Tras las huellas de una guerra | Reseña del libro “La Batalla de Subachoque. Ciento sesenta años de olvido”

Tras las huellas de una guerra | Reseña del libro “La Batalla de Subachoque. Ciento sesenta años de olvido”
Tras las huellas de una guerra | Reseña del libro “La Batalla de Subachoque. Ciento sesenta años de olvido”

Óleos de Tomás Cipriano de Mosquera (izquierda) y Mariano Ospina Rodríguez (derecha).

Foto: Orlando Rodríguez Carrasquilla y Museo Nacional de Colombia

Luego de un arduo recorrido por la Cordillera Oriental, el general Tomás Cipriano de Mosquera instaló su campamento en la cima del Yaque, a 3.500 metros sobre el nivel del mar. Desde allí, el soldado pudo observar la sabana de Bogotá, su ansiado objetivo. Tres días después descendió al Valle de Santa Bárbara, conocido como Campo Amalia, dispuesto a enfrentar al ejército enviado por el presidente electo de la Confederación Granadina, Mariano Ospina Rodríguez. El enfrentamiento sería conocido como “La Batalla de Subachoque”, preludio crucial en la campaña que llevaría a Mosquera a la victoria en la Plaza de Bolívar el 18 de julio de 1861, abriendo las puertas al futuro federalista del país.

Este episodio histórico ocurrió en el contexto de las tensiones políticas y militares que caracterizaron a Colombia en el siglo XIX, marcado por conflictos internos y luchas de poder entre facciones políticas rivales. Gracias al trabajo de investigación realizado por el historiador Orlando Rodríguez y los arqueólogos Harry Marriner y Jorge Ruge, hoy se pueden conocer nuevos detalles de este evento. Este trabajo explora no sólo los hechos, sino también el contexto político, social y militar que desencadenó este enfrentamiento y sus consecuencias para el país.

El oponente al que se enfrentó Tomás Cipriano de Mosquera fue el ejército comandado por el general Joaquín París Ricaurte, quien había sido enviado por el gobierno central conservador para frenar el avance de Mosquera hacia Bogotá. El 20 de abril París abandonó Facatativá con sus tropas. Al día siguiente llegaron al valle de Subachoque, donde Paris instaló su campamento en las fincas El Hato y Cantimplora. A una legua de distancia, Mosquera fortificaba sus posiciones, cavaba trincheras y preparaba sus tropas para el inevitable enfrentamiento.

París decidió no atacar frontalmente como esperaba Mosquera. En cambio, tomó una ruta más difícil pero estratégica: guiado por un lugareño, flanqueó el valle de Santa Bárbara hacia el este. La noche anterior a la batalla y con las tiendas vacías a modo de señuelo, sus tropas avanzaron en silencio, posicionándose a mayor altura.

El 25 de abril de 1861, las tropas de París lanzaron su ataque. Mosquera ordenó a sus hombres defender sus posiciones. Los cañones retumbaron y el aire se llenó de gritos de mando, el estruendo de los disparos y el clamor de los heridos.

A lo largo del día, ambos bandos intercambiaron golpes. Mosquera dirigió personalmente varios contraataques. Sin embargo, el desgaste de los combates empezó a pasar factura. El terreno fangoso, las lluvias de abril y el cansancio debilitaron a los hombres de ambos ejércitos.

Cuando el sol empezaba a ponerse, Mosquera y Joaquín París acordaron una tregua temporal. A las seis de la tarde ambos generales se reunieron y decidieron suspender las hostilidades por ese día. Mosquera aprovechó la tregua para reorganizar sus fuerzas y prepararse para futuros enfrentamientos. “En la mañana del 26 de abril, con el campo manchado de sangre y sin un ganador claro, ni Mosquera ni Paris se atrevieron a retomar la batalla. Cada uno quería, por su parte, poner fin al absurdo enfrentamiento. Según el informe oficial del coronel jefe de las tropas de Mosquera, Antonio Salazar, el ejército de la Confederación sufrió 1.663 bajas, mientras que el bando insurgente sacrificó 125 vidas y un saldo de 99 prisioneros, 244 heridos y 150 desertores dispersos. , relatado en el libro Orlando Rodríguez.

