El muy discutible Savater | Cartas Gratis – .

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Carne Gobernada: De la política, el amor y el deseo

Fernando Savater

ariel

Barcelona, ​​2024, 176 págs.

Lo que más disfruto de los últimos libros de Fernando Savater

(La peor parte2019; Solo integral2021; carne gobernada, 2024) es el aire de libertad que recorre cada una de sus páginas. Libertad para pensar sin ataduras, libertad para expresarse sin miedo a críticas de amigos y enemigos, libertad de estilo (casual, menos organizado). Se lee en sus páginas a un autor que disfruta de su sinceridad. No es que antes no dijera lo que pensaba –siempre he creído que Savater escribe para contagiar auténtico entusiasmo–, sino que en muchas ocasiones se impuso su voluntad pedagógica o militante (a favor del toreo, contra el militarismo y el separatismo), lo que requiere cierta restricción. No es el Savater más sustancial (el de La filosofía tachada ola Apología del sofista), ni quizás el más inteligente (La tarea del héroe, la ética como amor propio.), sino el más sincero, el que mejor y más directamente habla desde el convencimiento de su verdad.

“Este es el libro menos planeado que he comprometido”, escribe Savater. Antes “me habría sonrojado ante el descuido de estas páginas, pero ahora me parece hasta gracioso”. “Hay temas – nos dice – de los que sólo se debe hablar con una sinceridad que nos perjudica, sin cubrirnos las espaldas”. Los temas que aborda Savater en este libro son el amor, el deseo y la política.

En La peor parte Savater describió, con doloroso detalle, la enfermedad y muerte de Sara Torres, su esposa y cómplice. Retrato entrañable –porque estaba escrito desde dentro– que terminaba con la declaración de que éste sería el último de sus libros, porque el vigoroso autor de Sobrevivir (Ariel, 1983) se había acabado su deseo de escribir, que en su caso significaba: vivir. “Viví con desgana”, nos confiesa ahora, en carne gobernada– pero no me apetecía la muerte en absoluto”. Hasta que, pasados ​​los días de la pandemia, volvió a encontrar el amor y con él las ganas de correr una nueva aventura, con todos los riesgos que ello implica. El filósofo redescubrió el deseo, para decirlo muy claramente: con el inagotable deseo sexual –que es el que mueve el mundo– en la fase final de su vida. Nada podría estar más lejos del lúbrico Savater que exhibe carne gobernada que Octavio Paz de La doble llama, aunque ambos autores escribieron sus libros cuando rondaban los ochenta años. Paz escribió un extraordinario ensayo sobre el amor y el deseo, mientras Savater narra cómo la resurrección del deseo conduce al amor. Lo que me parece destacable es que dos de los pensadores más lúcidos de nuestra lengua, en el ocaso de sus vidas, hayan decidido romper lanzas por el amor, más concretamente, por el amor romántico, tan denostado en nuestros días.

Poco después de la muerte de su esposa, y ante la imposibilidad de dejar de escribir, Fernando Savater aceptó la propuesta de publicar una columna semanal en El país, periódico en el que había escrito desde su fundación. Una breve columna de apenas trescientas palabras. Un conjunto de artículos que publicó en ese espacio fueron reunidos en Solo integral. En estos artículos reaparecía el habitual Savater: inconformista, irónico, polémico, crítico con el discurso dominante. “Quiero suponer”, escribió entonces, “que el oficio más alto es el de pisotear las cabezas de los sumos sacerdotes”. Y vaya si los pisó. Escribió artículos contra los separatistas, el terrible gobierno socialista de Pedro Sánchez, las modas imperantes, los wake y lo políticamente correcto. El Savater que conocemos, el que hizo el “no servimos“Luciferiano su máximo lema. No dejó ningún títere con cabeza. Tanto es así que terminaron despidiéndolo de El paísque en los últimos tiempos ha perdido todo espíritu crítico para convertirse en un mero boletín gubernamental.

“Escuchamos a la gente decir de manera despectiva: ‘Bueno, eso es muy discutible’… decir algo que es discutible es un tremendo cumplido”. Los textos que Savater reúne en carne gobernada Son textos totalmente discutibles, es decir, no dogmáticos, ni cerrados, abiertos a la interpretación, el diálogo y la discusión. Textos en los que Savater discute con quienes lo rodean y les pide que discutan con él.

