8.300 puntos básicos de caída de tipos en menos de 5 meses, ¿qué puede salir mal? – .

8.300 puntos básicos de caída de tipos en menos de 5 meses, ¿qué puede salir mal? – .
8.300 puntos básicos de caída de tipos en menos de 5 meses, ¿qué puede salir mal? – .

Y además la dirección de la marcha es extraordinaria. Es lo contrario de lo que la teoría monetaria convencional sugiere como política para revertir un proceso inflacionario y, por tanto, es contrario a lo que hacen los países para contener la inflación. De hecho, aumentar las tasas de interés se ha convertido en la principal herramienta para regular la inflación a nivel mundial. Las tarifas no se reducen para combatir el aumento general de precios porque se supone que su reducción estimula la demanda de bienes y servicios y, en consecuencia, pospone ahorros que podrían canalizarse hacia inversiones. Si la prioridad, como dicen las autoridades gubernamentales, es eliminar la inflación y promover la inversión privada, respecto a la visión ortodoxa y hegemónica, están siendo contradictorias.

La decisión de bajar los tipos tan rápidamente es en realidad una maniobra urgente y contraria a las expectativas. Analistas de mercado consultados por el BCRA el 30 de noviembre proyectaron, en promedio, que en mayo la tasa sería del 124,3% y bajó al 50% (por ahora). El gobierno busca así estimular la demanda de dólares en un período del año en el que se espera y también busca impulsar una mayor liquidación de monedas agrícolas con un tipo de cambio de exportación no tan bajo.

Los tres factores que permiten bajar el tipo de cambio sin provocar una corrida cambiaria

La viabilidad de esta acción, paradójicamente, se basa en tres fenómenos anómalos que expresan la enfermedad de nuestra economía. En primer lugar, El actual estado de depresión hunde el consumo y, por tanto, la demanda de bienes importados y de fabricación local que contienen insumos importados no genera altas presiones cambiarias.. El índice de la consultora Orlando Ferreres, que suele anticipar con precisión los resultados de los informes del INDEC, es lapidario en este sentido. Su medición revela que la actividad general cayó un 9,7% en marzo pasado y la industria (principal consumidor de bienes de capital y bienes intermedios fabricados en el extranjero) se desplomó un 12,8%.

En segundo lugar, esta enorme reducción de los tipos también puede aplicarse porque los controles de las importaciones siguen siendo rígidos, más allá del discurso oficial. Los importadores que deciden canalizar sus compras en el exterior a través del contado con líquido (CCL), en la práctica, quedan prácticamente excluidos del acceso al Mercado Único y Libre de Cambios (MULC).. Esto se debe a que, según la normativa vigente para operar a través de CCL, deben esperar al menos tres meses desde que ingresaron al MULC y luego se les inhibe por otros tres meses para operar nuevamente en CCL, si desean regresar al MULC. . En estas condiciones, una empresa que necesita importar con cierta regularidad para realizar su negocio tiene pocas probabilidades de regresar al MULC si decide dar el salto al CCL.

Ninguno de los dos canales de suministro de divisas es sencillo, pero Incluso con el impuesto PAIS (aplica solo en el MULC) y los retrasos para acceder al pago de deudas con proveedores en el exterior (30 días para pymes y cuatro cuotas de 30 días cada una para grandes empresas), el CCL luce un poco más complejo. Al ser el mercado financiero más pequeño y carecer de intervención estatal, las cotizaciones del CCL son más volátiles y, por tanto, la incertidumbre es mayor. Además, su valor siempre ha superado el tipo de cambio oficial del dólar más el impuesto PAIS, pese a que en los últimos meses esa brecha se ha reducido a casi el 6%. En definitiva, en este supuesto modelo liberal, la importación no es sencilla.

Y el tercer fenómeno que da lugar a la brutal bajada de tipos sin un nuevo episodio de corrida cambiaria y aceleración inflacionaria es la visión predominante en el mercado financiero. Apuesta a que el mega ajuste fiscal garantiza el pago de la deuda pública. Eso desencadena la suba de los títulos públicos y también de las acciones de las empresas locales. Hacía siete años que no se producía una racha tan prolongada de ganancias en el mercado de valores; De hecho, para encontrar un fenómeno similar habría que remontarse al festival de la deuda externa promovido en la anterior administración de Luis Caputo como Ministro de Hacienda y Presidente del Banco Central (2016/18).

Los mayores operadores financieros celebran y apoyan la gestión y no huyen aterrorizados como lo habrían hecho con ajustes de tipos mucho más suaves por parte de cualquier otro gobierno en el pasado reciente. No importa que el entusiasmo se base en meras ilusiones de sostenibilidad del ajuste sin que se produzcan verdaderas transformaciones productivas que mejoren la competitividad y que los indicadores preliminares de desempeño de la inversión sean sombríos (el citado informe Ferreres muestra una caída interanual del 22,3% en marzo pasado). Lo importante para el negocio financiero es que el argumento del ajuste sea suficiente para sostener el fervor por los activos nacionales, al menos temporalmente.

Parece secundario que el esquema alimenta un atraso cambiario anestesiado por dificultades de importación y un tipo de cambio afectado por un impuesto de emergencia sin respaldo legal ante la OMC y el MERCOSUR. La bola de nieve financiera crece constantemente y también puede explotar sin previo aviso tan pronto como algún agente financiero influyente decide aumentar sus apuestas.

En este escenario, volver a bajar bruscamente la tasa es una demostración de poder, casi una canchereada, que se apoya en la la reducción de la tasa de inflación, la caída del riesgo país, el superávit comercial, la acumulación de reservas y los enormes recortes del gasto público como nunca antes en nuestra historia. Así, el modelo genera nuevas fuentes de presión y posibilita un renovado proceso de retraso cambiario que, como diferencia importante respecto a ciclos anteriores, no se basa en una entrada de capitales por deuda externa o revaluación de nuestras exportaciones, sino en los entresijos de la depresión, los cepos, los obstáculos a las importaciones y la burbuja financiera.

Este intrincado nudo debe desatarse sin que la demanda reprimida de divisas haga que nuestra frágil economía explote nuevamente.. Más allá del fuerte aumento de la deuda comercial para las importaciones, sin una financiación externa robusta y con una destrucción rabiosa de las capacidades productivas, por más gritos de libertad que haga nuestro Presidente, la misión parece imposible. La curva descendente de alta velocidad que recorre nuestra economía en esta montaña rusa no estaría lo suficientemente inclinada hacia adentro como para evitar que vuele por el aire.

Mariano Kestelboim

Economista, asesor de empresas y cámaras industriales y profesor universitario

@marianokestel

 
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