Secretos de un fracaso (II) – .

Secretos de un fracaso (II) – .
Secretos de un fracaso (II) – .

Por José Luis Méndez Méndez . Resumen latinoamericano, 12 de abril de 2024.

La desconfianza hacia los más de mil enrolados en la aventura de invasión fue clara, evidente y tangible, a los argumentos y razonamientos expuestos en los debates sobre el probable rumbo del destino final se sumó: “Recomiendo inducir, más que obligar, a la Brigada Para aceptar esta propuesta, “Debido a la falta de uso militar inmediato de la Brigada, debemos desmantelarla como tal. Como puede ser que en el futuro deseemos tener la presencia de cubanos entrenados militarmente en las fuerzas armadas de Estados Unidos, debemos incentivar a los miembros de la Brigada a que se inscriban en el programa de entrenamiento militar existente para cubanos y que desde allí se incorporen. la unidad de reserva de Estados Unidos”.

En contra de esta propuesta se argumentó: “Esto podría generar críticas políticas y militares nacionales al incorporar grupos extranjeros organizados al componente de reserva de las fuerzas armadas estadounidenses. “Existe el riesgo de que un acto impulsivo e irracional por parte de miembros de la Brigada, como miembros de las fuerzas de reserva estadounidenses, pueda ser fuente de graves inconvenientes para Estados Unidos”.

La culminación de este criterio se expresó: “Debemos ofrecerles alguna ayuda especial, pero no hasta el punto de que se conviertan en una clase perpetuamente privilegiada…”.

Así se diseñó el final de la Brigada 2506, que luego dio origen a la fraternal Asociación de Veteranos de Bahía de Cochinos. Los mercenarios no eran reconocidos como veteranos de guerras extranjeras, lo que conllevaba beneficios económicos y reconocimiento social; sólo fueron admitidos como combatientes, lo que desató controversias y luchas internas entre quienes aceptaron haber sido mercenarios al servicio de una potencia extranjera contra su país. de origen y aquellos que abogaban por ser veteranos. Los primeros se consideraban “patriotas”, que habían actuado en la invasión por el mayor interés de liberar a su país de la amenaza comunista y por tanto no necesitaban ser compensados ​​ni recibir reparación material. Otros creían que habían servido a Estados Unidos en una guerra y por tanto les correspondía esa aceptación con sus implicaciones. Fue un largo debate interno, que dividió a sus miembros, sólo en 1981, durante la administración del ultraconservador Donald Reagan, se retomó el tema, sin grandes avances.

El mismo dilema se presentó al expresidente republicano Donald Trump el viernes 16 de junio de 2017, cuando lanzó su política punitiva hacia Cuba, desde los cuarteles de los mercenarios derrotados. En ese momento no recordaba cuando Kennedy enfrentó este conflicto, que fue denominado con clínica frialdad: el problema de disposición, (eliminación del problema) en los primeros días de abril de 1961, el conflicto de qué hacer con la Brigada 2506, cuando reflexionó: “Tenemos que alejarnos de estos hombres. Es mucho mejor tirarlos en Cuba que dejarlos en Estados Unidos. Especialmente si es allí donde quieren ir”. El Presidente ha proporcionado la solución a ese obstáculo.

Un selecto grupo de mercenarios fueron entrenados en el campamento de Fort Benning, de donde egresaron con el grado militar de subtenientes del Ejército de Estados Unidos y destinados a misiones contrainsurgentes en países latinoamericanos, según lo acordado.

La Brigada rendida pidió a la administración de Lyndon B. Johnson formar una unidad compuesta exclusivamente por mercenarios cubanos para luchar en Vietnam, pero la oferta fue rechazada; participaron pero se dispersaron e insertaron en batallones de los agresores estadounidenses. Una vez más dio prioridad al temor de que pudieran convertirse en un problema para Estados Unidos en la zona de combate.

