Irina Garbatzky transforma su encierro en una obra literaria

Irina Garbatzky transforma su encierro en una obra literaria
Irina Garbatzky transforma su encierro en una obra literaria

Sábado 15.6.2024

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Última actualización 11:07

La escritora, docente e investigadora rosarina Irina Garbatzky se encomendó una hermosa y desafiante tarea en un momento en el que debía atravesar una salud delicada: durante los siete días que permanecería encerrada por un tratamiento radioactivo, iba a escribir un diario. durante ese encierro. Pero en lugar de ver su circunstancia como un encierro, fue una oportunidad creativa y desafiante lo que la emocionó. Lo llamó ‘Camp’ y ya es un libro.

Un campamento es una aventura prometedora, una vuelta a la infancia, alejada de las comodidades, pero siempre implica naturaleza, amigos y también un encuentro contigo mismo, si sabes aprovecharlo. Al campamento llevó una mini casa con comida y medicinas, y para escribir. Durante una semana, en marzo de 2023, se encerró en la casa prestada de una amiga, en una cuadra del centro, a la vuelta de su casa, entre plantas y libros.

A más de un año de cumplir ese objetivo, a través de autocorrecciones y ediciones para pulir cada frase, Irina publicó su libro Campamento con la editorial chilena Minibulk y lo presentará el viernes 28 de junio a las 6 p.m. en la librería. Oliva con los escritores Paula Galansky y Alberto Giordano. Fue este último –considerado el pensador de la nueva “literatura del yo” nacional– quien propuso materializarlo en un libro.

La autora de esta autoficción en tono de prosa poética conversó con Mirador para avanzar un poco sobre aquella particular experiencia en la que se embarcó: “Sentí que llevaba muchas cosas como el botiquín de viaje: comida, remedios e instrucciones. Y me gusta la escena precaria en el campo. Mi percepción de la vida es la siguiente: es incierta, no se sabe mucho por qué ni cuánto tiempo estaremos en este planeta. Entonces, en esa precariedad, uno encuentra refugio en los amigos y en la supervivencia”.

A Irina le fascinan las cosas pequeñas, y en los campamentos llevas cacerolas, estufas pequeñas, porque te mudas a una mini casa. Pero también se intensifican los sentidos y se aprecia el proceso de fotosíntesis de una planta. En un fragmento, Irina dedica sus páginas a una planta que adora: Podrías escribir un libro, un librito, esa es sólo la historia de esa planta. Así como en aquellas sesiones de análisis lo único que contaba era lo que yo no contaba –la fascinación por el filodendro de hoja larga–, esas páginas podían llenarse con la sorpresa que surgía al escuchar el muy suave crack-crac que hacían cuando sus hojas abiertas.

En sintonía con esta apreciación de la filosofía oriental hacia la naturaleza, -incluso hace referencia a ‘Las transformaciones silenciosas’ de Francois Jullien-, la autora en otro fragmento del libro precisó: Basta organizar un cajón para sentir que estás en un viaje.

Respecto a este pensamiento, Irina afirmó: “Me gusta pensar cuál es la distancia mínima que se necesita para poder moverte de tu vida. Como el cuento ‘Viaje alrededor de mi habitación’ de Xavier de Maistre, o el cuento ‘Wakefield’ de Nathaniel Hawthorne”.

Dulzura

Haikus, extraterrestres y fantasmas en el campamento

Durante ese espacio que la escritora se dio en el tiempo que seguía pasando diariamente por todos sus afectos, no sólo apreció y tomó nota del desarrollo de una planta. También se llevó consigo los diálogos que sostenía cada día con sus seres queridos, y tomó nota de cada uno, como antropóloga de su propia vida. Le recomendaron series como Las chicas Gilmore, la alentaron con su visión de la idea del campamento, e incluso tuvieron peticiones específicas de quienes entendían que serían el objeto de su escritura: “Hazme joven y flaca”, fue el mensaje de su tía. pedido. Y el autor dejó constancia: “Decidí escribir sobre esos siete días en el tono de ‘durante’ esos días, lo que le da esa sensación de realidad cotidiana y además tiene la lógica de un principio y un final. Decidí que aquellos que la orbitaban serían mencionados en el campamento, como mi tía, que me exigía que la hiciera joven y delgada.

El resto de su gente seguía con la vida mientras ella miraba en pausa, y cuando una amiga la llamó, aprovechó para interrogarlos sobre sus días, para agregar al libro. Ella “cortó la llamada y empezó a grabar lo que me decían. Fue divertido, tenía algo de juguetón”.

El entusiasmo de Irina fue desbordante, al punto que ella misma expresó: “Me emocioné, me desahogué un poco. Estaba viviendo el proceso de tratamiento que tenía fechas y era estresante para ella. Pero me metí en esta autopropuesta, y tuve un acelerón tremendo, ilusionado con ese campamento, que sostuve hasta el final. Y fue antes del encierro, cuando comuniqué a mis amigos mi plan, que Giordano sugirió publicarlo en Mini Bulk”.

Pero durante el período también registró pensamientos y situaciones dignas de la ciencia ficción: tornarse de color fluorescente o extraterrestre debido a un tratamiento radiactivo, e incluso un momento de suspenso cinematográfico cuando una noche sintió miedo ante una presencia espectral. Al respecto, admitió: “Tengo mucho miedo y pensé que me iba a vivir sola en una casa que no era mía, y hasta le pregunté a María si no podía entrar un ladrón por algún lado, y en un momento Tenía miedo.” ”.

Entre las referencias literarias, también está la poesía de Katherine Mansfield, y una novela de Silvya Plath, ‘La campana de cristal’, que leyó justo antes del confinamiento. De ahí tomó una idea sobre “la línea trágica de la juventud, que sugiere que hay muchas opciones, y luego se pierden. Me interesaba su idea de que uno puede vivir sus acontecimientos de dos maneras: tan trágicos como cómicos. Es como la película de Woody Allen, Melinda y Melinda. Es la misma historia en la versión tragedia y en la versión comedia. Todo se vive según el punto de vista y yo estaba procesando algo de eso”.

El libro “Camp” se lee como un diario personal, pero también puede ser una historia, o muchas, o haikus. En una prosa límpida, cada día que Irina narra funciona como un microcuento. Sobre esto explicó: “Me importaba mucho cómo sonaba cada parte, más que contar tantas cosas. Mis amigos me dijeron que contará más. Pero me interesaba más el efecto que produce una pregunta, una imagen, un silencio en la página de una sola frase. “La novela poética” de Kamenszain siempre está circulando”.

 
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