La historia del fantasma que habita una casona emblemática del centro de Mendoza

La historia del fantasma que habita una casona emblemática del centro de Mendoza
La historia del fantasma que habita una casona emblemática del centro de Mendoza

“Con mucho respeto, jefe. Siempre agradecido por el trabajo, y más en tiempos en los que cuesta tanto armar un mango; pero preferiría que me nombraras para otro trabajo. O bueno, será en otra ocasión. Tienes el número de teléfono de mi suegra. Cualquier otro trabajo que salga me llama. Pero no quiero trabajar en ese chalet. “Todo el mundo dice que allí suceden cosas raras”. Sorpresa de que ella sacudiera la rutina. El testimonio es real. El contratista de una empresa encargada de renovar la obra lo escuchó por boca de Reinaldo.

Perturbador. Más provenientes de Reinaldo; el albañil, también pintor, electricista. De esos que cortan pasto o ponen membranas en los techos. Un todo terreno”. Elegante. De esos que no ponen cara de fiera ante nada. De esos que siempre lo buscan. No era la primera vez que lo escuchaba. Lo escuchó de Reinaldo. De esos que no mienten y van a trabajar aunque tengan fiebre.

Avenida Emilio Civit. “La Emilio Civit”, esa amplia vía del centro de Mendoza que actúa como puente entre una glamurosa tradición urbana y las laderas de piedra de las primeras estribaciones. Calle llena de historias. Diferente a todos. Arteria enigmática. Desafiante. Contradictorio. Comienza sobre las vías de un ferrocarril y termina en una puerta. Y en el medio: uno de los tantos fantasmas de Mendoza. “El fantasma de la Mansión Stoppel” – Emilio Civit al 348. En la vereda sur. ¡Hasta arriba!

Literatura de museo

Es probable que Reinaldo no quisiera cometer la audacia del Sr. Hiram B. Otis, Ministro de los Estados Unidos de América, cuando compró el viejo chalet de Lord Canterville, a pesar de que todos le decían que estaba haciendo una locura. Esa casa estaba habitada por un fantasma. El propio Lord Canterville sintió la obligación moral de advertir al señor Otis que incluso su propia familia tenía miedo de vivir allí.

Son otros tiempos. Será otra leyenda. “Mi señor, respondió el ministro, también mantendré los muebles y el fantasma en inventario”, respondió Hiram B. Otis. En otras palabras: “Mi señor, respondió el ministro, también mantendré los muebles y el fantasma en inventario”. (En: “El fantasma de Canterville” de Oscar Wilde. Inglaterra. 1887).

Son otros tiempos. Será otra leyenda. Pero hay historias que se repiten.

Historias lejanas de viejos fantasmas

Luis Stoppel conocía muy bien Mendoza. De familia alemana, nació en Chile el 7 de julio de 1862, pero de mayor se radicó con sus padres en Cuyo.

Desde muy joven fue un emprendedor visionario. Creará una empresa de construcción de vagones de carga y transporte que tendrá poderosos clientes en Argentina y Chile, al tiempo que dirigirá su propia empresa de transporte. Hará fortuna asociado a Federico Witestein. No sólo el negocio será rentable, sino que la actividad también le permitirá relacionarse con el sector productivo y la alta dimensión política de Mendoza. Licitaciones, contratos, transporte de trabajadores o materiales a las grandes obras que comenzaban a construirse en la sierra de Mendoza: hoteles, represas, ferrocarriles, carreteras, escuelas, correos, guarniciones militares lo acercarán comercialmente a las esferas de poder. . El negocio también le permitió establecer vínculos con la “jet set” de la época. No se trataba de ir a una fiesta en el Club Social (actual edificio de la Legislatura) ni a una boda en una villa de Lunlunta en cualquier carruaje. Sólo Stoppel tenía las “limusinas” de aquella época. Por tanto, el establishment y la jet set no podían prescindir de sus servicios.

Mira más allá

Fue perspicaz. Pragmático. Sabía que su negocio terminaría pronto. El tren, el coche, los autobuses se convertirían en un fantasma que pronto llegaría, eclipsando abruptamente el transporte impulsado por la sangre. Es allí donde la leyenda urbana invadió la escena por primera vez.

Plenamente integrado a la vida social mendocina, incursionando en la política y la diplomacia, formó parte de una asociación masónica dedicada a la filantropía, las obras de caridad, la filosofía y el debate intelectual de ideas. ¿Cómo explicar en aquel momento al supersticioso mundo mendocino que todo aquel éxito rotundo no era parte de un pacto, “quién sabe con quién”? Para más. Acababa de comprar una bodega en Maipú que poco después se quemó por completo.

En aquella época, Luis Stoppel, junto a Ana Strassburger (su esposa) e hijos, vivían frente a la Plaza Cobo (actual Plaza San Martín), en la adoquinada calle Suipacha (hoy España). Mientras “Emilio Civit” seguía luchando entre terrenos baldíos, alguna que otra quinta, caballos y gallinas que andaban sueltos. La zona quedó desprestigiada a tal punto que la muy popular calle Tiburcio Benegas fue llamada “Los Picaros” por la cantidad de piringundines, garitos y prostíbulos que llegaban hasta el cruce de la vía que actualmente lleva el nombre de Civit. En esa época, ese tramo de amplia huella que comprendía entre la calle del Colegio Nacional (hoy Belgrano) y Jarillal (Boulogne Sur Mer) todavía se llamaba “Sarmiento”.

