Los humanos y el cambio climático llevaron al rinoceronte lanudo a la extinción

Los humanos y el cambio climático llevaron al rinoceronte lanudo a la extinción
Los humanos y el cambio climático llevaron al rinoceronte lanudo a la extinción

Fue lo que los militares llaman una maniobra envolvente. Después de 2,5 millones de años prosperando en toda Eurasia, incluida la Península Ibérica, el rinoceronte lanudo (Coelodonta antiquitatis) retrocedieron cada vez más al este y más al norte, perseguidos por el mal tiempo y rematados por los neandertales y, sobre todo, por el hombre moderno. Al final, cuando la edad de hielo hubo pasado y el planeta entró en la era actual, como les ocurrió a los mamuts y a la mayor parte de la megafauna, sólo unos pocos quedaron en el extremo noreste de Siberia. No cruzaron a América por el estrecho de Bering, se extinguieron antes. Ahora, la modelización de aquel retiro ha permitido repartir culpas: las fluctuaciones climáticas hicieron que su ataúd y la caza humana pusieran los clavos. Los autores de esta investigación creen que cuatro de las cinco especies de rinocerontes restantes también están en el mismo camino hacia la extinción. Pero les quedan algunas rutas de salida.

La extinción de la mayor parte de la megafauna (en sentido amplio, animales que pesan más de 1.000 kilogramos) del Pleistoceno tardío es uno de los mayores enigmas que ha complicado la vida de los paleontólogos. Mamuts, gliptodontes, mastodontes, rinocerontes lanudos, osos de las cavernas… y así, hasta unas 65 especies existían mucho antes de que comenzara la última glaciación (hace unos 126.000 años). Todavía estaban en la Tierra cuando los humanos modernos comenzaron su expansión desde África y llegaron a Europa occidental hace unos 55.000 años. Durante milenios, neandertales, sapiens y varias especies de gran tamaño, tanto megaherbívoros como carnívoros que convertirían al león en un gran felino, compartieron espacio. Pero al final de este período, cuyo final estuvo marcado por el fin de la glaciación, hace unos 12.000 años, dando paso al período cálido del Holoceno, se podían contar con los dedos de las manos las especies de grandes animales que quedaron . Hoy en día, dejando de lado a los bisontes europeos y americanos, en África sólo quedan hipopótamos, elefantes y rinocerontes y otras especies de los dos segundos en el sur de Asia. Estudiar al rinoceronte lanudo podría ayudarnos a saber qué pasó con los otros rinocerontes extintos y qué les espera a los que quedan.

Investigadores de varias universidades europeas, australianas y chinas han recopilado cientos de referencias a restos de rinocerontes lanudos (ya sea en el registro fósil, en forma de huesos o en su ADN antiguo) de los últimos 52.000 años para alimentar un modelo en el que también incluyó la evolución del clima en Eurasia (este animal vivió desde la Península Ibérica hasta el extremo oriental de Asia). Lo completaron con la presencia también en el registro fósil de neandertales y la progresiva ocupación del territorio por los humanos modernos. La datación y localización de cada registro les ha permitido trazar un mapa dinámico con la evolución de la distribución de estos rinocerontes. El mapa y todo el trabajo, publicado en la revista científica PNAS, demuestra que el cambio climático no los mató, como defienden los tirios. Tampoco las distintas especies humanas, como afirman los troyanos. Fueron ambas cosas.

“Le dimos el golpe de gracia, pero era una especie que ya estaba muy enferma, había entrado en una dinámica negativa, recesiva, principalmente por el cambio climático”, afirma el profesor de la Universidad de Copenhague (Dinamarca) y co- Autor del estudio, David Nogués. Cuando los humanos modernos llegaron y se expandieron por Eurasia, en plena Edad del Hielo, incorporaron a su dieta megaherbívoros como el mamut o el rinoceronte lanudo. Pero el registro fósil no detecta una disminución significativa de las poblaciones animales hasta muchos milenios después. “Detectamos las diferencias cuando el planeta se dirige hacia el máximo glaciar”, añade. La última glaciación, llamada glaciación de Würm, tuvo un pico de frío hace entre 26.000 y 20.000 años, cuando el hielo en el hemisferio norte cayó hasta el borde superior de lo que hoy es Estados Unidos y en Europa, hasta Alemania. Y más al sur, cientos de kilómetros de permafrost. “Lo que pasó con los ecosistemas es que la productividad de las plantas colapsó. Eso hizo que los herbívoros tuvieran menos para comer”, añade Nogués.