El 2 de mayo, las tropas legitimistas cumplieron los términos acordados y se retiraron a sus campamentos. El liderazgo cambió de manos cuando París, por razones de salud, fue reemplazada por el segundo en jefe, el general Ramón Espina. Mosquera, reforzado por la llegada de más hombres, comenzó a trazar nuevos planes para avanzar hacia la capital.

Entre 1832 y 1863, Colombia, que había surgido de la disolución de la Gran Colombia, atravesó una época turbulenta de experimentación política y conflicto armado. Este período abarcó la República de la Nueva Granada (1832-1858) y la Confederación Granadina (1858-1863).

Durante estos 31 años, Colombia adoptó cinco constituciones, experimentó con cinco modelos de gobierno, experimentó cuatro guerras civiles y soportó un golpe de Estado. Los líderes de este período, como Tomás Cipriano de Mosquera, José María Obando, Mariano Ospina Rodríguez y Pedro Alcántara Herrán, desempeñaron múltiples roles políticos, tratando de estabilizar el país. Estos conflictos nacieron del enfrentamiento entre centralistas y federalistas, además de la rivalidad entre liberales y conservadores.

El primer conflicto importante fue la Guerra de las Supremas (1839-1841), seguida de otras guerras civiles que involucraron a terratenientes, esclavistas y militares, que culminaron en la Guerra de las Soberanías (1860-1862). La Batalla de Subachoque, liderada por Mosquera, allanó el camino para la creación de los Estados Unidos de Colombia en 1863, un experimento de federalismo que duró hasta 1886, cuando se recuperó el centralismo.

Respecto al proceso de investigación que recopiló una amplia gama de fuentes históricas, desde documentos oficiales hasta declaraciones de testigos presenciales, Orlando Rodríguez detalló: “Para obtener la mejor aproximación posible a los hechos ocurridos el 25 de abril de 1861 en el Valle de Santa Bárbara, el Los hallazgos arqueológicos recopilados por Marriner y Ruge en el lugar de la batalla se contrastaron con los relatos de testigos directos de los hechos. El material arqueológico fue clasificado por tipo de descubrimiento. Una vez ubicadas las piezas en el mapa, se agruparon con piezas geográficamente adyacentes, bajo la premisa de que estas nubes podrían corresponder a sitios y eventos particulares del enfrentamiento”.

Los arqueólogos Harry Marriner y Jorge Ruge llevaron a cabo sus investigaciones con herramientas de prospección y técnicas de excavación. Desde balas de cañón hasta botones de uniforme, cada pieza encontrada contaba una historia sobre la batalla que había tenido lugar más de un siglo antes. El cruce de datos permitió una reconstrucción detallada de los hechos, desde la disposición de las tropas hasta las estrategias de combate utilizadas. Los mapas dibujados y los diagramas detallados dieron vida a la batalla de una manera que nunca antes se había contado. Esto incluyó la identificación de trincheras, fortificaciones y artefactos militares que arrojaran luz sobre la disposición de fuerzas y el desarrollo de la batalla.

“Hay que considerar la importancia histórica de este conflicto no sólo por el cambio de rumbo político que generó, sino porque a partir de él, por primera vez en nuestra historia, se pusieron en práctica los principios fundamentales del Derecho Internacional Humanitario. Lo anterior se logró mediante el acuerdo de pausas durante la batalla para la atención de heridos y muertos, y la disposición de hospitales de guerra al servicio de ambos bandos”, reflexionó Rodríguez.

La batalla de Subachoque y los estudios realizados sobre ella pusieron de relieve la raíz de la violencia en Colombia. Las disputas cíclicas, las tensiones de poder, los conflictos entre diferentes bandos y la polarización política demostraron que algunos líderes independentistas colombianos continuaron perpetuando las guerras civiles y las divisiones en el país. Este patrón violento nos hace reflexionar sobre los significados de la paz para dar paso a una nueva visión de la colombianidad y del ser colombianos.

 
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