Unidades marítimas, terrestres y aéreas, integradas por mercenarios de origen cubano, fueron enviadas por la CIA al antiguo Congo Belga, en 1965, para unirse a otras legiones de soldados de fortuna, estacionadas en ese país. Desde noviembre de 1962, la llamada Fuerza Aérea de la brigada derrotada fue contratada para servir en el conflicto militar congoleño.

El domingo 14 de abril de 2013, como cada año, cientos de mercenarios, sus familiares y políticos de origen cubano se reunieron frente al llamado Monumento a los pilotos caídos, durante la invasión, ubicado en el aeropuerto local de Tamiami, para recordar a los mercenarios que formaron parte de la fuerza aérea invasora y fueron derribados entre el 15 y el 19 de abril de 1961. El sitio fue inaugurado en 2010, para recordar el 49 aniversario de la derrota.

Una placa de bronce conmemora los nombres de los 14 pilotos y navegantes fallecidos durante los ataques aéreos repelidos por las defensas cubanas. Todos mercenarios, diez eran cubanos y cuatro estadounidenses. A modo de adorno, junto al monumento se encuentra un bombardero B-26 número 931 posicionado en dirección a Cuba. Banderas, del país atacado y del agresor, ondean junto al lugar. Este bombardero B-26 es similar a los 16 que participaron en la tortuosa agresión, iniciada el 15 de abril, con el ataque no anunciado contra varios aeropuertos cubanos, en la capital y en Santiago de Cuba, con la intención de destruir la defensa aérea cubana. , como antesala de la invasión mercenaria, que causó muertos y heridos a decenas de cubanos.

Los atacantes acudieron disfrazados con insignias cubanas en el fuselaje, para confundir, práctica prohibida por el Derecho Internacional Humanitario, que regula las reglas de la guerra.

El presidente John F. Kennedy dio la orden de reducir el primer ataque a Cuba de 16 bombarderos B-26 a sólo ocho y en lugar de todos los aeropuertos a sólo tres aeropuertos donde se encontraban los aviones cubanos.

El comando invasor evaluó que el ataque sorpresa del 15 de abril de 1961 a San Antonio de los Baños, Colombia y Santiago de Cuba fue exitoso, pero siete aviones seguían siendo vitales, entre ellos jets T-33, Seafuries (cazas rápidos) y bombarderos. B-26, así fue la capacidad defensiva aérea de Cuba, frente a una fuerza concebida, organizada, entrenada, armada y dirigida por el país más poderoso del mundo, lo que habla de la determinación y valentía de quienes repelieron y derrotaron el colosal ataque.

Los compiladores, en Estados Unidos, de los detalles de lo sucedido, sostienen que por orden del presidente norteamericano se suspendieron los otros dos ataques aéreos y con esas órdenes y otras que dio condenó la invasión a su destrucción, lo que ha sido desmentido por autoridades de la época y por estudiosos serios del suceso. Como resultado de la fulminante respuesta de los combatientes cubanos, la invasión al día siguiente de iniciada quedó prácticamente condenada al fracaso, el objetivo de lograr una cabeza de playa para el desembarco de refuerzos no se logró, la desbandada y desmoralización de sus integrantes provocó un categórico y golpe irreversible, que acabó en fracaso.

Entre las opiniones de los mercenarios, tal decisión presidencial fue sin duda un “acto de negligencia criminal”. Lo cual es igualmente falso. Los críticos señalan: “Sin un control total del aire, la Brigada no podría derrotar a unos 200.000 soldados enemigos”. No se trató de la cantidad de defensores, la derrota se produjo por la capacidad de los uniformados de resistir y vencer al oprobioso agresor.

