Lea aquí un extracto del nuevo libro de Gonzalo Vázquez – .

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Con motivo de la publicación del nuevo libro de Gonzalo Vázquez, ‘Viaje al centro de la NBA’ (Ediciones JC) le pedimos al autor un extracto de uno de los capítulos en los que estuvo presente Marc Gasol. Este texto fue publicado en la revista especial dedicada a Marc y ahora puedes leerlo aquí:

A finales de mes volví a encontrarme con Marc Gasol, a quien noté más amable y cercano que la última vez. Las cosas le iban bien. Se dio cuenta cuando lo vio. Marc era lo que se llamaría un tipo tranquilo, cuyo entorno parecía molestarle más que a su hermano. No así la derrota. Marc pertenecía a esa especie real de jugadores cuyo rostro, e incluso carácter, cambiaba entre los minutos previos a un partido y una derrota posterior. Debajo de su aparente calma de oso latía el corazón de un competidor. Aquella temporada, la tercera en la NBA, había establecido un fuerte vínculo entre sus compañeros y la organización, diría más creíble y de largo plazo que el que su hermano conocía desde hacía casi siete años. “Estoy muy cómodo aquí y más ahora que estamos ganando”. Y si por casualidad le preguntabas por qué no miraba más la canasta, te daba una respuesta que te hacía sonrojar por preguntarlo, como si te estuviera recordando por qué el baloncesto se estructura en equipos, o qué es esto realmente. acerca de. Y está bien que alguien lo diga.

—Mira, cuando ganes nadie te va a decir que te has quedado con siete puntos. Para mí lo primero y más importante es siempre ganar. ¿De qué sirve anotar veintitantos si luego perdemos? No son los puntos. Es lo que aporto para que el equipo gane —lo explicó con fuerza de principios—. Y en este equipo hay una serie de tiros a canasta que hay que repartir. Tengo lo que me queda y no tengo ningún problema con ello. Al contrario, creo que es lo que debo hacer.

Y era fácil darse cuenta cuando lo veías jugar. Entre uno para todos y todos para uno, Marc atacó con fiereza el primer lema. Y no había manera de sacarlo de allí, no era malo para él y su gente tampoco.

Marc era una esponja rocosa, una masa a la vez dúctil y dura. Y a petición mía, se dividió entonces en dos compañeros, a quienes él mismo escogió. El primero fue OJ Mayo, un contrapunto a la imagen que tanto lo castigó. Yo a Mayo, la verdad es que siempre que lo veía entre cuatro paredes estaba silencioso y ausente, como introspectivo. Pero luego hubo cosas que hicieron imposible saltarse. Harto de sus retrasos, Hollins le quitó la propiedad en noviembre y luego terminó golpeando a Tony Allen durante un vuelo por una deuda de tarjeta, agravando así su reputación como jugador problemático. Marc lo negó, supongo que como debería hacerlo un amigo. «Es todo lo contrario, un tipo muy normal y hasta entrañable. Llevo tres años con él y lo conozco bien. Siempre está con ganas de saber y aprender cosas nuevas. Me pregunta mucho sobre España. Aquí él no es ningún problema. » Al día siguiente, Mayo fue suspendido por uso de esteroides y de nada sirvió reclamar una bebida energética que compró en una gasolinera. Accidental o no, siempre he creído que aquel era el comienzo de un largo crepúsculo que nunca terminó y en el que, en realidad, podría encajar su breve carrera. El segundo fue Mike Conley, quizás el vínculo más estrecho con Marc, que se atrevió a bromear. “Un jugador como yo siempre necesita llevarse bien con los bases si quiere tocar el balón”. Y su hermano y Navarro ya le avisaron que había un ángel en ese vestuario y se llamaba Mike Conley. «No tardé mucho en comprobarlo. Me llevo bien con todos, vale, pero con Mike es una historia diferente, es el compañero más especial. » Imagino que así empezaron los cimientos, que Marc y Mike, juntos e inseparables, iban a protagonizar los años más dorados de la historia del equipo. Lo harían como emblemas de una etapa inolvidable que comenzó esa misma primavera, derrotando felizmente a los poderosos Spurs y obligando a los Thunder a jugar siete partidos en las semifinales del Oeste. Marc era una esponja de roca, y el pico que iba camino de alcanzar en aquel equipo iba a superar todos los pronósticos imaginables, hasta identificarse con el propio logo de los Grizzlies.

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