Horacio Vogelfang: amor por la medicina

Horacio Vogelfang: amor por la medicina
Horacio Vogelfang: amor por la medicina

Sábado 8.6.2024

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Última actualización 14:38

Reconocido por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires en 2017, Vogelfang analiza en entrevista exclusiva cómo ha evolucionado la conciencia sobre la donación de órganos en las últimas décadas y la importancia de las campañas de concientización para salvar vidas.

Horacio Vogelfang es un ícono del trasplante pediátrico. En el año 2000 creó el programa Garrahan Heart Transplant. Allí realizó más de 60 trasplantes de corazón a niños hasta junio de 2019. Actualmente continúa realizando trasplantes en el sanatorio de la Obra Social de Empleados de Comercio. En 2017, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires lo declaró personalidad destacada en Ciencias Médicas. En diálogo con este medio analiza cómo ha evolucionado la donación de órganos en las últimas décadas.

—¿Cómo evalúa la sensibilización en relación a la donación de órganos?

—Noto que en los últimos tiempos, descontando la edad pediátrica de muy bajo peso, hay un aumento en la donación. Me parece que lo que más influye es la difusión del tema. Porque creo que la gente cada vez es más consciente de la donación de órganos. Y, como dicen ahora, estamos atravesando un cambio cultural. Creo que el tema ha dejado de dramatizarse tanto que cuando las personas pierden a un familiar o un ser querido saben que la donación es una alternativa que acompaña a la muerte.

—¿Cómo profundizar esta conciencia?

—Hay que seguir difundiendo… Como es algo que depende de un gesto altruista, humanitario, creo que esa concientización es fundamental. Debe haber campañas permanentes. Considero que es importante difundir no tanto una petición dramática de órganos, sino que hay un paciente que está gravemente enfermo y lo necesita. Esta petición en general siempre va acompañada de un sentimiento de culpa. Por otro lado, es importante difundir los trasplantes realizados y la buena calidad de vida que tienen los pacientes trasplantados. Éste es el paradigma internacional. En países como España, con un índice de donantes muy elevado, las campañas son fundamentales y constantes.

—Las campañas ayudan a plantearse la decisión en momentos difíciles…

—Cuando una persona pierde a un ser querido por un hecho abrupto, el grado de tristeza hace que, si no hay una fuerte conciencia sobre la donación de órganos, se pierda al potencial donante. Un donante es alguien que tiene muerte cerebral, lo que significa que el cuerpo continúa funcionando durante algunas horas con medidas de terapia intensiva. Esto puede extenderse a uno, dos días, pero no mucho más. Entonces el deterioro elimina la posibilidad de una donación.

—¿Es más complejo en el caso de niños y niñas?

—Es un universo de pacientes con características muy especiales. Los niños y las niñas necesitan un donante que se ajuste a su peso y superficie corporal. Es cierto que en las enfermedades cardíacas que requieren un trasplante, el corazón suele dilatarse mucho y crear un espacio propio que luego le permite albergar un corazón más grande del que normalmente correspondería a un paciente de ese tamaño. Pero siempre cuanto más pequeño es el paciente, menos donantes hay. En pediatría, las enfermedades que los pacientes sueñan con llevar a la muerte son enfermedades que de por sí contraindican ser donante. Por lo tanto, por lo general, para ser donante, un niño debe sufrir muerte cerebral como consecuencia de un accidente y no de una enfermedad crónica.

Un detalle importante en el caso de la pediatría y los trasplantes de corazón es que hoy existen dispositivos, como los llamados corazones artificiales, que permiten al paciente sobrevivir con asistencia durante meses. Esto extiende el tiempo en el que pueden esperar a que llegue un donante adecuado.

—¿Cómo te sientes cuando escuchas hablar de familias que, en momentos de dolor, deciden donar los órganos de una persona fallecida?

—Hay dos momentos muy emotivos para mí. Una es cuando se acepta la donación de órganos. Hay un gesto verdaderamente enorme de solidaridad comunitaria. El trasplante, para decirlo en términos científicos, es una actividad médica, técnica y científica. Pero si hay un milagro es ese: que una madre o un padre, al perder un hijo, acepte que los órganos puedan usarse para que otro pueda seguir viviendo.

Vogelfang realizó más de 60 trasplantes de corazón infantiles hasta junio de 2019 en Garraham.

Cada 30 de mayo en Argentina se celebra el Día de la Donación de Órganos, un día en el que estamos invitados a reflexionar sobre este gesto altruista que ayuda a salvar y mejorar vidas. ¿Qué pasó el 30 de mayo?

Esa fecha, en 1997, María Obaya dio a luz a su hijo Dante y fue la primera vez que una mujer trasplantada en un hospital público se convertía en madre. “Es una prueba de que la donación de órganos no sólo salva vidas, sino que también crea otras nuevas”, repitió en numerosas ocasiones la mujer, fallecida en 2021.

María padecía hepatitis autoinmune desde hacía una década y recibió un trasplante de hígado en el Hospital Argerich de la Ciudad de Buenos Aires. El donante era un joven de 19 años que había fallecido en un accidente de tráfico. La decisión de su familia de donar también permitió un trasplante de corazón, córnea y dos pulmones.

Hoy en Argentina hay 7.152 personas en lista de espera que necesitan un trasplante. Cada año hay más de 300 donantes. Pero es necesario aumentar el número.

En esta línea, la Ley Justina marcó un gran avance, ya que cualquier persona mayor de edad es donante salvo que se haga explícita la decisión contraria. En cualquier caso, expresar el deseo de donar a sus seres queridos en vida ayuda a garantizar que esos órganos realmente puedan usarse para trasplantes.

 
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