Aunque la relación con Washington sigue siendo sólida y hay muchas áreas en las que ambos países mantienen una cooperación fluida, Daniel García-Peña, el nuevo embajador designado por el presidente Gustavo Petro para representar a su gobierno en Estados Unidos, Desde su llegada, enfrentará toda una serie de desafíos en un país donde Colombia ya no es vista por muchos como el aliado incondicional de antaño.
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Sin embargo, Su “curva de aprendizaje” comenzará casi de inmediato con la instalación del undécimo Diálogo de Alto Nivel Estados Unidos-Colombia que comienza la próxima semana en Bogotá y donde se revisarán todos los temas de la agenda bilateral.
Liderado por funcionarios del Departamento de Estado, la Casa Blanca, el Departamento de Defensa y otras entidades, el diálogo es una oportunidad inmejorable para que el nuevo embajador establezca relaciones con quienes próximamente serán sus homólogos.
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En cierto sentido, ese será el desafío más inmediato de García-Peña: “ocupar el lugar” de un Murillo que, pese a las evidentes diferencias surgidas entre ambos países desde la llegada de Petro a la Casa de Nariño, goza de gran credibilidad en Washington. una ciudad donde había vivido antes y donde tiene buenos amigos.
García-Peña, que domina el idioma y estudió en una universidad estadounidense, probablemente no tardará en adaptarse. También heredará una rica agenda de temas donde hay coincidencias e intereses estratégicos de ambos países.
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Colombia se ha destacado por mantener buenas relaciones bipartidistas con EE.UU. durante más de dos décadas y por sus buenos embajadores.
La primera, por supuesto, es de gran importancia para Biden, que tiene una crisis en la frontera sur con México y en la que Colombia viene jugando un papel importante dado que parte del flujo hacia EE.UU. pasa por el Tapón del Darién y porque es refugio de millones de migrantes de otros países.
De hecho, en la última cumbre celebrada en Guatemala hace dos semanas, el secretario de Estado, Anthony Blinken, anunció un nuevo paquete de ayuda financiera que incluye recursos para el país.
Del lado de Venezuela, Colombia está llamada a jugar un papel relevante en las elecciones de este 28 de julio, donde se ha ofrecido como garante. Un tema de alto impacto en EE.UU. que, dependiendo del resultado de las elecciones, podría magnificar las credenciales del país si desembocan en una transición democrática o se convierte en un dolor de cabeza para el embajador recién llegado.
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Eso, sin embargo, empezó a cambiar a finales del mes pasado cuando Colombia rompió relaciones con Israel, uno de los principales aliados de Estados Unidos. La decisión, por supuesto, no sólo cayó mal en círculos cercanos a Biden sino también entre muchos legisladores demócratas, como el senador Tim Kaine, que han sido aliados históricos del país.
Navegar por esa grieta, que de momento seguirá abierta, no será tarea fácil. Asimismo, García-Peña tendrá que reparar el daño que dejaron las recientes declaraciones del canciller Murillo en las que sacó en cara a Biden los enredos legales de su hijo Hunter, en represalia por la mención de la familia de Petro en un informe de Derechos Humanos. del Departamento de Estado.
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Pero eso empezó a cambiar desde las últimas elecciones presidenciales en EE.UU. cuando el país quedó en medio de una disputa entre el presidente Donald Trump y Biden, quienes se peleaban por los votos colombianos en Florida.
Tras la elección de Petro en 2022, el deterioro ha sido aún más agudo. Entre los republicanos, especialmente los de este estado, las críticas contra el presidente colombiano son constantes, al punto que la Cámara de Representantes, dominada por este partido, no aprobó recursos para el país en su presupuesto para el año 2024, aunque estos son restituidos. durante su trámite en el Senado, el mensaje fue claro.
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Además, el interés por el país –y por varias razones– ha ido disminuyendo. En su presupuesto para 2025, que fue presentado en marzo, Biden solicitó poco más de 400 millones de dólares, la cifra más baja solicitada desde los años de Trump.
Dado que el trámite legislativo para estas ayudas apenas ha comenzado, una de las primeras tareas de García Peña será llevarla a buen puerto.
Pero no será fácil porque si hay alguna consecuencia de romper relaciones con Israel, es que el país tendrá menos amigos en el Congreso para defender la ayuda.
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Todo, por supuesto, en medio de una explosiva campaña electoral en Estados Unidos donde Aunque Colombia no aparece de momento, podría volver a cobrar relevancia si los republicanos atacan a Biden por su cercanía a un líder de izquierda que no está en sintonía con los intereses estratégicos de Estados Unidos.
“Creo que el principal desafío será navegar la complicada política de Washington en un año electoral. Necesitará mantener buenas relaciones con todo el espectro político. Su predecesor inmediato demostró que, aunque difícil, este enfoque es posible”, dice Michael Shifter, ex presidente del Diálogo Interamericano y ahora de la Universidad George Washington.
“Colombia se ha destacado por mantener buenas relaciones bipartidistas con Estados Unidos durante más de dos décadas y por sus buenos embajadores. Con Petro ha sido más difícil, pero hay que diferenciar entre el ruido y lo que importa. Y en lo que importa, que es la seguridad, el comercio y la cooperación regional, la relación continúa y eso va a prevalecer. Además, contará con el apoyo de Murillo, que sigue teniendo buena entrada en Washington”, afirma Feierstein.
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Dicho esto, sostiene el exasesor, Las palabras y acciones hacia Israel sin duda nublarán las relaciones y las harán aún más complejas, al menos públicamente.
Además, dice Feierstein, la oposición republicana –que no es nueva– podría complicar la aprobación de nuevos recursos con el potencial de enredarse aún más si Trump gana las elecciones en noviembre.
Creo que el mayor desafío será navegar la complicada política de Washington en un año electoral. Necesitará mantener buenas relaciones con todo el espectro político. Su predecesor inmediato demostró que, aunque difícil, este enfoque es posible.
Para Jensen, en cualquier caso, el nuevo embajador no lo tendrá fácil.
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“En primer lugar, llega a Washington en plena temporada electoral estadounidense, cuando el gobierno está distraído por la campaña presidencial. Además, no será fácil encontrar audiencias para explicar las políticas de un gobierno de izquierda. Y tiene el desafío de reemplazar al embajador Murillo quien logró posicionarse como un interlocutor creíble para sostener la relación bipartidista que ha caracterizado la relación histórica entre ambos países”, concluye el analista.
SERGIO GÓMEZ MASERI
Corresponsal de EL TIEMPO
Washington