“Cambiarle el nombre al CCK, pero con un profundo sentido republicano” – .

“Cambiarle el nombre al CCK, pero con un profundo sentido republicano” – .
“Cambiarle el nombre al CCK, pero con un profundo sentido republicano” – .

El Gobierno anunció hace un tiempo que está impulsando modificación del nombre del Centro Cultural Kirchner (CCK). Es algo que vengo proponiendo desde hace muchos años. Sin embargo, las críticas a Mauricio Macri por no haber hecho esta modificación durante su presidencia son injustas. La voluntad política existió, pero ese nombre Fue establecido por ley y sólo puede modificarse de la misma manera.

Desde el momento de su sanción, el 21 de noviembre de 2012, la Ley N° 26.794, que impulsó el nombre de “Néstor Carlos Kirchner” al Centro Cultural Bicentenario, fue objeto de fundadas críticas.

Apenas habían pasado dos años desde la muerte de Néstor Kirchner para que la sociedad tuviera un juicio más equilibrado y menos expuestos a pasiones políticas, razón por la cual las leyes a menudo prohíben la imposición de nombres de personas en lugares públicos hasta diez años después de la muerte.

En este caso, además, la figura elegida no tiene la más mínima relación con la actividad artística. De hecho, no se sabe que el doctor Kirchner hubiera sido un cultivador de las artes en alguna de sus manifestaciones.

La pobreza de su léxico hacía pensar que tampoco era un amante de la literatura. A estas razones hay que añadir que las escandalosas revelaciones de los últimos años sobre La corrupción manifiesta de los gobiernos de Néstor y Cristina. Hacen inadmisible la permanencia de tan cuestionable nombre aplicado al centro cultural más importante de la Argentina. Por eso, hace unos años, cuando era diputado nacional, presenté un proyecto de ley encaminado a sustituir el nombre actual por el de “Centro Cultural Argentino”.

Este nombre tendía a resaltar que, si bien está ubicado en la Ciudad de Buenos Aires, el centro cultural es de todos y debe ser un lugar de difusión de las manifestaciones artísticas de nuestro país, independientemente del origen geográfico, étnico, religioso o político de sus autores.

El nombre que al final prospera (ya sea que haga referencia a su condición original de Correos, que haga honor a alguna personalidad indiscutible, etc.), pero cuál Es imperativo modificar el nombre actual.. También sería bueno impulsar un proyecto más general en cuanto a la denominación de los lugares públicos, que regule los de carácter nacional, ya que por regla general esta responsabilidad corresponde a las provincias y municipios.

Un proyecto de ese tipo Se basa en un profundo sentido republicano. El culto a la personalidad es uno de los rasgos del caudillismo que, desde lo más profundo de nuestra historia, ha luchado –casi siempre con éxito– con los principios que emanan de la Constitución Nacional.

El personalismo sobrevive al líder que lo fomenta. Sus seguidores quieren seguir imponiéndola al resto de la sociedad en forma de calles, plazas, teatros o escuelas, espacios en los que se repite monótonamente un mismo nombre, sin concesión alguna a sus particularidades ni a su propia historia.

Es mejor que El tiempo decidirá los juicios históricos y dejará enfriar las pasiones circunstanciales. Los gobernantes no deberían comportarse como militantes. Esta forma de actuar nos sume en un péndulo permanente.

Nos sucede en todos los ámbitos de la vida pública, especialmente en la economía. La cuestión de los nombres puede parecer un aspecto menor, puramente simbólico, pero muestra claramente la falta de republicanismo que está en la base de nuestra decadencia.

Por otro lado, en esto, como en todo, es mejor avanzar hacia los objetivos con pasos firmes en temas concretos que recurrir constantemente a afirmaciones generales hiperbólicas, como “la batalla cultural”.

No propongo que se cambie el nombre a DNU, ya que no existen circunstancias excepcionales que permitan eludir la intervención del Congreso, pero si ni siquiera había un proyecto de ley, era mejor no anunciar nada.

Debemos evitar una tendencia en la que incurren muchos gobiernos al dar un carácter épico y fundacional a cualquier decisión, por intrascendente que sea. Sería un irónico homenaje a Néstor Kirchner incurrir, justo cuando propone sustituir su nombre, en prácticas que llevó a cabo con un entusiasmo nunca conocido respecto de manifestación cultural alguna.

Jorge R. Enríquez / DIPUTADO NACIONAL (MC) – PRESIDENTE ASOCIACIÓN CIVIL CAUSA JUSTA – MIEMBRO DE LA REPÚBLICA MAESTROS / [email protected]

La ideología, esa manía mística

El lector Enríquez también propone que “si se decidiera cambiar el nombre del CCK, debería ser el de alguien cuya excelencia artística ser una carta de presentación para nuestro país”.

No fue una propuesta o sugerencia de Cristina cuando impuso la de Néstor Kirchner para el Centro Cultural Bicentenario, donde funcionó el Palacio de Correos y Comunicaciones. Fue en noviembre de 2012, dos años después de la muerte de su marido, cuando la entonces presidenta Cristina aseguró que sus seguidores sancionaran la Ley 26.794. Y, como si fuera poco, plantó la estatua de bronce de Néstor Kirchner como alfombra de bienvenida en el hall de entrada al CCK, hoy en cuestión.

En mayo, el Gobierno anunció que cambiará por decreto el nombre de ese centro cultural y lugar de señalización se llamará Palacio de la Libertad. Aunque hay que cambiarle el nombre por una cuestión política y social, no se entiende el por qué del Decreto de Necesidad y Urgencia. Sin embargo, Milei, con sospechosa velocidad, lo hará al mejor estilo K, imponer ideas en lugar de debatirlas.

Para desactivar los relatos no vendría mal una consulta popular o un proyecto de ley que modifique la ley de 2012, pero analizándolo con paridad de voces políticas. No de un solo golpe. ¿Cuál es el concepto de libertad que promueven al imponer algo que debería surgir simplemente por consenso? ¿Qué pasó con la libertad de elegir? Entiendo que el espacio-tiempo en política es limitado, los cambios son urgentes porque No es paciencia sino el hambre que acechapero el Centro Cultural Bicentenario No es un búnker militante. Sácalo de tu cabeza. Las batallas culturales se ganan en las calles.

Si bien las prioridades desbordan la agenda, aún continúan con eso manía mística de etiquetar lo que es de todos con ideologías de unos pocos.

 
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