Cada vez tenemos que ir más lejos para buscar el agua que necesitan Medellín y el Valle de Aburrá

Cada vez tenemos que ir más lejos para buscar el agua que necesitan Medellín y el Valle de Aburrá
Cada vez tenemos que ir más lejos para buscar el agua que necesitan Medellín y el Valle de Aburrá

01:00 a.m.

Hace más de 100 años, para que un habitante de Medellín pudiera abastecerse de agua sólo necesitaba caminar unos metros hasta la quebrada de Santa Elena. Actualmente, para que el líquido salga de los grifos de los hogares, EPM debe buscarlo hasta a 33 kilómetros de distancia de los embalses y así garantizar la cobertura continua de agua potable en Medellín, algo cada vez más importante para las capitales del mundo. . más difícil.

El problema es que el agua Lo que consume la capital de Antioquia proviene en un 92% de otras subregiones. Y depender de fuentes externas tiene sus riesgos. Este es el caso de la presa La Fe, que abastece a los hogares del sur del Valle de Aburrá. Principalmente en épocas secas—cuando el caudal de los arroyos Las Palmas y Espíritu Santo, que son los que pasan a metros de este embalse, ya no es suficiente—EPM debe organizar su operación en torno al río Buey, en los límites entre La Ceja y Abejorral, a 33 kilómetros de distancia. Allí, mediante bombas extractoras, se extrae el agua que consumen los hogares, comercios e industrias del Valle de Aburrá y Rionegro.

Según Santiago Ochoa Posada, vicepresidente de Agua y Saneamiento de EPM, la operación cada vez más compleja para garantizar el abastecimiento de agua se debe al acelerado crecimiento demográfico en el Valle de Aburrá, donde cada vez se construye más gente y se asientan más personas. El 60% de la población total de Antioquia vive en el Valle de Aburrá. No hay nada que pueda seguir el ritmo de la expansión y mucho menos los caudales de los afluentes que la abastecen.

“Recordemos que antes el agua estaba al lado, en el barranco de Santa Elena. Cuando el agua no alcanzó, se construyó primero la planta Villa Hermosa, que cumplió 80 años y luego el de Piedras Blancas, que es de la misma época. En los años 60, cuando estos no eran suficientes, se empezó con el embalse La Fe y en 1991 entró en funcionamiento Manantiales”, recordó Ochoa.

Cada uno de estos embalses cuenta con redes de bombeo que, Según las circunstancias, sacan agua de los ríos. y arroyos lo más cerca posible y que además conllevan menores costes operativos.

Según Ochoa, cuando se presentan situaciones como la actual sequía y las principales fuentes de suministro comienzan a fallar, entonces EPM tiene que utilizar planes de contingencia, que se revisan todos los días, para determinar cuáles son las medidas más adecuadas. viable para seguir suministrando el líquido. “Aprovechando toda la infraestructura que tenemos actualmente, empezamos a tomar de la primera fuente que menos costos genera, si esto no es suficiente buscamos la segunda menos costosa y así sucesivamente”, ilustró.

La Fe es el embalse que hace que el equipo de EPM vaya más allá para buscar fuentes que lo abastezcan.

En el caso de Riogrande II, en el Norte de Antioquia, que abastece principalmente a la Central Manantiales, en los casos más críticos el agua debe buscarse a 23 kilómetros de distancia, mientras que en el caso de Piedras Blancas el rastreo debe hacerse a unos 11 kilómetros.

No sirve cualquier fuente.

Si bien todavía existe cierta creencia popular de que cualquier río y arroyo es fuente de abastecimiento para los subsistemas de EPM, en la realidad muy pocos son operativa y financieramente viables para potabilizarlos.

Para determinar si son aptos como fuentes, se debe analizar si están libres de contaminantes provenientes de la minería u otro tipo de vertidos que los hagan inviable para el consumo humano. Ochoa explicó que luego de estos análisis y cumpliendo con todos los permisos necesarios por parte de las autoridades nacionales, se procede a disponer de las fuentes de agua. “Eso no se trata simplemente de ir a cualquier arroyo, construir la infraestructura y beber el agua. Para eso debemos solicitar todos los permisos”.

