Cuando en Neuquén no había supermercados y se usaba el cuaderno de almacén

Cuando en Neuquén no había supermercados y se usaba el cuaderno de almacén
Cuando en Neuquén no había supermercados y se usaba el cuaderno de almacén

La despensa es pequeña pero está bien equipada. En el suelo hay una hilera de damajuanas cuidadosamente colocadas con vinos elaborados en el valle. Dos refrigeradores vitrinas están llenos de embutidos y productos lácteos, hay estantes en la pared con paquetes de fideos, arroz, hierbas y todo tipo de productos no perecederos. En otro, refrescos en envases de cristal de un litro, obsequios exclusivos para fiestas y cumpleaños.

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Las latas de galletas cuadradas eran muy populares en las tiendas.

En una de las paredes se multiplican latas cuadradas de galletas de todos los gustos y en un rincón se encuentran artículos de limpieza. Lo más llamativo –sobre todo para los niños de los recados– son las bomboneras de cristal y las estanterías donde se encuentran los bombones y chucherías. Una pequeña parte de esos tesoros será la yapa que recibirán al terminar de comprar.

Esta descripción encaja con cualquiera de los cientos de almacenes que existieron en los barrios de Neuquén entre los años 60 y 70, unos años antes de que llegaran los supermercados.

Las compras mensuales se hacían en un mayorista, pero las compras del día a día se hacían en estos pequeños comercios locales que tenían una peculiaridad muy importante: muchos de los productos se ofrecían al por mayor, es decir, comprabas lo que necesitabas y nada. más. El resto de la mercancía se adquiría en negocios de otras zonas, como fruterías, carnicerías, pescaderías y heladerías que abrían sólo en verano.

Es cierto que las compras tomaban un poco de tiempo, pero entonces no había el vértigo ni la ansiedad de hoy. El tendero (a veces acompañado de un ayudante que podía ser un miembro de su propia familia) pesaba toda la mercancía en una báscula mecánica y luego la envolvía en papel o la colocaba en pequeñas bolsas. Casi todo se vendió a plazos.: las aceitunas, los huevos, las galletas, los fiambres y hasta la crema y el dulce de leche, que venían en enormes cilindros de cartón duro. Se encargaron tantas unidades de una cosa o tantos centímetros cúbicos de otra y no hubo problemas. Nunca compraste nada más.

En aquella época aún no existían las tarjetas de crédito. Aunque los primeros plásticos empezaron a circular en los años 60, sólo servían para realizar compras en el exterior. En Argentina las tarjetas recién se consolidaron en los años 80.

¿Cuál era entonces la forma de pago más común antes de los supermercados?

Los consumidores solían comprar con efectivo o cheques (muy popular en aquella época), pero para los gastos diarios existía otra herramienta crediticia que a ninguna familia le faltaba: el cuaderno de tendero donde el comerciante anotaba cada producto con su respectivo precio y lo devolvía al comprador. A principios del mes siguiente, las deudas fueron saldadas cuando la gente recibió sus salarios.

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La libreta de tendero, una forma de crédito común antes de que llegaran los supermercados.

La libreta del tendero era un pacto de confianza cuyo proceso para obtenerla no era nada complicado. Había que presentarse ante el dueño de la despensa y comprar allí con frecuencia. Nada más.

En cuestión de días uno tenía ese cuadernillo de tapa semidura que a veces estaba impreso con líneas y, en las versiones más avanzadas, también tenía columnas para detallar las fechas y montos de las compras. A partir de entonces, el cuaderno se renovó cada mes. Lo mismo que confiar.

Esta herramienta crediticia se perdió con la llegada de las grandes tiendas comerciales que cambiaron la cultura y costumbres de los consumidores. Todo, absolutamente todo, se podía comprar en un solo lugar. Los clientes ya no eran los conocidos habituales; Eran anónimos que venían a comprar de cualquier barrio.

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La llegada del supermercado Topsy cambió la forma de consumir de miles de neuquinos.

En Neuquén el primer supermercado que abrió sus puertas fue El Viejo Almacén, a mediados de los años 70, en la calle Sarmiento. Casi a finales de esa década se abrió otro que se convertiría en un ícono en Neuquén y, con el paso de los años, en una gran cadena comercial: Topsy, cuyo primer edificio se construyó sobre la Avenida San Juan. Ya en los años 90 llegarían otros gigantes nacionales e internacionales. Y todo cambió.

Las despensas y almacenes obviamente sobrevivieron y permanecen hoy como pequeños negocios locales., aunque también se modernizaron en la venta de productos. Muchos de los productos que antes se vendían en fracciones ahora son envasados ​​por las grandes industrias alimentarias. La libreta del tendero se convirtió durante unos días en un fideicomiso que sólo algunos comerciantes utilizaban con antiguos clientes. Ya no es una cuestión de confianza, sino de inflación.

Hoy esa forma sencilla y efectiva de comprar permanece en la memoria, al igual que los personajes, las postales de las discotecas del barrio y la nostalgia de la infancia.

El papel enumera lo que escribieron madres y abuelas, los dulces de yapa, las galletas variadas, el dulce de leche en envase de cartón quedan en el corazón de los más mayores.

Quedan y quedarán en la memoria aquellos raros años en los que la gente vivía igual aunque no existieran los supermercados.

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Una imagen muy icónica del fotógrafo Henri Cartier Bresson. Un niño haciendo recados.

 
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