El peligro de acercarse

El peligro de acercarse
El peligro de acercarse

Cuando llegaron al hospital, el dedo estaba un poco oscuro y tan hinchado que pensé que sería difícil sacarlo de donde estaba atrapado, estrangulado. Pero cuando vieron que fueron atendidos de inmediato y que había un pediatra de turno y una enfermera de turno, todos respiraron aliviados. El niño estaba llorando.

Porque las cosas suceden cuando nadie piensa que sucederán, mientras su madre lo bañaba el niño había metido la mano enjabonada en el desagüe de la bañera. Tenía entonces 16 meses. En el desagüe había una rejilla metálica con varios pequeños orificios cuyo objetivo es dejar pasar el agua y al mismo tiempo evitar que cualquier cosa inapropiada acabe, por dicho desagüe, en las tuberías.

Uno de los dedos de la mano entró fácil y rápidamente por el orificio central de la reja. Pero luego no pudo salir. Y menos pudo salir en los siguientes minutos ya que los intentos del chico por sacar su mano de allí solo provocaron que la punta de su dedo se hinchara y se volviera doloroso. El dedo quedó entonces atrapado y cuanto más se hinchaba, más se estrangulaba y, en consecuencia, la vitalidad del dedo quedaba comprometida. Tenía que hacer algo rápido, pero actuando sin ningún tirón.

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La madre entendió la importancia y urgencia de la situación y llamó a los bomberos y les explicó lo que estaba pasando. La persona que atendió la llamada comentaría luego que de fondo escuchó el llanto del niño. Entendieron lo que estaba pasando y que no había tiempo que perder. Vinieron rápidamente y trajeron instrumentos. Con un cortador de hierro y un martillo lograron separar el trozo del tubo de desagüe de la bañera, y así lograron sacar al niño de la bañera. Pero su mano todavía estaba atrapada porque su dedo todavía estaba atrapado, y con mal aspecto, en el agujero de la rejilla.

De camino al hospital, el bombero más joven de los tres que fueron pensó, como diría después, que la punta del dedo tenía mal aspecto porque estaba hinchada, no se movía y parecía magullada. Pero él no dijo nada.

En el hospital vieron que la situación era grave, y mientras la enfermera intentaba liberar el dedo atrapado mediante un truco muy conocido, que sólo se aprende con la experiencia, llamaron a la persona de mantenimiento para que les proporcionara las herramientas adecuadas. Al parecer no quedó otra alternativa que cortar la rejilla metálica y así liberar el dedo del niño.

Los minutos transcurrieron con lenta desesperación, el panorama se volvió cada vez más tenso a medida que las esperanzas se desvanecían. Pero poco a poco todos lo consiguieron, cada uno aportando lo suyo, unas herramientas y otras habilidades y experiencia. Un esfuerzo de equipo. Ningún curso de la facultad enseña qué hacer en estos casos: aquí prevalece el sentido común. Finalmente liberaron el dedo del pequeño.

Pasaron algunas horas hasta que el dedo volvió a la normalidad y ahora el niño ni siquiera lo recuerda. La ley, el sentido común y el respeto me obligan a ocultar la identidad del paciente, la del hospital y la de quienes lo atendieron. Pero más allá de quién es y quién fue, el caso de este niño ilustra una vez más la importancia de algo que es obvio y fácil de entender.

La ciudad de Santa Fe necesita pediatras de guardia, aquí y más allá, tanto en hospitales como en centros de salud. También hay que decir que son igualmente necesarias las enfermeras dedicadas a la pediatría, y el personal de mantenimiento, entre muchos otros que hacen guardia, todos los días, a todas horas, al servicio de la comunidad. Esto merece respeto y reconocimiento, y un trato laboral adecuado.

No parece que la actual falta de pediatras de guardia se deba a que no haya suficientes pediatras en la ciudad, sino a que la institución no les ofrece una alternativa laboral, profesional y personal que valga la pena.

Es probable que si mejora el acceso a los centros de salud, con horarios ampliados, especialmente en vísperas del invierno, también mejore la presión asistencial en la sala del hospital, porque buena parte de los pacientes de esta sala podrían haber recibido una atención adecuada en el hospital. centro de salud. Esto ya se sabe y se dice desde hace mucho tiempo. Por otro lado, la atención en planta hospitalaria es más cara para las arcas públicas y lleva más tiempo que la atención en un centro de salud periférico.

Más horas y más días de atención en los centros de salud es una medida oportuna. Bienvenido. Pero hay que reconocer que aún quedan más horas y más días. También hay que admitir que en determinados centros de salud, algunos viernes, no va el médico, ni tampoco el pediatra. Llegará el invierno, con su carga de virus, algunos inofensivos pero otros peligrosos, sobre todo para los bebés, y quizás se repita la situación de otros inviernos. Con un agravante: la situación socioeconómica de muchas familias será peor que la de otros inviernos, y esto supone un importante factor de riesgo para la salud de los más pequeños. Es bien sabido que el acceso a un profesional pediátrico es más difícil cuando los padres no gozan de una buena salud socioeconómica.

Un mes con dengue

Otro caso que invita a pensar en la necesidad de organizar mejor los recursos humanos y materiales de la pediatría santafesina es el de una niña de poco más de un mes de edad, ingresada con dengue severo en un hospital de Buenos Aires (aunque podría haber sucedido aquí).

A los 32 días tuvo que ser hospitalizada porque tenía fiebre. Las primeras pruebas que le hicieron sugirieron meningitis, por lo que comenzó a recibir tratamiento con antibióticos. Al segundo día de hospitalización, la salud de la bebé empeoró, no hubo respuesta al tratamiento y continuó con fiebre. Al tercer día su estómago estaba tenso, tenía líquido en el abdomen y líquido en el pecho y la fiebre continuaba. Más estudios, más análisis. Y entonces el diagnóstico de dengue y de dengue grave quedó claro. Al cuarto día, y todavía con fiebre, le apareció un sarpullido intenso en casi todo el cuerpo. Al quinto día se le hincharon las piernas y los pies.

Todo esto nos obliga a pensar que la pediatría no es una ciencia fácil, y que entre otras cosas requiere que los hospitales cuenten con los mejores profesionales, tanto en planta, como en internación y en consultorios. Los médicos y enfermeras mejor capacitados en pediatría deben brindar atención en el hospital. Los demás deberán ser en atención primaria pediátrica, tanto privada como pública. Ambos son completamente necesarios, cada uno a su manera, cada uno a su nivel.

Este caso se reporta en la edición de este mes de abril de la revista Archivos Argentinos de Pediatría, de la Sociedad Argentina de Pediatría, que está disponible para todos de forma gratuita en Internet. Finalmente, al sexto día de hospitalización, la fiebre de la bebé disminuyó y comenzó a mejorar. Ella ya estaba bebiendo la leche. Al noveno día fue dada de alta del hospital y regresó a su casa. Todos felices y agradecidos. Supongo, estoy segura que seguirá controles con el pediatra en el centro de salud que corresponde al barrio donde vive.

Las cosas suceden cuando nadie lo espera. Por tanto, las vacantes que se deben cubrir primero son las de los hospitales. A todos nos conviene que sea así.

 
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