Perturbaciones del hombrecito de Andrés Mauricio Muñoz’ – .

Perturbaciones del hombrecito de Andrés Mauricio Muñoz’ – .
Perturbaciones del hombrecito de Andrés Mauricio Muñoz’ – .

Cuando se le pregunta al escritor Andrés Mauricio Muñoz cómo encuentra tiempo para escribir, responde armoniosamente con una sonrisa. “Pienso en mis personajes y mis historias todo el tiempo, nunca los abandono. Es de madrugada cuando me siento a escribirlas. En ese espacio del día reposa la literatura, que defiendo como si fuera un santuario”.

Muñoz ha confesado en varias ocasiones que los personajes llegan en cualquier momento. Instantáneamente cuando estos aparecen en su mente, comienza a dibujar sus gestos, y entonces es cuando crea su carácter, sus expresiones, miedos y disputas. Así pasó con esta novela.

Eso es literatura, ese es el trabajo. En esa definición aparentemente banal puede radicar la belleza que uno como lector aprecia.

Ya había retratado en su mente la imagen y algunas características de Manuel Palomino, el protagonista de “Los Desagradables”, pero fue durante una conversación –que escuchó un día en una cafetería– que le dio vida definitiva al personaje. De repente, escuchó a una mujer preguntarle a su amiga por qué se negaba a encontrarse con sus compañeros de la universidad.
“¿Y qué voy a hacer yo, si no he hecho nada en mi vida?” respondió el hombre con tristeza.

Foto:Cubrir Los desagradables.

Así nació esta historia de un hombre que se cree frágil, diminuto, pusilánime, a quien le da vergüenza mirarse al espejo porque se detiene y al mismo tiempo se concentra en contemplar una y otra vez sus imperfecciones. Se concentra en la simetría de sus mejillas, en sus ojos, en su sonrisa y no le gusta nada de lo que ve, lo hace sentir cómodo, pero sobre todo seguro consigo mismo.

Desde pequeño Palomino sintió el rechazo de las mujeres que lo rodeaban. Sintió la negación de su hermana y su madre, comenzó a sentir odio por ellas al verlas agrediéndose entre sí. Más tarde, en la universidad, surgió un resentimiento por Paola Amézquitaquien estaba en tercer semestre de Biología, justo esa noche, en plena fiesta, lo saludó con un abrazo que se hizo eterno y alimentó su sueño de poder enamorar a esa mujer que le sonreía por Unas horas hasta que su novio vino a recogerla.

Entonces llegó a su vida Patricia Fierro, una compañera de universidad que fue la creadora de ponerle a sus amigos el nombre de “Los Desagradables”. Fue precisamente ella quien una noche, al final de una fiesta, cuando alguien tuvo la fabulosa idea de darles penitencia a todos, Patricia tuvo que besar a tres chicos esa noche, pero fue en el último round cuando, a petición de Ante el público, ella tuvo que besar a Palomino, hasta que ella no pudo soportarlo e interrumpió el beso a los pocos segundos gritando “¡maricón, qué asco!”.

Ese ruido incómodo, esas palabras que esa misma noche fueron puñalada tras puñalada se convirtieron, con el tiempo, en una frase que nunca quiso, o mejor aún, nunca pudo olvidar. Así que durante largas noches se cuestionó lo fácil que era para las mujeres causar heridas profundas con sólo el susurro de unas pocas palabras. En la universidad, que, seguramente, “fue la mejor etapa de su vida, sobrevivió y soportó muchas cosas en casa por culpa del grupo al que pertenecía.

Autor de “Menores Desasosiegos”, primer libro que publicó.

Foto:Mariana Muñoz Gutiérrez.

“En ese grupo que se formó oficialmente a raíz de un comentario, los que eran tímidos, los que tenían miedo, los que no sabían bailar, los que les sudaban las palmas al conocer a la chica que les gustaba, como los que no sentían que tuvieran las agallas o la valentía para enfrentarse al amor cuando éste se enfrentaba a ellos. Palomino no recordaba con precisión qué acontecimiento los había unido, o si tal vez era la propia naturaleza, como si se tratara de un olor o una fragancia que emanaba de ellos (…) El caso es que a mediados del primer semestre ya eran inseparables”.

