Milei, el anillo y un cuchillo

Milei, el anillo y un cuchillo
Milei, el anillo y un cuchillo

Todavía estamos a oscuras cuando se trata de entender a Milei. Es necesario. Regla. Nos gobierna. ¿Quién es?

Esteban Echeverría narró con precisión temas de su época; Hay huellas del país en el poema y el texto (La Cautiva y El Matadero) Violencia.

Quizás el primer Arlt, el de “Los Lanzallamas” y “El toy rabioso” hable de Buenos Aires (no un país, sólo su capital aluvial y excesiva); El sustento de “Pig War Diary” muestra matices crueles y muy reales. Poco más. Narrar y desollar no es fácil. Ellos lo hicieron.

Milei no está en Borges ni en Marechal. No es ninguno de los dos gauchos, ni Fierro ni don Segundo Sombra. Quizás Stéfano… pero es inasible como actual presidente. No está en la ficción argentina. Mis reflejos de lector me llevan al periodismo de escritores.

“The Naked and the Dead”, escrita por Norman Mailer, apareció en Estados Unidos en mayo de 1948. Living Flesh. Hay vida en tanto dolor narrada sin horror. Hablan de los suyos.

“A sangre fría” (título original en inglés: A sangre fría) es una novela testimonial del periodista y escritor estadounidense Truman Capote. Se inició en 1959 y se publicó finalmente en 1966. El alma sin cuartel con un asesino humanizándose sin conseguirlo. Simplemente belleza.

“¿Quién mató a Rosendo?” es un libro escrito por Rodolfo Walsh y publicado en Argentina en 1969, que relata el asesinato del líder del Sindicato de Trabajadores Metalúrgicos Rosendo García. El libro surgió a partir de una serie de notas publicadas en el semanario CGT de los Argentinos (CGTA) a mediados de ese año. Una confesión por parte. Es una prosa inexpugnable.

La vida de Truman Capote se volvió célebre y mundana. Nada superó ese trabajo suyo sobre la realidad.

La vida de Rodolfo Walsh lo transforma en un personaje difícil. Nada significa que su historia se convirtiera en un texto fundamental. Capote y Walsh trabajaron con una perspectiva personal que profundizaba en la realidad más concreta. Ellos pertenecen. Es un camino.

Norman Mailer, con momentos convulsos en la continuidad de su vida, regresa al barro, tal vez nunca se fue. “La canción del verdugo” (título original La canción del verdugo) es su novela, ya era 1979.

Los personajes no pueden encontrar el perdón. Habrá que ponerse de acuerdo en el eje si alguien quiere ficcionalizar lo que nos está pasando: Javier Milei. La narrativa debe contener eso: “imperdonabilidad”. Los escritores antes mencionados no perdonaron. En sentido estricto, eran periodistas. Eso falta.

Pero el punto de llegada es El Rey del Ring. No es, por cierto, una novela, es una “nouvelle/reportage”, un perfil y una narración elogiosa de un momento de un personaje. Cassius Marcellus Clay, más tarde Mohamed Ali, puede ser, gracias a Mailer, la incursión más directa en un mundo que se derrumbaba.

Algo une a estos autores. Profundizan en las entrañas más profundas de su pueblo. Cada uno encuentra las miserias y no juzga, primero las cuenta.

El Caso de “El Rey del Ring” me interesa, espero que nos interese. Muhammad Ali o Mohamed Ali (nacido Cassius Marcellus Clay, Jr.; Louisville, Kentucky, 17 de enero de 1942 – Scottsdale, Arizona, 3 de junio de 2016) fue un boxeador estadounidense, considerado uno de los mejores de todos los tiempos. Ganó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Roma de 1960 y, como profesional, consiguió el título de campeón indiscutible de la categoría de peso pesado en 1964, a la edad de veintidós años.

La característica de Clay era su trabajo publicitario previo a las peleas, una copia de los shows comerciales de lucha libre, pero con las reglas del boxeo y golpes serios. Muy cerca de la compañía Karadagian. Sólo un paso.

Clay superó todos los límites. “Venceré a Sonny Liston porque soy más bonita”. “Cometieron un error al hacerme pelear con un anciano al que tenía que respetar” (Pelea contra Archie Moore, verdaderamente viejo)

Para el mensaje de “Yankeeland” Clay es un respiro. Se convierte al Islam (pertenece a la Nación del Islam) y se opone a la guerra de Vietnam. No acepta el alistamiento. Es castigado. El abrumador Out Sider.

Clay previamente humilló a su rival insultándolo, sacándolo de su eje y concentración. No es una estrategia que deba desdeñarse. Tuyo es el centro antes, será tuyo después en el ring. Hablará en la pelea, discutirá con los periodistas en los primeros compases, hará gestos… y boxeará. A sólo un gesto de Karadagian y Titanes en el ring.

No se rompió ni una sola regla. Dónde y cuándo fue alcanzado. Nunca por debajo del cinturón, nunca cuando la campana pide descanso. Todo lo demás lo hizo. Ella superó los límites. Eso aparece estos días. Todo Milei es un desplazamiento de los límites. Falta la crónica desde las raíces.

Oculta en una historia sostenida, casi un callejón sin salida, la novela de Mailer sobre la guerra de 1948 muestra hasta qué punto el límite es una convención absurda en un momento determinado para cada persona. Hay una luz allí.

