Fátima Vélez lanza su segunda novela, ‘Jardín en Tierra Fría’ – .

Fátima Vélez lanza su segunda novela, ‘Jardín en Tierra Fría’ – .
Fátima Vélez lanza su segunda novela, ‘Jardín en Tierra Fría’ – .

Jardín en Tierra Fría nació hace catorce años, pero entonces sus personajes tenían nombres comunes como Teresa y Emilia, y no Primera V y Ellenín, y vivían en Bogotá y no en un mundo de cuento de hadas.

El Jardín en la Tierra del Frío que finalmente nació como novedad para este Filbo, narra, como escriben sus editores, “Veinticuatro horas en la vida de Primera V, cuidadora del jardín en Tierra Fría que durante años el Papa V ha construido con plantas traídas de lugares lejanos y ruinas de palacios coloniales.. Sospecha que el padre quiere un jardín de hijas a su servicio y que ha enterrado allí a las madres. También sospecha que su novio y su mejor amiga tienen una aventura: le pareció oírlos juntos en la ducha. En Tierra Fría, de agua escasa y aire turbio, conviven hermanas, dudas y dobles”.

Portada del libro Jardín en Tierra Fría.

Foto:Editorial Libros Laguna.

A sus 39 años, Fátima Vélez cursa un doctorado en Estudios Culturales en Nueva York, viaja una o dos veces al año a Colombia para realizar sus investigaciones sobre las madres de Soacha que estuvieron vinculadas al teatro La Candelaria. Trabaja en un proyecto de poesía del que por ahora habla poco, forma parte de ‘Como un lugar’, un colectivo de poetas latinoamericanos (sí, con una x) que desde Nueva York crean libros, residencias y talleres de escritura. Mientras todo esto sucede, él también recoge los frutos de su literatura.

Su primera novela, Galápagos, publicada en 2021 por Laguna Libros, pronto se estrenará en inglés y en España, en este país de la mano de la editorial Caballo de Troya. En 2015 ganó el Premio Nacional de Poesía y al final no se lo entregaron por burocracia: no había firmado un formulario. Ha publicado los libros de poesía Casa paterna (2015), Del porno y las babosas (2016) y Diseño de interiores (2019).

¿Qué es Tierra Fría?

Quería que esta novela fuera un cuento de hadas. Los amo. Mi primera formación en literatura fueron los cuentos de los hermanos Grimm, los cuentos populares rusos, y quería que esta novela fuera una especie de fábula y no transcurriera en un lugar real.

En las primeras versiones pasaba en Bogotá, pero yo quería que fuera otra cosa, entonces le puse otro nombre, porque para mí el lenguaje tiene esa capacidad de transformar una cosa en otra. Bogotá y Tierra Fría son muy parecidas, pero cuando dices Tierra Fría ya no es Bogotá, ahora es mi mundo de cuento de hadas. También creo que es muy parte de lo que se está estudiando ahora desde los estudios ecocríticos, la escasez de recursos.

A sus 39 años, Fátima Vélez cursa un doctorado en Estudios Culturales en Nueva York.

Foto:Editorial Libros Laguna.

Es una Tierra Fría que ya no tiene agua, pero la protagonista sí la tiene porque se ve privilegiada por la relación un tanto extraña que tiene el padre con quienes manejan el poder y el agua. Es un mundo sin vegetación, un mundo en el que no hay pájaros, no hay abejas, un mundo que se está acabando.

¿De dónde viene la historia? Cuando lo lees necesariamente piensas en su casa en La Candelaria, en Bogotá, en su padre, el arquitecto Simón Vélez…

Nace de experiencias de mi propia vida, pero es sólo el nacimiento, porque luego mi intención era desdibujar todas esas referencias y recorrer el mundo de la ficción y la fantasía. Eso es un poco de ejercicio, exacerbar mi biografía y llevarla a la desfiguración y crear con esos elementos, porque finalmente mi vida es mi zona de enunciación, es el material con el que puedo trabajar.

​En ambas novelas, ‘Galápagos’ y ‘Jardín en tierra fría’, parece haber una clara intención de arriesgar, por así decirlo, con el lenguaje. En este último el protagonista nos habla, por ejemplo. ¿Qué busca y qué le gusta hacer con el lenguaje?

Siento que el lenguaje es un material para la experimentación y si uno hace ciertas cosas con él, nos permite ampliar el sentido de la realidad. Siento que estos experimentos también me ayudan a crear otros significados.

Siento que el lenguaje es un material para la experimentación y si uno hace ciertas cosas con él, nos permite ampliar el sentido de la realidad.

No es experimentar por experimentar, es una manera de hacer que el lenguaje diga ciertas cosas. Por ejemplo, me pareció muy divertido que el personaje de repente mirara al lector a los ojos. Nunca lo había visto en la literatura. , como si en una película un personaje mirara a cámara, dijera cosas y luego volviera a su mundo, y me pareció que ese narrador podía darse esas licencias, porque está especulando, pero lo sabe todo.

