casa de Nariño o en los despachos petristas pura sangre, Petro pone el grito en el cielo y grita que la democracia está en riesgo y que “ha comenzado el golpe de Estado”. Se trata de una exageración presidencial porque quienes amenazan con derrocarlo y perforar su poder son sus aliados que él mismo nombró, especialmente aquellos que se hicieron ricos. El impulsor del mismo fue Petro y hoy es víctima de su propia invención.

Si bien Olmedo López ha exonerado sorprendentemente al presidente y al Gobierno de los negocios sucios detectados recientemente, lo cierto es que no es creíble que el supuesto pago de 4.000 millones de dólares a los presidentes del Congreso fuera una mera imprudencia o un simple malentendido. No, allí pasó algo gravísimo que se debe saber pronto, aunque, tal como van las cosas, parece que han ablandado a este Olmedo, a juzgar por sus declaraciones halagadoras y llorosas dándole bandera blanca al Gobierno. Esperemos que no pase lo mismo con Sneyder Pinilla.

Petro sorprende y asusta, porque a protestar porque el CNE pretende formularle un pliego de cargos a él y al presidente de Ecopetrol por el financiamiento de su costosa campaña electoral, responde con llamas de fuego, como que hay una ruptura constitucional para a lo cual hay que responder “con la fuerza del pueblo”. ¿Bogotazo?

El Gobierno no puede afirmar que la Corte Suprema, el Tribunal Constitucional, la Fiscalía, la Procuraduría General de la República y el CNE estén subidos a la montaña rusa de la conspiración. No es posible, por ejemplo, impedir que las cuentas de campaña sean investigadas, ya sea por el CNE –procedimiento en el que el impresentable exrepresentante a la Cámara Álvaro Hernán Prada debería declararse impedido porque su presencia deslegitima cualquier decisión– o incluso por la Comisión de Acusaciones, porque esa solución fractura el Estado de Derecho. Una cosa es que el CNE no pueda investigar a Petro, porque violaría su fuero constitucional, y otra muy distinta es que no pueda examinar y revisar las cuentas de su campaña, porque puede y debe hacerlo.

Ahora Petro tiene que descubrir que si finalmente la Comisión de Acusaciones lo va a juzgar por cualquier cosa, incluida la violación de los límites, sus copartidarios que forman parte de esa célula legislativa tendrían que declararse inhabilitados, porque su jefe invitó “todos los pedidos del Pacto Histórico para reunirse de inmediato y las fuerzas sociales del país a prepararse contra el intento de irrespetar el voto popular”. De no ser así, se repetiría la historia de Uribe, que renunció al Senado para deshacerse de la Corte Suprema y ponerse en manos de la Fiscalía de Barbosa, que lo trató con dulce parcialidad.

El presidente está ausente, porque sigue creyendo que el único “voto popular” fue el que lo ungió presidente en 2022, ignorando que en 2023 las fuerzas políticas se realinearon y el Gobierno perdió las elecciones en Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla. , Cartagena y Bucaramanga, por solo mencionar esas grandes ciudades. Dejemos que Petro aterrice, porque ya no depende de 11 millones de votos. En efecto, si de respetar el voto popular se trata, como grita, debe escuchar y respetar a las fuerzas políticas que lo derrotaron el año pasado, pero, más aún, está obligado a no cuestionar el orden institucional.

Petro está tan equivocado que, incluso en el escenario de que no hubiera perdido las últimas elecciones regionales y todavía tuviera los millones de votos iniciales, en ese caso no tendría excusa para impedir que la justicia cumpla su misión. Ningún demócrata se opone a la justicia ni se resiste a ella con el objetivo de defender el voto popular. ¿A que le tiene miedo?

Tiene razón Petro cuando amenaza con su estribillo que no tiene miedo porque dice: “Yo seguiré hasta donde diga el pueblo, iremos donde el pueblo colombiano ordene”. El sostén de la familia con sus arrebatos de ira no es él sino las personas que tienen que soportarlo.

Apéndice. El Estado de Israel tiene derecho a existir y defenderse, pero no a aniquilar al pueblo palestino. No a la invasión de Rafah.

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