Guerra de nervios y operativos por la elección del presidente de la Corte Suprema de Justicia

Guerra de nervios y operativos por la elección del presidente de la Corte Suprema de Justicia
Guerra de nervios y operativos por la elección del presidente de la Corte Suprema de Justicia

Nominaciones de jueces Ariel Lijo y el academico Manuel García-Mansilla Para sumarse a la Corte Suprema de Justicia, volvieron a alterar la estabilidad de los átomos políticos en el máximo tribunal, y así como causaban una fuerte polémica afuera del tribunal, dispararon una lluvia de electrones en el cuarto piso del Palacio de Justicia.

El patrocinio del ministro. Ricardo Lorenzetti sobre la candidatura de Lijo y la promesa poco disimulada de construir una nueva mayoría en la Corte que supuestamente ofrece su pluma comprensiva a los planes económicos del presidente Milei, la desconfianza mutua empeoró entre Lorenzetti y sus tres colegas.

Una nota necesaria para evitar exageraciones o malas interpretaciones: aún con profundas diferencias internas respecto de la superintendencia del tribunal –la organización interna, funciones, personal y responsabilidades de los empleados de cada miembro– Los acuerdos siguen sucediendo todos los martes sin problemas ni peleas, y dependiendo del tema sobre el que se pronuncie, las resoluciones pueden incluso ser unánimes.

Es cierto: bajo esa cáscara almibarada hay un clamor clamoroso de Lorenzetti para que su sucesor como presidente del organismo, Horacio Rosatti, “Pasarle la Corte a la gasolina” y llevar a acuerdos cuestiones cruciales que han estado en manos de la corte durante meses o incluso años. En una cuidada carpeta de la que siempre hay una copia disponible en su despacho, se enumeran cientos de expedientes trascendentes que, a su juicio, Estarían durmiendo más de lo necesario.

Entre ellos se encuentran temas políticos de importancia electoral –como el reclamo por la supuesta inconstitucionalidad de la reelección indefinida del gobernador de Formosa-, cuestiones económicas con consecuencias millonarias –la más reciente es el pedido porteño de embargar la cuenta del Gobierno Nacional en el Banco Nación para cobrar el monto de coparticipación federal que la propia Corte ordenó depositar-, respuestas institucionales largamente esperadas, o recursos extraordinarios en casos de corrupción de funcionarios kirchneristas, por ejemplo.

Del otro lado del muro invisible que hoy divide al máximo tribunal, rechazan esa tesis y contraargumentan con palabras que Rosatti viene haciendo públicas: “la política debe resolver sus problemas donde le corresponde. Esperamos que lo hagasy sólo si eso no sucede intervenimos con la Constitución en la mano”. Retórica.

Esa guerra de trincheras rompió su monotonía con los nombramientos de Lijo y García-Mansilla, bienvenido de un lado -especialmente la del juez federal bonaerense- y que Cayeron como lluvia helada el uno del otroaunque ciertamente nunca lo admiten.

La primera señal de que el golpe de Milei impactó en el plexo solar de la mayoría de la Corte se vio la semana pasada, cuando el máximo tribunal rechazó dos pedidos para anular el copioso DNU 70/23 del presidente. “Se resolvió cuando estuvieron listas las votaciones, No pasó nada extraño ni el anuncio tuvo nada que ver con las candidaturas de Lijo y García-Mansilla”, intentaron minimizar desde el campo Rosatti-Rosenkrantz-Maqueda.

Otro detalle marginal, o no tanto: en esa mayoría estable también comenzaron a moverse algunos electrones, y los pensamientos sobre el gobierno y cómo gestionar la relación institucional con sus funcionarios no son identicos. Ni las ideas sobre las prioridades de la agenda judicial eso debería –o al menos podría– ser llevado a cabo por la Corte.

Lo que es indiscutible es que la resolución sobre el DNU envió un ramo de olivo a la Casa Rosada, cuyo principal inquilino cree que los ministros del máximo tribunal pretendían frenar o entorpecer su gobierno. Alguna paloma malvada habría susurrado esa acusación en los oídos presidenciales, o en los de The Boss. Peor aún.

La presidencia de la Corte, batalla imaginaria

Mientras las nominaciones de los candidatos a completar el máximo tribunal iniciaban su camino de apoyos y desafíos -con los actuales ministros de la Corte echando todo el carbón posible al fuego-, defender o cuestionar a Lijo a través de intermediarioss- otra pregunta surgió de los tranquilos despachos de sus señorías. O mejor dicho, desde una de esas oficinas: la lucha por la elección del próximo presidente del máximo tribunal.

La cuestión llegó a los medios de comunicación este fin de semana, para sorpresa de al menos dos de los cuatro ministros de la Corte. “Es una operación para intentar instalar ese tema, porque aquí no hablan de eso. Hay tiempo hasta el 1 de octubre para someter a votación las propuestas y nombrar al próximo presidente y vicepresidente del organismo”, dicen en esas oficinas. “Como sólo hay un plazo, la elección puede ocurrir en cualquier momentono se adelanta, no se retrasa, no se posterga ni nada”, reiteran.

Otra es la música en la voz de Ricardo Lorenzetti, cuyas posibilidades de volver a la silla presidencial que ocupó durante tantos años. son nulos inmediatamente. “Bien, Se puede elegir presidente ahora y en febrero nombrar otro“, sugirieron sin inocencia desde allí. En ese escenario, “febrero” operaría como un hipotético futuro en el que tanto Lijo como García-Mansilla ya estarían sentados en la Corte. ¿O otra persona que reemplace al actual decano de Derecho de la Universidad Austral? ¿Quizás una mujer? ¿En la agenda de Lorenzetti? Hay muchos nombres para recomendar.

 
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