Como lector, también sientes que están jugando contigo.

Me gusta mucho jugar, creo en el poder de la literatura para jugar. Creo que los experimentos formales a veces son muy aburridos, porque cuando vas a leer una novela quieres que te cuenten una historia, entonces a veces hay tantos experimentos que uno se distrae con el lenguaje y dice: ‘No, esto ya no es así’. contándome una historia, sino que el escritor está haciendo una propuesta de lenguaje que no me deja adentrarme en la historia.’ Para mí los autores que más me gustan son los que más experimentan y aun así me cuesta. Ulises y la señora Dalloway son fuertes referentes literarios en esta novela, porque narra un día en la vida de un personaje y ésta es una novela con ese ejercicio, pero criolla.

El libro cuenta la vida de la protagonista y de otras mujeres. ¿Existe preocupación por la escritura de y sobre las mujeres?

Sí, absolutamente, y sobre todo una preocupación por el vacío de las madres, por dónde están esas historias. Creo que simbólicamente la novela habla de los entierros de las mujeres madres en nuestros cuentos, siempre que hacemos genealogías los padres están muy presentes, pero los apellidos de las madres no se encuentran por ningún lado. Tenemos los apellidos de nuestros padres y las madres se quedan atrás. Yo mismo firmo casi siempre con mi apellido paterno porque me parece más práctico, pero es un olvido y una invisibilidad que me importa y que en esta novela intento nombrar.

La novela también habla de cuerpos.

También. Creo que las escritoras estamos haciendo una gran inversión en nombrar nuestras sensaciones corporales, nuestras relaciones familiares, en apostar por las genealogías maternas, Yo no lo hago, soy parte de una red de gente que está despertando, de una feria de gente que está apostando a esa corporalidad. Hay un momento de la novela en el que la protagonista, Primera V, está en el baño y creo que se está cagando. No lo digo directamente, pero estaba pensando: “Nunca he visto a una mujer en la literatura hacer caca”.

Hay una especie de higiene con el cuerpo de las mujeres. También pongo al protagonista con una enfermedad venérea. No queremos concebir mujeres allí; Sin embargo, es algo que nos pasa en nuestra vida diaria, es algo que no podemos negar y me parece que darle un espacio a todo esto en la literatura es recordarnos esa relación con nuestros cuerpos que es hermosa, que es extremo, que todavía no tenemos. ha sido nombrado en absoluto. Creo que hay mucho que hacer allí.

Paz María está en esta novela y también está en Galápagos. ¿Es ella la misma?

Yo mismo firmo casi siempre con mi apellido paterno porque me parece más práctico, pero es un olvido y una invisibilidad que me importa y que en esta novela intento nombrar.

Sí, fue intencional que ese personaje estuviera allí. Me gusta mucho cuando los mundos de los escritores conectan con sus libros, un poco como hace García Márquez, donde la línea cronológica se disuelve, porque si uno hace un ejercicio de historiador, no tiene sentido que esté ahí Paz María, pero al ser un juego, se rompe la temporalidad. Es como una intertextualidad con mi propio trabajo.

Un personaje muy interesante es Ellenín. ¿Cómo entra ella en la novela?

El personaje evolucionó con la historia, se volvió cada vez más hermafrodita y me pareció que era un personaje que podía insertar algo que está dentro del libro y es el tema del lenguaje inclusivo. De ahí su nombre, Ellenín, que viene de Elle, y creo que es un nombre divertido. Es un personaje que encarna simbólicamente ese rol de cómo nombrar lo inclasificable, lo que no es hombre ni mujer, lo que no se acepta, lo abyecto, pero al mismo tiempo tiene toda esa ternura y ese amor para dar.

Con este lenguaje inclusivo estás entrando en un debate complicado.

Es una decisión política que se tomó hace mucho tiempo y creo que tiene que ver con mi carrera como académica, como investigadora de la lengua y la cultura hispanoamericana, porque estudio en un departamento donde hay un debate sociolingüístico muy fuerte sobre la diversidad e inclusión de todas las personas en la lengua.

Siempre pensamos en ello como una estructura rígida, que está dirigida por unos señores que dicen qué se puede incluir en el lenguaje y todo eso a mí me sabe a mierda. Creo que el lenguaje es algo que está cambiando todo el tiempo. Recuerdo a mi profesora de lingüística en la universidad, cuando estudiaba literatura en los Andes, Beatriz Chinchilla, a quien amo.

Dijo que el lenguaje lo hacen los hablantes. Asumo una responsabilidad en este debate y una posición y digo que hay que ampliar el lenguaje, porque hay cuerpos y hay identidades y realidades que no caben ahí.

*Catalina Gallo – Asesora de prensa de Laguna Libros.

Evento en Filbo

jueves 25 de abril
Presentación Jardín Tierra Fría
Autor: Fátima Vélez
Hora: 7:00 pm
Ubicación: Gran Salón E

 
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