El CDMX vivió este fin de semana una de esas postales que rara vez se repiten: dos de las grandes estrellas del pop mundial que ofrecen conciertos en la capital mexicana con solo horas de diferencia. Lady Gaga y Katy Perry, íconos de toda una generación, transformaron la ciudad en un carnaval de luces, pelucas, lentejuelas y euforia.
Durante años, la narrativa de los medios alimentó una supuesta rivalidad entre ellos. En 2013, Gaga lanzó “aplausos” casi al mismo tiempo que Perry estrenó “rugido”, y desde entonces la prensa no dejó de comparar sus cifras de ventas, looks, videoclips e incluso los niveles de estridencia en sus discursos. La maquinaria del espectáculo sabía cómo jugar sus cartas enfrentando a dos mujeres exitosas, como si el trono pop no pudiera ser compartido.
Pero este fin de semana algo cambió. El concurso se disolvió entre gritos y aplausos cuando Katy Perry fue capturada entre el público del último concierto de Gaga en la ciudad. Las cámaras la mostraron emocionada, grabando con su teléfono celular y aplaudiendo con entusiasmo. Luego, en las redes sociales, escribió: “Estoy muy orgulloso de ti”. Un gesto pequeño pero poderoso que dejó en claro que la verdadera competencia está consigo misma.
Gaga hizo que el estadio seguro del GNP vibrara con himnos como el mal romance, Abracadabra y Alejandro mientras dedicaba cartas en español a sus pequeños monstruos. Por su parte, Perry hizo lo mismo que se abalanzó por el aire mientras está encantado con el CDMX Arena con clásicos como Dark Horse, ET o “Roar”.
Más allá de la nostalgia pop, los atuendos excéntricos y las coreografías perfectas, este fin de semana mostró que la música también puede curar las viejas heridas. Quizás es hora de dejar las demandas prefabricadas por la industria, lanzar la necesidad de elegir a los lados y simplemente disfrutar de lo más importante: la música.
*Alejandro y la cultura Morbo*
Mientras que en la capital había una fiesta de colores, música y reconciliación, se desarrolló una historia completamente diferente en las redes sociales. Alejandro Cortés, un hombre de 20 años, murió ahogado en las playas de Cancún después de arrojarse al mar para tratar de salvar a un amigo. Su cuerpo fue encontrado días después, en condiciones devastadoras, y desde entonces se convirtió en objeto de la cobertura de los medios mórbidos y una conversación en redes llenas de insensibilidad.
Los titulares como “Devorados por tiburones” y publicaciones que filtran la última foto de Alejandro han generado una avalancha de comentarios crueles y deshumanizantes. Hay quienes se burlan de la condición de su cuerpo, mientras que otros incluso usan su historia para justificar discursos misóginos contra los jóvenes salvados por Alejandro. La tragedia se transformó en un espectáculo por la prensa y el césped para la escantadura en las redes.
Más allá de la falta de ética de los medios, lo verdaderamente alarmante es la respuesta de las personas. En los comentarios de las publicaciones hay frases abundantes que reflejan una descomposición social preocupante. El valor de una vida se mide en clics, y el sufrimiento de los demás se convierte en entretenimiento. La empatía se diluye entre memes y sarcasmo, como si estuviéramos entrenados para no sentir, no mirar más allá de la morbilidad.
Alejandro murió como un héroe. Se arrojó al mar sabiendo que tal vez no regresaría, pero convenció que debería ayudar. Y, sin embargo, fue tratado como una anécdota grotesca por aquellos que ni siquiera se detuvieron a pensar que detrás de esa historia había una familia rota, un amigo salvado y un acto de amor. El problema no es solo información errónea o falta de regulación de los medios, sino una cultura que parece cada vez más indiferente al dolor.
En un país donde las tragedias se multiplican todos los días y donde se normaliza la violencia, es urgente repensar nuestra forma de consumir noticias. ¿Qué nos dice sobre nosotros mismos que el cuerpo de un joven valiente se convierte en una tendencia para su estado físico y no para su acto heroico? ¿Cuándo dejó de ser suficiente el horror para movernos?
Quizás el verdadero mensaje de este fin de semana está en ese contraste: entre la hermandad que florece en un concierto y la crueldad que se multiplica en los comentarios. Entre la música que nos une y la morbilidad que nos separa. Porque si algo es claro para nosotros es que, hoy más que nunca, necesitamos elegir qué lado de la historia queremos ser.
*Arte que se libera*
Hablando de hacer historia, la vida de miles de personas privadas de libertad está a punto de cambiar gracias a “Art for Freedom”, un proyecto conjunto del gobierno federal con la iniciativa privada que representa una segunda oportunidad para uno de los sectores más segregados de nuestra sociedad. Fue esta semana que, en colaboración con la Fundación Slim, el Ministerio de Seguridad y Protección de Ciudadanos anunció el lanzamiento de esta marca de productos artesanales preparados por personas en prisión, que no solo puede asumir un beneficio económico para sus familias, sino que también puede dirigirse a la reintegración social a través de habilidades que los acompañan después de su confinamiento.
Hasta ahora, Art for Freedom ha alcanzado en 14 centros federales de reintegración social (Ceferesos) en 12 estados de la República, y ha beneficiado a unas 52 mil personas. Este es el tipo de historias que, en medio de un mundo que parece cada vez más deshumanizado, vale la pena continuar: las de reintegración y reclamo.
*Alianzas que se mueven*
Al entrar en las buenas noticias, la nueva alianza entre el gas oxxo y didi representa un ejemplo de colaboración que beneficia directamente a aquellos que hacen posible el sistema de transporte bajo demanda en México. A partir del 28 de abril, los conductores DIDI pueden acceder a descuentos de gasolina en estaciones de gas Oxxo seleccionadas en seis estados del país, lo que se traduce en ahorros mensuales de hasta 1.300 pesos. El incentivo no es menor, en un contexto en el que los costos operativos afectan directamente la rentabilidad de miles de trabajadores independientes. Esta iniciativa no solo representa una acción comercial, sino también un reconocimiento del papel que juegan estos conductores en la economía diaria.
A través del programa Spin Premia, esta alianza no solo ofrece descuentos, sino también acceso a recompensas adicionales que fortalecen la lealtad del usuario. Con ocho estaciones personalizadas y operativas hasta el 11 de junio, el proyecto sugiere que el vínculo entre las empresas de servicios tecnológicos y tradicionales puede generar nuevas formas de cooperación. Si bien la rentabilidad y la experiencia del usuario son los motores inmediatos de esta alianza, su verdadero impacto se medirá por la capacidad de replicar en más regiones y ampliar los beneficios a una red de movilidad cada vez más esencial.
Entre los aplausos, las tragedias y las nuevas oportunidades, este fin de semana dejó en claro que no todo se pierde. Desde los actos de empatía entre las divas pop hasta los esfuerzos para transformar el confinamiento en el arte o hacer el trabajo diario de miles de conductores, cultura, en todas sus formas, sigue siendo ese espacio donde todavía es posible reconciliarse con el humano. Frente al ruido y la deshumanización, la música, la solidaridad y las alianzas inteligentes nos recuerdan que todavía hay razones para creer.