Con olores humanos como “cebo”, crearon trampas para cazar al mosquito del dengue

La ciencia regional no deja de sorprender por su ingenio al intentar resolver los problemas actuales de la sociedad. Un grupo de investigadores del Conicet desarrolla una trampa cuyo objetivo es atrapar mosquitos de la especie Aedes aegypti, vectores de la enfermedad del dengue. De esta forma, se busca reducir la población y, por tanto, mitigar los contagios. La novedad es que para atraerlos y capturarlos combinaron olores humanos que utilizaron como “cebo”..

sucede que tuLos mosquitos como las vinchucas –entre otros insectos transmisores de enfermedades– detectan y se sienten atraídos por los olores humanos. Lo que hicieron los investigadores fue combinar tres olores diferentes para atraerlos y “engañarlos”, para que quedaran atrapados.

Quienes impulsaron esta investigación fueron Marianel Falvo, Doctora en Ciencias Naturales (UNLP) especialista en hongos entomopatógenos que se aplican para el control biológico en el mosquito Aedes aegypti; y Pablo Guerenstein, Doctor en Ciencias por la Universidad de Neuchatel (Suiza), quien se dedica a estudiar insectos dañinos, incluidos vectores de enfermedades endémicas -como el dengue y el mal de Chagas- y plagas agrícolas para la sanidad vegetal.

Pertenecen al Laboratorio de Estudios de Biología de Insectos (LEBI) perteneciente al Centro de Investigaciones Científicas y Transferencia Tecnológica a la Producción (CICYTTP, Conicet-Uader, provincia de Entre Ríos), que realiza investigaciones -principalmente- sobre control y seguimiento. de insectos, como la vinchuca y el mosquito, que son vectores de enfermedades.

“Desde el brote de dengue de 2009, este problema nos preocupa. Y más aún con la explosión de casos este año, donde hubo un gran número de afectados por la enfermedad; Además, estos brotes se están dando con mayor frecuencia respecto a años anteriores”, contextualizó el doctor Guerenstein en diálogo con El Litoral.

Así, con la intención de dar respuestas científicas a un problema de salud, lo que tomaron como referencia los científicos encargados del estudio es que los mosquitos y las vinchucas tienen muchas cosas en común en cuanto a los olores humanos que detectan estos insectos.

“Lo que hicimos fue probar en el laboratorio combinaciones de olores humanos que atraen a las vinchucas, primero, y luego los que atraen a los mosquitos. Estamos llegando a una mezcla de olores muy eficiente y con un coste relativamente bajo.“explicó el investigador del Conicet.

Cuando el ser humano transpira emite más de 100 olores. De todos ellos, la clave está en saber cuántos y cuáles de esos olores son capaces de detectar los mosquitos, porque estos insectos no detectan todos, sino una parte.

“Además, tuvimos que determinar cómo hacer una mezcla simple que tenga pocos olores y aún así los atraiga: es decir, cómo podríamos engañar a los mosquitos haciéndoles creer que se están acercando a una persona, lo cual no es fácil. “Esa fue nuestra premisa básica de investigación”, afirmó el científico.

De las pruebas, Consiguieron combinar amoníaco (que se libera con la transpiración), ácido valérico (similar al olor del queso) y ácido láctico (que también se encuentra en los productos lácteos). Este último es un olor que generalmente los animales no emiten, pero los humanos sí.

El ácido láctico de la pureza necesaria para el cebo es extremadamente caro. “Para reducir costos lo que hicimos en el laboratorio fue generar experimentos hasta poder reemplazar el ácido láctico por otro compuesto llamado ácido pirúvico, que es cinco veces más barato”, aclaró el investigador.

A eso se sumó un cultivo de levadura (el que se utiliza para hacer pan), que produce grandes cantidades de dióxido de carbono e imita –precisamente– el dióxido de carbono que se libera al respirar y exhalar. Todo esto es el cebo que va dentro de la trampa.

Lo que Falvo y Guerenstein están utilizando ahora es el prototipo de una trampa alemana que tardó muchos años en desarrollarse, pero están diseñando un modelo local con la intención de hacerla más barata y eficiente. La trampa consta de un cilindro de unos 50 centímetros de diámetro por 50 centímetros de alto que contiene el cebo en su interior. En el centro del cilindro hay un pequeño ventilador, como el refrigerador de una computadora. Ese ventilador introduce aire en el cilindro, donde está la mezcla de olores (o cebo).

