“Crítica Miranda, de viernes a lunes”: crónica de un terremoto interno

“Crítica Miranda, de viernes a lunes”: crónica de un terremoto interno
“Crítica Miranda, de viernes a lunes”: crónica de un terremoto interno

6 – MIRANDA, DE VIERNES A LUNES
(Argentina/2024)
Dirección y guión: María Victoria Menis
Duración: 86 minutos
Intérpretes: Inés Estévez, Ricardo Merkin, Elvira Oneto, Luciana Grasso, Laura Grandinetti y Diego de Paula
Estreno en cines

No todas las transformaciones son iguales. Algunos se manifiestan claramente hacia el exterior y otros sólo discurren por teleféricos internos. Los hay que tienen un punto de partida definido y los que son fruto de una extensa decantación. Algunas florecen para marcar el inicio de una etapa más afortunada; otros, cerrar uno con varias experiencias desagradables. La que atraviesa Miranda tiene un poco de todo. El protagonista del regreso del director al largometraje de ficción María Victoria Menis (el pequeño cielo, La cámara oscura, María y la araña) después de un recorrido por el documental (Mi historia en el cine.) tiene 48 años y es Profesora de literatura en una escuela cuya rutina educativa explota tras la denuncia de abuso de un estudiante. Detalle sin menor importancia: el año es 2016 y el ola Verde Recién está empezando a ganar fuerza.

La fecha es clave para entender la actitud de Miranda ante esta situación y los movimientos posteriores de sus variables emocionales. Por eso responde al silencio de las autoridades haciendo lo que sus compañeros no hacen, es decir, apoyar abiertamente a la joven, lo que la lleva a regresar a su casa rodeada de aplausos de los estudiantes. Desde esa apertura, Miranda, de viernes a lunes Resumirá sus experiencias durante el período de tiempo del título. Un par de días como tantos otros, si no porque serán pródigos en cambios “sin espectacularidad, pero con fondo”, como precisamente definió la actriz. Inés Estévez ante el periodista Oscar Ranzni durante la entrevista publicada en estas páginas el domingo.

Mientras recibe llamadas de sus compañeros recomendándole usar chanclas para proteger su trabajo, él pone pecho a una dinámica familiar muy particular. Tiene dos hijas adolescentes, una con problemas de maduración (muy justa Luciana Grasso) y otra (Laura Grandinetti) dispuesta a extender sus alas y comenzar su vida adulta, un padre italiano con demencia (Ricardo Merkin por momentos en plan alivio comico) que vive en una residencia de ancianos y la lleva a casa unos días, y una madre (Elvira Oneto) que le enseñó a fumar cuando tenía diez años para que “no tuviera que fumar sola”. Se une a un novio que está fascinado con Villa Gesell -lugar que odia-, del que sólo conoceremos su voz por teléfono y su ex y padre de las hijas (Diego de Paula) con quien se lleva muy bien. Se llevan tan bien que el chico vuelve a la carga para intentar recomponer el romance. Miranda, como casi todas las mujeres, es hija, madre, trabajadora y novia al mismo tiempo.

Por si fuera poco, Miranda quiere volver a cantar, pasión que dejó por motivos que no especifican, pero que muy probablemente estuvieron ligados a su maternidad. No es descabellado leer en esa situación -una asignatura pendiente que la película ilustra apelando al realismo mágico- el germen de su actitud en el colegio. A Miranda le pasa todo, por dentro y por fuera. Del primero, Estévez da pequeñas pistas, porque su interpretación es de un estilo contenido, más implosivo que explosivo. La segunda le corresponde a Menis, que la filma con devoción, pero sin asfixiarla golpeándola con la cámara ni bombardeándola con primeros planos. El suyo es un comportamiento de observación más bien íntimo y modesto, a bastante distancia. Buena manera de hacer visible un terremoto imposible de captar con un sismógrafo.

 
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