El regreso de las madres al campo – .

Es martes. Es el día de entrenamiento de mamá. Tu pareja y los niños lo saben. Es tu momento de disfrutar del deporte. Y de compañeros que se convierten en nuevos amigos. Son una de las alegrías de esta temporada en el Club Baloncesto Alfaro y, por ende, en nuestra comarca: un grupo de 24 mujeres de entre 35 y 50 años han regresado, un buen puñado de años después, a las pistas para disfrutar de un deporte que les apasiona. Y, sin que se den cuenta, dar ejemplo de valentía y romper esas barreras mentales que frenan el deporte colectivo entre las mujeres.

La idea surgió hace aproximadamente un año. Compartiendo la Marcha Solidaria, la conversación entre varias madres de jugadores y uno de los entrenadores del club, David Pequerul, derivó en sus deseos de entrenar, de volver a compartir un deporte que tanto les dio en su infancia y adolescencia. «No consigo que mis hijas hagan un deporte colectivo. Con mi ejemplo quiero que sientan la belleza de practicar un deporte en el que tanto hemos disfrutado”, coincide Teresa Ruiz del Sotillo, a quien ya sus hijas le han pedido que ponga una cesta en el patio. «Mi hijo juega baloncesto desde 1º de primaria. Y queremos darles el ejemplo de que podemos jugar, que nos involucramos, practicamos deporte y lo disfrutamos”, explica Ana Ladrón, que juega por primera vez al baloncesto gracias a esta iniciativa. «El ejemplo a nuestros hijos es el punto de partida del equipo. Pero hay muchas otras circunstancias a nuestro alrededor: hacemos deporte, nos juntamos con otras niñas y mujeres de diferentes edades que no conocíamos y disfrutamos mucho en grupo”, sonríe Bea Pascual.

Madres y niños juntos en uno de los juegos disputados recientemente.

PE

Más allá de ese valiente ejemplo, Burgo Pereda reflexiona sobre una realidad que deprime el deporte femenino desde la edad universitaria: “Vas a las instalaciones y ves a muchos hombres y niños practicando deporte y muchas mujeres y niñas sentadas charlando o usando el móvil. Es muy triste que las mujeres, en general, abandonemos la práctica de deporte: es una pérdida de identidad, de algo que es muy enriquecedor y que nos gusta -señala-. Tenemos que ser un ejemplo para los que vienen. Si nos gusta, ¿por qué nos condicionan a dejar el deporte colectivo cuando eres madre y parece que sólo puedes salir a caminar, al gimnasio o a jugar al pádel? “Es una asignatura pendiente impulsar el deporte femenino”.

La idea que surgió en aquella marcha se materializó durante el verano. Semana tras semana se fueron sumando más interesados. Y acudieron al club donde juegan sus hijos en verde para mostrar su preocupación. Les reservó un tiempo y un entrenador cualificado. La temporada comenzó en septiembre con hasta 24 mujeres. Han pasado los meses y, salvo lesión u obligaciones laborales, no han faltado a ninguna sesión. «El entrenamiento es tu momento. Su tiempo. Después, llegas a casa, te duchas después de sudar como nunca, cenas una ensalada y… sigue siendo tu momento –valora Teresa–. El ambiente en el equipo es increíble. Y significa que tienes algo importante en tu vida diaria además del trabajo, tus hijas… Es tu espacio. Estoy feliz.” “Hacemos ejercicio físico, interactúas, te ríes…”, aplaude Bea. “Y las cenas pequeñas que teníamos”, añade entre risas Ana, que reconoce que aprende de su hijo detalles sobre ella delante de la cesta. Burgo asiente con la cabeza.

Aunque descartaron competir oficialmente, lo suyo son entrenamientos programados, como los de todos los equipos del club alfareño, lejos de una mera fiesta. “Podemos dejarnos guiar gracias al apoyo de David”, afirma Bea. «Si él no hubiera creído en este proyecto y no nos hubiera apoyado, no estaríamos aquí. “Su compromiso es lo que nos ha atado: tenemos una persona que viene del trabajo, de formar a los cadetes y, dejando tiempo para su familia, sus hijos y los suyos, nos lo dedica… Tenemos que responder”, valora Burgo.

Además de entrenar, David Pequerul también quería que el equipo hiciera partidos, con árbitro, marcador, rival… Y con público. Ya han jugado contra los equipos infantiles, los cadetes y los ex mayores del Club. Partidos que han llenado las gradas de emoción, ánimo e ilusión. Auténticas fiestas con pabellones llenos. Y no sólo con sus familiares y amigos, sino también con sus orgullosos fans. «No nos lo esperábamos, pero a estas alturas de la vida ya no te sientes ridículo por nada. Y, antes de cada partido, en mi casa hay emoción: preparan pancartas, se visten de verde, animan… Es una motivación añadida que pone el broche a esta experiencia”, aplaude Bea. «En mi casa, cuando era joven, nadie había ido a verme jugar; Ahora mi marido y mis hijas están muy orgullosos de verme jugar. Y muchos nos han felicitado por volver a ser un deporte de equipo. “¡Los partidos son ajetreados!” dice Teresa. «Esa adrenalina que sientes es muy especial. Y te sientes tan bien… es muy motivador. Después de los partidos muchas mujeres nos han felicitado, nos han dicho que está claro que es un grupo muy bonito. “A mucha gente le gustó nuestro ejemplo”, sonríe Burgo.

«Los partidos son una celebración. Y todavía no se han dado cuenta de que están logrando un hito, algo que no se hace en ningún otro lugar: sin ser conscientes de lo que hacen, son pioneros. Están dejando de lado la vergüenza, qué dirán de empezar a jugar al baloncesto con 40 o 50 años. Esa valentía es un ejemplo que ha marcado al club y a la gente de Alfaro”, aplaude su entrenador David Pequerul. Sobre este caso excepcional destacan ejemplos como el intento de Zaragoza Deporte de impulsar un equipo femenino similar para volver a las canchas.

Son sus primeros partidos en décadas o décadas… Durante sus años escolares, en los años 80 y 90, antes de que se fundara el club, incluso jugaban como cadetes representando a sus colegios o al instituto. Después no le quedó otra opción que seguir jugando al baloncesto. Se acabó. Los tiempos han cambiado y el apoyo del Club Baloncesto Alfaro, que nace para unificar todos los centros educativos y dar la opción de practicar el deporte del baloncesto a todo aquel que quiera, nos permite seguir en ese camino. Su ejemplo es parte de esa filosofía y objetivo. “Es importante que los deportes de equipo también sean una posibilidad para nosotros, no sólo para niños o hombres”, coincide Ana. “Mi hijo ve que, después de su entrenamiento del martes, el mío va. Para ellos es un plus que compartamos el deporte en casa”, reflexiona Bea. “Es otra manera de conectar con tus hijos, de crear una familia en torno al deporte”, añade Teresa. «Es nuestra responsabilidad continuar. Soy muchas cosas: soy mujer, soy madre, soy profesional, pero también quiero hacer deporte. Es un tema pendiente que tenemos. Espero que nuestro equipo abra mentes para que otras mujeres puedan hacer el deporte que les gusta”, pide Burgo. Sus colegas asienten.

 
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