Los invasores derrotados, décadas después, se consuelan y minimizan la respuesta patriótica; uno de sus textos describe el principio del fin del intento: “Durante la madrugada del 17 de abril, los pequeños cargueros que transportaban a los 1.500 soldados de la Brigada 2506 llegaron a Bahía de Cochinos donde fueron atacados una y otra vez por los siete aviones castristas. El río Escondido explotó como una bomba atómica y el Houston comenzó a hundirse y su capitán Luis Morse lo encalló a 1 milla y media de la costa. Estaba a bordo del Houston con mi Quinto Batallón y la mayoría de nosotros saltamos al agua en la que había cientos de tiburones que nadaban hasta llegar a tierra. Aquella triste mañana, 26 de los 160 soldados del Quinto Batallón murieron por disparos de los aviones castristas, ahogados o devorados por tiburones. “Mi batallón tuvo el mayor número de muertos de toda la Brigada 2506”. La falaz redacción contrasta con lo que realmente ocurrió, además ignora el esfuerzo realizado para mantener en el aire los viejos aviones y la dedicación de pilotos, navegantes, mecánicos y armeros de la Fuerza Aérea Revolucionaria, quienes durante horas repelieron la agresión, muriendo incluso en Defensa de la Patria, atacada.

La engañosa historia continúa: “Los demás barcos huyeron perseguidos por aviones enemigos luego de que la Brigada desembarcó en Playa Larga y Playa Girón. Los bombarderos B-26 de la Brigada al no poder utilizar el aeropuerto de Playa Girón ya que nuestros barcos traían la gasolina, tuvieron que volar ida y vuelta desde la base llamada Happy Valley en Puerto Cabezas, Nicaragua durante unos 45 minutos en el aire. en Bahía de Cochinos. A los bombarderos de la Brigada les habían quitado las ametralladoras de cola porque la CIA había dicho que “el cielo será nuestro”. La historia se ha encargado de colocar cada pasaje de este suceso en su lugar y demuestra con sobradas razones la realidad acontecida.

La respuesta antiaérea y los valientes pilotos derribaron a seis bombarderos B-26 agresores. La falaz historia continúa: “En Nicaragua, cuatro pilotos mercenarios estadounidenses, que habían entrenado a los pilotos cubanos, furiosos al ver cómo su presidente dejaba morir a los brigadistas en Playa Girón, abordaron dos B-26 para ayudar a la Brigada y fueron derribados” . Falso, los pilotos mercenarios cubanos, temerosos y convencidos del fracaso, se negaron a tripular los aviones ese día y los soldados de fortuna contratados desde Alabama tomaron su lugar.

Estos agresores fueron Thomas W. Ray, a quien el Gobierno Revolucionario de Cuba, el 5 de diciembre de 1979, entregó oficialmente a la representación del Gobierno de los Estados Unidos, su cadáver conservado intacto en Cuba durante 18 años. Fue abatido el 19 de abril cuando, junto con su colega agresor estadounidense Frank Leo Baker, bombardearon el ingenio azucarero australiano, situado lejos de la zona de combate. Los otros dos muertos eran los soldados estadounidenses de fortuna Riley Shamburger y Wade Gray.

Graduados de cursos intensivos de contrainsurgencia en Fort Benning, fueron enviados como asesores a dictaduras en Bolivia, Argentina, Ecuador, Perú y en Venezuela un grupo de mercenarios de origen cubano ingresaron en la Dirección General de la Policía (DIGEPOL) y fundaron en 1969 la Dirección del Servicio de Inteligencia y Prevención (DISIP), donde ocuparon altos cargos directivos.

Este es uno de los secretos posteriores, poco conocidos, que demuestra la utilización de emigrantes cubanos para atacar a su país, con intereses maliciosos de retrotraernos al pasado y el desprecio de quienes los habían utilizado. En Estados Unidos siguen abiertas numerosas heridas tras el fracaso de la invasión. Continuará…

Escritor y profesor universitario. Es autor, entre otros, de los libros “Bajo las alas del Cóndor”, “Operación Cóndor contra Cuba” y “Demócratas en la Casa Blanca y terrorismo contra Cuba”. Es colaborador de Cubadebate y Resumen Latinoamericano.

Victoria en Playa Girón: Secretos de un fracaso (I)

 
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