En el caso de la presa de La Fe, antes de girar hacia el río Buey, primero deben agotar otros recursos, por ejemplo van al río Pantanillo, otro de los afluentes que pasan cerca. Haciendo uso de una infraestructura interconectada, que transporta agua, incluso entre los demás ríos que abastecen el embalse, para que finalmente pueda ser utilizada sin problemas, garantizando así eso en épocas complejas como las de estos primeros tres meses del año. Puedes abrir el grifo y el agua sale normalmente. Y esto se replica con Piedras Blancas y Río Grande II, que son las otras grandes represas para abastecer la red de acueductos.

Garantizar el agua cuesta dinero

Constantemente se realizan inversiones para mantener el suministro, ya sea para interconectar las redes existentes o extenderlas a nuevos territorios para evitar problemas de suministro como los que se vienen presentando en el noreste, oriente y noroeste de Medellín, además del municipio de Barbosa. , que actualmente dependen de pequeños sistemas rurales y no de la red interconectada del resto del Valle de Aburrá.

“Hemos trabajado constantemente para mejorar las redes y actualmente tenemos los trabajos muy avanzados para que, por ejemplo, en San Cristóbal y Robledo las suspensiones se hagan por sectores y no en todo el circuito y recientemente hicimos un gran trabajo en San Antonio de Prado, que anteriormente fue uno de los primeros en sufrir cada fenómeno de El Niño y actualmente no hubo problemas”, explicó Ochoa.

De hecho, el 14 de marzo se anunció que para evitar que 9.600 familias del noroeste de Medellín se vean afectadas se construirá una estación de bombeo y un tanque, en obras que tendrán una inversión de $23.000 millones. El tanque tendrá una capacidad de almacenamiento de 2.000 metros cúbicos que recibirán agua que será bombeada de otras fuentes para evitar depender del caudal de la quebrada La Iguaná.

Este es uno de los proyectos que se han ejecutado, muchos de ellos apenas perceptibles para la comunidad, y para el cual EPM asegura que ha destinado más de $2 mil 946,818 millones entre 2016 y 2024, distribuidos de la siguiente manera: $129,746 millones en bombeo, $148,876 millones en redes de captación de agua, $359.892 millones en ductos, $821.846 millones en redes de ampliación, $410.520 millones en potabilización, $959.788 millones en redes secundarias y $106.149 millones en construcción de nuevos tanques.

Oriente cambia el juego

Respecto al embalse La Fe y sus afluentes, la mayoría de estos provienen del Oriente antioqueño, situación que puede generar conflicto, tomando en cuenta que esta subregión es una de las de mayor expansión urbana en los nueve municipios que conforman el Valle del San. Nicolás, por lo que el agua que antes estaba disponible exclusivamente para las necesidades del Valle de Aburrá, ahora tiene que ser distribuida de manera prioritaria en el propio Oriente.

El vicepresidente de Agua aseguró que el suministro de agua en La presa La Fe puede durar hasta 50 años, aunque advirtió que la ampliación del Valle de San Nicolás, impulsada por el Túnel de Oriente, puede acortar significativamente la vida útil proyectada. “Esto significaría que tendríamos que optar por el crecimiento de las redes de suministro para abastecer a ambas subregiones o recurrir a otras alternativas”.

Según relatos preliminares, con este panorama, el agua y las redes que se planean para durar medio siglo solo tendrían una vida útil plena para el Valle de Aburrá de 30 años o menos, dependiendo de cuánto crezca el territorio, por lo que se deben buscar alternativas. pensado para evitar cualquier crisis.

Entre las opciones que contempla EPM está hacer un mayor aprovechamiento del embalse Río Grande II, que actualmente abastece a la Central Manantiales como principal red de abastecimiento, aprovechando que tiene una capacidad de 138.8 millones de metros cúbicos de agua, la mayor en toda Antioquia. Pero esto implicaría realizar algunas modificaciones en la interconexión de la red.