Palomino tiene treinta y cinco años y lleva diez trabajando en una bodega. Dejó sus estudios, ya no soportaba a su madre ni a su hermana. Esto lo llevó a trabajar en un almacén, en una empresa de alimentación. Fue precisamente allí donde conoció a Sofía, una practicante a quien comenzó a perseguir durante las horas de almuerzo o cuando salía. Corrió por los callejones y estaba atento a cualquier movimiento para que por las noches, mientras preparaba el almuerzo para el día siguiente, los estudiara atentamente, asegurándose de no dar ningún paso en falso.

En ocasiones, esperaba que todos sus compañeros salieran de la oficina para recorrer cada rincón de los pasillos de la empresa, deteniéndose en cada cubículo husmeando en la vida de los demás. Miró las fotos que publicaban de sus parejas, de sus hijos y de sus mascotas, y eso lo frustraba, porque tenían una vida, sueños, proyectos. Él, en cambio, construyó una vida a base de esas paredes, esa oficina, esos documentos que firmaba una y otra vez.

Esta es la historia de un hombre desagradable que quedó viviendo en ese pasado oscuro y no pudo salir de allí, no construyó sus propias palabras, ideas y sueños porque creía que se los negarían si alguna vez lo intentaba. Esta es la historia de un hombre diminuto que se obsesionó con la vida de los demás porque nunca se atrevió a construir la suya propia.

¿Qué te motiva a explorar personajes como Palomino’ y ‘Rosero’, que en tus novelas son retratados como hombres pequeños y pusilánimes?

En términos generales, hace varios años decidí mirar a estos personajes desde una perspectiva literaria. Mucho se habla del hombre seductor, del estereotipo del hombre que conquista, que logra, que provee, pero poco del que tropieza en el amor, que se desconcierta ante la posibilidad de fracasar con una mujer, que se paraliza ante la otro género.

Me gusta que menciones a Rosero, la protagonista de mi novela Las Margaritas, la historia de un hombre pequeñito. Así como Palomino, de Los Desagradables, porque en algunos aspectos son muy parecidos si hablamos de ese rasgo de pusilanimidad. Palomino se considera un hombre de poca monta y eso resume el tipo de hombre que quería representar.

En ese espacio del día reposa la literatura, que defiendo como si fuera un santuario”.

En entrevistas anteriores mencionó que, en una cafetería, escuchó a un hombre decir ‘para qué voy, si no he hecho nada en mi vida’, negándose a reunirse con sus ex compañeros de la universidad. ¿Por qué esta frase fue decisiva para el proceso de creación de la novela?

Fue decisivo porque encajaba con la historia que buscaba, algo que se articulaba con ese lastre contemporáneo que siempre me ha preocupado, en el sentido de la noción de éxito o fracaso que construimos a partir de lo que las redes sociales nos arrojan en la cara. . Parece que quien tiene dinero, o un puesto directivo, o viaja por el mundo tiene éxito, pero no se habla mucho de quien tiene el genio para encontrarlo en la sencillez de la vida, en la cotidianidad que a veces puede parecer desesperante.

En ese momento sentí que la persona que hablaba en la mesa de al lado era mi personaje. Esa es la genealogía de Palomino. Palomino por momentos parece adoptar esa sabiduría con su estilo de vida, pero le asusta cuando se deja llevar por lo que intuye del mundo más allá de su cubículo de la oficina, fuera de esa soledad inapelable que tiene en el departamento donde vive. vidas. eso vive.

Se habla mucho de las frustraciones e inseguridades femeninas, pero leyendo la vida de Palomino es cuando recuerdas que los hombres también se sienten así. ¿Por qué crees que en la literatura contemporánea se habla poco de la fragilidad masculina?
No sabría decirte la razón por la que se dice poco, porque parecería una interferencia indebida ahondar en las razones de otros escritores para descartar ciertos temas. Pero lo que sí puedo decirles es que mirar esa otra parte de la historia podría aportar mucho al encuentro necesario que debemos entre hombres y mujeres. Siempre hemos vivido juntos, pero hay zonas de esa comunión poco transitadas. La deconstrucción que tanto se desea hoy pasa también por comprender nuestros miedos.

¿Cuál fue el último libro que leíste? ¿Hay alguna cita en particular que recuerdes o que te haya dejado una impresión duradera?

Fue la novela Fortuna, del escritor argentino Hernán Díaz, novela que ganó el premio Premio Pulitzer 2023. Recuerdo mucho la definición de insomnio que hacía uno de los personajes: Siempre capaz de encontrar desesperante el ruido, algún recuerdo incómodo, algún motivo de dolor, algún agravio. Eso es literatura, ese es el trabajo. En esa definición aparentemente banal puede radicar la belleza que uno como lector aprecia.

 
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