Alrededor del ventilador hay una tela de tul, que deja salir el aire que entró en la trampa gracias al ventilador. Ese aire sale “cargado” de los olores del cebo. Los olores se dispersan y los mosquitos que se encuentran a pocos metros los detectan.

“Cuando los mosquitos que olieron el olor son atraídos, pasan por encima del ventilador, y el aire los arrastra hacia el interior del cilindro, donde hay una bolsa de tul que deja pasar el aire, pero no los mosquitos, porque quedan atrapados dentro. . esa bolsa. Y mueren de deshidratación”, añadió Guerenstein.

-¿Cómo continúa ahora esta investigación? ¿Se podrían implementar estas trampas a escala urbana para mitigar la proliferación de Aedes aegypti y así lograr una reducción de contagios? El Litoral consultó al Dr. Guerenstein.

-Debemos aclarar que debido a las pruebas de laboratorio y de campo que realizamos, la trampa es efectiva, como desarrollo de investigación. El objetivo de las trampas es doble: por un lado, detectar dónde y cuándo están los mosquitos. Es decir, funciona como una alarma.

La trampa se coloca en un lugar determinado, se puede revisar todos los días e indica dónde están los mosquitos adultos y cuándo aparecen. Por ejemplo, si se desplegaran una serie de trampas en una ciudad, se podría saber cuándo y dónde empezaron a aparecer los mosquitos adultos.

Por otro lado, si se desplegara un número relativamente grande de trampas en un entorno urbano, se podría lograr el segundo objetivo, que es reducir las poblaciones de mosquitos adultos.

Una posibilidad hipotética, pensando en implementar trampas a escala urbana, es que Cuando se comiencen a detectar mosquitos adultos, se podría enviar personal municipal a esa zona para revisar los jardines, incluidas las viviendas, para ver si allí no hay ningún criadero de Aedes aegypti..

Ya contamos con el compromiso y apoyo del municipio de Oro Verde, en las afueras de la ciudad de Paraná. Nos dieron el visto bueno para hacer ensayos en el casco urbano, y esto sería a mayor escala, que no es en un laboratorio, sino en la ciudad.

En cualquier caso, cabe señalar que se trata de un trabajo interdisciplinario. Nosotros nos encargamos de desarrollar trampas. Y con respecto al despliegue territorial, existe un método estadístico para saber cuántas trampas se deben colocar en cada lugar y a qué distancias entre ellas se deben colocar..

En este punto trabajamos en colaboración con otros laboratorios, incluidos ecólogos, que son quienes gestionan esta metodología.

Por su parte, la doctora Falvo habló sobre la importancia de conocer más sobre el mosquito vector del dengue: “Saber que el Aedes aegypti es un mosquito que pica temprano en la mañana y durante la tarde es central a la hora de tomar en cuenta cuándo exponerse a al aire libre, y entender que es un mosquito que vive con nosotros en el entorno urbano”.

Además, Es deseable evitar las fumigaciones químicas en los huertos familiares porque, además de ser tóxicas para el ser humano, son perjudiciales para insectos benéficos y polinizadores como abejas, mariposas o depredadores de otras plagas..

“Hoy el acceso a la vacunación está restringido, por lo que la principal forma de protegernos del dengue es mantener baja la población de mosquitos adultos, porque al reducir el número de vectores disminuye el riesgo epidemiológico”, agregó el científico.

“El Estado tiene un papel muy importante en la obtención, coordinación y difusión de información sobre la presencia de mosquitos, para que la población también tome las medidas necesarias, como eliminar o lavar los recipientes con agua de jardines y viviendas”, afirmó Guerenstein.

“Es importante frenar la propagación del dengue lo antes posible, especialmente entre la población de bajos ingresos que no suele comprar repelentes. Mientras más personas infectadas haya, mayor será el riesgo para los no infectados”, concluyó. En el grupo de trabajo de la LEBI también trabaja la Lic. Desireé Di Benedetto y Andrea Martínez Beningaza.