El relato de Truman Capote sobre el límite de “lo moral”, “lo correcto”, “lo posible” resulta impactante en cuanto nos damos cuenta de que justifica toda abyección, toda bajeza contándola y se libera mostrándola, al mostrarla. Debemos trabajar en esta similitud con lo que nos pasa.

En el relato de Walsh aparece la sórdida y desenfrenada carrera de corrupción del poder con y por más poder. No hay esperanza en el libro de Walsh. Fue un anuncio consagrado.

Milei sorprende y se lleva a Mailer; Cuando el escritor regresa con el boxeador trae el espectáculo, el guerrero/esclavo, el circo y la única posibilidad de rebelarse: las morisquetas dentro de lo permitido.

Cassius Clay no rompe las reglas, las corre, los empuja contra las cuerdas tanto como puede, pero no cambia el tamaño del ring ni la presencia del juez y el reloj. Hay un tiempo. Nadie se imaginó a Muhammad Ali con un cuchillo debajo del poncho, porque no hay poncho, nadie se imaginó un cuchillo en medio del ring. No es lo que se habla, lo que se imagina, lo que se ha transmitido durante tanto tiempo. Ahora es posible imaginar un poncho y un cuchillo en medio del ring.

Javier Milei es una realidad imposible de evitar. El voto popular (insisto: elemento a revisar en el dónde, cuándo, cómo y por qué) lo puso en el ruedo.

Javier Milei está en el ring y nadie cuenta su historia. Ni su historia política o biológica, ni sus hábitos vitales (de vida), ya sean alimentos o bebidas, hábitos de higiene y, básicamente, su vida de pareja, sus amores, cómo y por qué. Sería importante saberlo todo para entender algo. Escritor, necesario.

Javier Milei está solo en el ring. Juega jueguitos, pelea con su sombra (“crea sombras”, dicen los especialistas del boxeo) pero no tiene rival designado y pocos están en lista de espera. ¿Quién es el Juez de lo que hace Milei? ¿El voto popular? ¿Quién es su rival?

Las luces están encendidas, se cuentan maravillas de alguien que aún no las ha afrontado. Todos cuentan la inusual lucha de Milei contra las sombras.

Javier Milei quiere cambiar las reglas del boxeo. En palabras menos retorcidas. Quiere redefinir el Estado y la Sociedad. Libertad versus Constitución, Códigos y Leyes. Cambia el objeto de los sueños. ¿Con qué puedes soñar en el Mundo Milei…? ¿Con quién… para qué?…

Tienes que afrontarlo. Muchos sugieren, ofrecen pensar, “esperemos, pensemos”… dicen pensar para no decir “no-sé-qué-hacer-para-saber-qué-está-haciendo” . Esa es la verdad sobre los milaneses: no saben qué hacer.

Mailer con la época de posguerra de los que dicen haber ganado la guerra. Capote con los asesinos, la sociedad y la pena de muerte. Walsh con la violenta corrupción de la sociedad argentina. Mailer nuevamente para indicar cómo el programa se hace cargo de todo.

Parece claro que, después de La Peste, podría surgir un Javier Milei desde las distintas formas de comunicación que cambiaron la relación entre Estado, Sociedad, Individuo, obligaciones y compensaciones. Era una posibilidad cierta y obligatoria. A nuevas formas de comunicación nuevos mensajeros. Él apareció.

Es fácil notar que está solo y no hay nadie apuntado para subir a enfrentarlo. Los pocos que comentan en su contra utilizan argumentos del siglo XX y este enfrentamiento es real, en la tercera década del siglo XXI. Hoy. Los libros mencionados parten de un punto: supongamos que existe. Los políticos argentinos no asumen que él sea diferente.

Aún no lo necesita, pero está claro que las condiciones del ring, los árbitros e incluso el tiempo de cada round han cambiado. La confusión es tanta que, al quedarnos sin herramientas de análisis de este fenómeno, no notamos que con Milei cambiaron las reglas, los objetivos, el destino final.

Es muy difícil narrar como Mailer. Javier Milei no tiene rivales en el ring, no necesita inventarse un cuchillo que él, repito, usaría si quisiera. Lo doloroso es que no hay un narrador que cuente lo que pasa.

Cuando la historia es histórica, describe las consecuencias que también serán parciales y tardías. Truman Capote se dejó dominar por el glamour y el alcohol. Walsh es/fue un narrador fenomenal al que la ideología hizo tropezar.

Parece claro que, después de La Peste, podría surgir un Javier Milei desde las distintas formas de comunicación que cambiaron la relación entre Estado, Sociedad, Individuo, obligaciones y compensaciones. Era una posibilidad cierta y obligatoria. A nuevas formas de comunicación nuevos mensajeros. Él apareció.

Nadie puede decirle a Milei tal cual es porque no se sabe, el hecho periodístico desaparece: dónde, cuándo, cómo y por qué. Sería delicioso, ciertamente necesario pero, de momento, imposible. Eso es lo que nos pasa a nosotros. Nos rige un misterio caprichoso que elegimos por mayoría y que nadie dice bien o mal, sino algo, oye, algo.

La biblioteca da miedo. Leemos tantas cosas que están sucediendo ahora. Milei es un ejemplo de que la ficción se mezcla con la realidad.

 
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