El ataúd ya estaba listo. Los rinocerontes están desapareciendo de Europa y de casi toda Siberia, quedando restringidos a la franja sur de Siberia, la meseta tibetana y, en el extremo norte, Beringia. El registro fósil también detecta un consumo creciente de este animal por parte del hombre moderno, que además de lanzas ha incorporado flechas y otros proyectiles a sus armas de caza. Lo resume el profesor del Instituto Medioambiental de la Universidad de Adelaida (Australia) y primer autor del estudio, Damien Fordham: “Desde hace unos 30.000 años, una combinación de temperaturas frías y niveles bajos pero sostenidos de caza provocaron la distribución de rinocerontes lanudos al sur, atrapándolos en hábitats aislados y en rápido deterioro hasta el final de la Edad del Hielo”.

“A medida que la Tierra se derritió, las poblaciones de rinocerontes lanudos no pudieron colonizar los nuevos hábitats que se estaban abriendo en el norte de Eurasia”.

Damien Fordham, profesor del Instituto Ambiental de la Universidad de Adelaida, Australia

Pero la tapa del ataúd fue cuestión de tiempo, esta vez en sentido contrario. Tras el máximo glacial comienza un lento calentamiento que durará unos 10.000 años. El hielo está retrocediendo, liberando grandes áreas que una vez más estaban disponibles para los megaherbívoros. “A medida que la tierra se descongelaba y las temperaturas aumentaban, las poblaciones de rinocerontes lanudos no pudieron colonizar los nuevos hábitats que se estaban abriendo en el norte de Eurasia, lo que provocó que sus poblaciones se desestabilizaran y colapsaran, lo que llevó a su extinción”. Detalles de Fordham. Los autores reconocen no saber exactamente qué pasó, pero los rinocerontes lanudos ya no aparecen en el registro fósil en la mayor parte del territorio que alguna vez ocuparon. Aquí introducen elementos de teoría ecológica para explicarlo: los grupos que quedan estaban en un hábitat fragmentado, aislados. Por lo que se sabe de los rinocerontes actuales, su movilidad es muy limitada y con la fragmentación se reduce el intercambio genético entre poblaciones, lo que debe haber reducido su capacidad de adaptación a los cambios ambientales. Y en cada generación, el número se reducía gracias a la caza.

Los últimos rinocerontes lanudos sobrevivieron, como los mamuts, en el extremo noreste, en el lado asiático del estrecho de Bering. Durante el máximo glacial, Beringia permaneció relativamente libre de hielo y se convirtió en un refugio climático. Pero la especie ya estaba condenada. Los últimos ejemplares de esta especie se extinguieron hace poco más de 9.000 años.

“La carretera que llevó al rinoceronte lanudo a la extinción es donde se encuentran el resto de los rinocerontes”.

David Nogués, investigador de la Universidad de Copenhague, Dinamarca

“Las extinciones no son la extinción del último individuo. No son un acontecimiento, son un proceso”, resalta Nogués. “Hay diferentes carreteras que te llevan hacia la extinción. No hay uno solo, pero lo que sabemos es que lo que llevó a la extinción del rinoceronte lanudo es aquel en el que se encuentran el resto de especies de rinocerontes, con los mismos procesos: fragmentación del hábitat, caza, incapacidad de las poblaciones para conectarse. …”, él añade. Y esto ocurre en el rinoceronte negro y las tres especies asiáticas. La subespecie blanca del norte está prácticamente extinta y sólo quedan dos ejemplares en cautiverio. Pero el investigador español también destaca que, en esta ocasión, hay un factor que no estaba presente en el pasado, la conciencia humana de su responsabilidad y de su capacidad para dar una alternativa a estos animales que parecen provenir de la prehistoria: “Hay una especie, el rinoceronte blanco, cuya población en el sur era de apenas 100 animales hace un siglo y ahora supera los 18.000 ejemplares. Es uno de los ejemplos clásicos de que, cuando pones dinero, ganas, recursos, medios, decisiones políticas, puedes recuperar el mundo natural”.

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