Después de todo esto, dando un giro abrupto en su vida, misteriosamente vendió todo y se fue a vivir a Buenos Aires. Regresó después de unos años. Mendoza lo acogerá hasta su muerte. Lo hizo el 22 de julio de 1947 a los 85 años de edad. Está enterrado en el cementerio de la Capital. La leyenda de la mansión que lleva su nombre lo hará inmortal.

Mansión de Stoppel

Stoppel fue pionero en pensar en una mansión en esa acera. Marcará una bisagra urbana y arquitectónica en Mendoza, sorprendiendo su sentido como desarrollador inmobiliario ya que la zona no gozaba de ningún tipo de servicios a principios del siglo XX.

La construcción se inició en 1910. Desde el primer momento lució majestuoso. La obra será dirigida por Víctor Barabino (genovés que vivió en Mendoza desde 1902) y estará terminada en 1912.

Maravilloso diseño arquitectónico.

La casa fue construida bajo la tipología chalet. Tenía 23 metros de ancho y 60 metros de profundidad. El terreno total incluía 1.234 metros cubiertos y 2.000 metros de jardines, conectando Emilio Civit con la calle Julio A. Roca. A la izquierda estaba la entrada de carruajes y automóviles. El edificio tenía dos plantas. La fachada propone un juego ecléctico de estilos donde prevalece la noción de “villa italiana”.

El interior se establece a través de un centro neurálgico donde conecta la planta baja, el primer piso y la cubierta desde donde se origina una amplia iluminación. El edificio tiene 30 habitaciones. Era antisísmico, una característica novedosa para la época. Un sótano será el lugar de los archivos, algunas herramientas, algunas botellas de vino y, probablemente, donde “vivió” Luisito, el protagonista de la historia. ¿Vivió?

Luisito, “El fantasma de Stoppel”

“También mantendré los muebles y el fantasma en el inventario”. Dichos del citado Hiram B. Otis, uno de los protagonistas de la novela “El fantasma de Canterville”. Vale la pena recordarlo. Pero esa historia quedó lejana, aunque las distancias y los tiempos se acortan en la dimensión fantasmal de lo desconocido.

Lo cierto es que Stoppel enviudaría, perdería un hijo, moriría (1947) y sus descendientes, unos años después, venderían la mansión al estado provincial (1949). El gobierno de Mendoza adquirirá el chalet para instalar las oficinas administrativas y clínicas pediátricas y oftalmológicas del Patronato de Menores. Esa fue su sede hasta 1977 cuando una pronunciada grieta por las repercusiones del terremoto de Caucete (San Juan) obligó a cerrar.

Durante ese “mientras tanto” paralelo y oscuro del cierre, la leyenda seguirá creciendo. Dos versiones reviven constantemente al fantasma protagonista: Luisito.

Una versión sostendrá que en esa casa los niños que albergaban fueron ocupados para realizar experimentos de curación y uno de ellos, precisamente Luisito, murió por sobredosis de psicotrópicos. Sería su espíritu el que todavía ronda la casa. Aunque no se han encontrado registros oficiales de los niños albergados y tal vez, según los informes, los archivos fueron destruidos.

“En aquella época la psicología tenía una visión muy diferente respecto al concepto de locura y a los tratamientos. Registros de 1962 del Archivo General revelan, por ejemplo, que los niños indisciplinados eran considerados ‘contagiosos’ para sus compañeros y eran medicados y separados del resto para calmarlos. En esos mismos textos hay varias quejas contra los médicos y estos procedimientos, bastante comunes en aquella época. ‘Hay que imponer orden y disciplina y ocupar la mente de los niños para evitar que sus fantasías les perturben’, especifica una de las actas. También es popular que en 1950 el asesinato de un niño de 9 años fue cometido en la mansión por un supuesto médico que trabajaba en el Patronato”. (Marco Bustamante. “La casa embrujada. Los fantasmas de la mansión Stoppel”. Crónica. 2016).

La otra versión es tan macabra como la anterior. Luisito sería el hijo extramatrimonial de Luis Stoppel con una criada. Dicha mujer habría muerto trágicamente, mientras Luisito seguía realizando tareas de servidumbre y viviendo en el sótano hasta desaparecer repentinamente. ¿Ellos lo mataron? ¿Se suicidó?

Lo cierto es que según la leyenda, el alma perdida de Luisito sigue vagando por la mansión.

El Museo Carlos Alonso

Tras aquel cierre en 1977, la mansión sólo quedará ocupada como almacén de materiales, instrumentos musicales y muebles en desuso. Afortunadamente la gestión cultural mendocina recuperó un espacio para un museo provincial que lleva el nombre justo del muy distinguido pintor mendocino y mundialmente reconocido: Carlos Alonso.

Las luces se apagan misteriosamente, susurros y silbidos surgen de la nada, los cuadros se mueven, las maderas crujen, las puertas se abren solas, los llantos se escuchan a lo lejos y miles de comentarios de los vecinos hacen que Luisito siga tan presente como siempre. en la cultura popular, constituyendo parte innegable del sistema de creencias mendocino. Reinaldo se lo había dicho al contratista de la empresa. Reinaldo, el que nunca le pone cara de fiereza a nadie. Reinaldo, el que no miente: “Allí pasan cosas raras”

La historia, la cultura y las leyendas urbanas están vivas en Mendoza. Lo esperan en el “Museo Carlos Alonso” en la Mansión Stoppel – Emilio Civit 348 de la Ciudad de Mendoza. No te preocupes. Luisito es un aliado de quienes valoran el arte y nunca lo olvidan.

 
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