Aquel que después de años sigue pensando exactamente igual no es alguien con principios firmes a quien debamos admirar; Es un tonto, alguien decidido a aferrarse a sus creencias a pesar de que el mundo sigue girando y cambiando a cada paso. “Siempre me he considerado una persona de izquierdas”, afirma Savater, pese a que sus críticos le sitúan ahora en las filas de la derecha más rancia. “En los últimos tiempos, bastantes de mis convicciones que consideraba más arraigadas han sufrido un shock, un terremoto revolucionario”. Y como. ¿Cómo permanecer indiferentes ante la forma en que la izquierda española, para seguir aferrándose al poder, pacta con los separatistas que, en su versión más radical, extorsionaron y asesinaron a los demócratas vasco-españoles? Savater decidió entonces abandonar “el pliegue centenario de la izquierda”. Una decisión valiente en estos tiempos. “Oponerse decididamente a la izquierda felizmente reinante te deja sin amigos y casi sin familia”. Savater, por ahora, fue despedido sin contemplaciones del diario donde colaboraba.

En España, como en México, la izquierda es más una creencia que un conjunto de ideas. Hay fe en que algún día el cielo bajará a la tierra, aunque mientras ocurre el milagro debemos soportar los errores monumentales de los colectivistas. “Me curé”, escribe Savater, “de esa enfermedad teológica que nos obliga a algunos de nosotros a seguir diciendo que éramos de la ‘verdadera’ izquierda a pesar de que estábamos en contra de todo lo que la izquierda existente afirmaba y defendía”.

Dejar de llamarse de izquierda no significa dejar de tener convicciones de justicia social. “La fórmula ‘libres e iguales’ dice todo lo que cuenta en mi utopía portátil”, dice Savater en carne gobernada. “La principal función del Estado es favorecer a los pobres… y protegerlos de la desgracia”. Savater no cree en la fórmula del liberalismo radical que dicta que cada persona debe valerse por sí misma: “vivimos en una sociedad, somos necesaria y no accidentalmente socios de otros”.

No existe una izquierda o una derecha “pura”. Se puede ser de izquierdas socialmente y de derechas económicamente. Las combinaciones posibles son variadas y múltiples. En democracia, los ideales socialistas de apoyar a los desvalidos pueden combinarse con métodos liberales. “El resultado es más o menos lo que llamamos ‘socialdemocracia’ y que considero el sistema preferible a todos los demás probados”.

Savater no está en contra de los principios de justicia social de la izquierda, está en contra de la izquierda real, capaz de asociarse con los partidarios de los asesinos. Contra el maniqueísmo dicta que “la derecha representa irremediablemente el error y el mal” mientras sostiene que “la izquierda es la verdad”.

Harto de disculpar las estupideces de la izquierda amparada en su buena voluntad, Savater alza la voz y exhibe a la izquierda verdaderamente existente, la capaz de disculpar y cometer abusos manteniendo siempre su buena conciencia, porque “malo, lo que se dice” es malo. gente, son sólo los de derecha”. La izquierda es juzgada por sus buenas intenciones mientras que la derecha es juzgada por sus resultados. La izquierda es incapaz de admitir que gracias a los métodos de la derecha “sin duda se han logrado las mejores y más competentes sociedades democráticas allí donde se han aplicado”. La gente huye de los países comunistas a los capitalistas, nunca al revés.

Por supuesto, el capitalismo liberal tiene defectos, y muchos, pero pueden corregirse mediante procesos democráticos, que la izquierda tiende a suprimir, como vemos actualmente en México. La culpa, sin embargo, no es tanto de los gobiernos sino de quienes votan por esos gobiernos. La culpa es de los votantes. “En un país democrático gobernado por imbéciles y gente sin escrúpulos, se puede tener la seguridad de que el pueblo está bien representado”. El pueblo, aseguró Malraux, elige a aquellos gobernantes que se le parecen.

carne gobernada, con aciertos y errores, es un libro ameno, donde Savater se muestra lúcido y con mucho cuerpo. Un libro sin duda muy discutible, como todo lo que vale la pena leer. Las convicciones de Savater han cambiado y me alegro de que así haya sucedido. “El tiempo arrastra lo que parece mejor fundamentado y revierte lo que consideramos irrevocable”. ~

 
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