Sin árboles no habrá agua

Por más embalses, plantas y redes que se construyan, si EPM y las administraciones del Valle de Aburrá no se arriesgan en los próximos años con ambiciosos programas de reforestación y conservación ecológica, la infraestructura difícilmente servirá.

“Para nosotros el tema de recuperación y protección de cuencas es muy importante y estos son los resultados de un programa de recuperación de ecosistemas que tiene la empresa”, afirmó Ochoa.

Esta estrategia se articula entre la plantación de árboles en todas las áreas de donde se extrae el agua de la empresa y la ampliación de áreas de reserva y zonas de extracción que protegen los afluentes.

Actualmente, a través del programa de Fomento Forestal, se busca plantar diferentes especies en más de 37.000 hectáreas y, al mismo tiempo, contar con personal que se encargue de todos los cuidados de cada uno de los árboles para que crezcan en perfectas condiciones.

La empresa reconoce que es un trabajo lento, que puede llevar décadas, pero que consideran tan importante como instalar redes y construir plantas si quieren pensar en tener agua para los próximos 100 años.

“Ninguna sociedad debe perder de vista esa responsabilidad de cuidar aquellas fuentes que la abastecen de agua. Es quizás un mensaje más importante y es el que muchas veces se deja de lado, porque probablemente no veré los efectos del árbol que se va a plantar, pero si no los planto, no lo verán. mis hijos ni mis nietos. Si no empiezo ahora, si esta sociedad, si esta generación no lo hace ahora, sus descendientes no podrán disfrutarlo”, explicó el funcionario.

Cerrar el grifo es imprescindible

Los habitantes del Valle de Aburrá, principalmente los de estratos altos, se permiten lujos que ni siquiera los ciudadanos de las capitales más prestigiosas pueden permitirse.

Un habitante de estrato 6 en Medellín gasta en promedio 210 litros, más del doble de lo recomendado por la OMS para satisfacer las necesidades básicas de consumo e higiene. El consumo per cápita en los 10 municipios metropolitanos supera ampliamente los 100 litros diarios recomendados. Les gustaría hacerlo en Londres, El Cairo y Tokio, por nombrar sólo tres grandes ciudades que actualmente padecen un grave problema de escasez de agua.

Los habitantes del Valle de Aburrá viven en deuda ecológica con las regiones de donde proviene el agua que consumen, es la conclusión del investigador de la Universidad Nacional, Daniel Mejía Palacio, cuyas investigaciones en 2021 determinaron que la forma de equilibrar la dependencia hídrica de los Aburrá con fuentes externas y amenazas a las cuencas de abastecimiento es implementar con mayor rigor las herramientas establecidas por la Comisión de Regulación de Agua Potable y Saneamiento Básico para ‘castigar’ el consumo excesivo de los ciudadanos. Hacer uso frecuente de la figura de límites máximos de acceso al agua potable aplicable una vez superados los límites establecidos por el consumo básico de metro cúbico mensual por usuario.

Más que la penalización económica, estas medidas (que se aplican excepcionalmente en momentos críticos como el Fenómeno de El Niño) tienen el objetivo de lograr en la ciudadanía una posición responsable respecto del uso racional.

La investigación también señaló que es fundamental combatir las pérdidas del sistema, es decir, el agua que se pierde y no se factura.

Como señala EPM, en los últimos años han mantenido a raya las pérdidas del sistema con sus estrategias de detección temprana de fugas, monitoreo de presión, reemplazo oportuno de redes y reordenamiento del sistema, renovación del parque de medidores de los clientes y detección y eliminación de fraude. programas.

Pero la deuda ecológica de Aburrá por el agua que consume sin duda se ha acelerado por la pérdida del sistema. Según la investigación de Palacio, entre 2011 y 2018 estas pérdidas fueron del 30%, todo lo cual se traduce en millones de metros cúbicos de agua que se pierden en el proceso antes de llegar a los hogares o al interior de ellos debido al desperdicio.

Lo cierto es que, salvo que la planificación territorial priorice el agua como eje en un futuro próximo, a la vuelta de la esquina conseguir que siga saliendo agua fluida y limpia de los grifos de los habitantes de la ciudad será cada vez más complejo.

 
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