Ante un nuevo trabajo de Joyce Carol Oates (Lockport, Nueva York, 1938) es como subirse por primera vez a una montaña rusa: sabes que habrá subidas y bajadas, pero nunca sabes con seguridad cuál será la estructura de dicha atracción. Si irá rápido, si será más tranquilo, si te dejará cabeza abajo o si bajarás con ganas de volver a ponerte en la cola para volver a levantarte. Con esto no quiero decir que sus novelas sean irregulares: su peor libro es mejor que la mayor parte de la literatura que se publica. Pero su estilo y forma de abordar las historias es tan variable que siempre consigue sorprender.
La premisa es que Marguerite ha desaparecido de su pueblo en el norte del estado de Nueva York. Nadie sabe si ha decidido dejarlo todo o alguien la ha secuestrado. La historia nos la cuenta su hermana pequeña, Georgene. Esto sucede el 11 de abril de 1991, Marguerite tiene 30 años y Georgene 23. Se suele creer que los hermanos mayores son los que más destacan; los más inteligentes, los que llegan más lejos. Aquí se cumple al pie de la letra. Marguerite es una artista de renombre que hace crecer a Georgene a su sombra.
Dicen que no hay nada más difícil que superar a alguien que ya no está. Su vida se ha detenido y todo lo que ha vivido está idealizado. Ahora le resulta imposible cometer un error, tomar un camino equivocado. Y año tras año lo que hizo y lo que fue será aún más elogiado porque tendemos a dejar de lado lo negativo.
Pistas
Oates ha elegido contarnos los 48 capítulos –las 48 pistas– a través de la voz de Georgene. Sin embargo, pocas veces un narrador ha tenido tan poco peso en una historia. La elección no es casual: gracias a ella podemos ver la obsesión, la conexión de la hermana pequeña con la mayor. Cómo en algunos momentos la defiende con uñas y dientes y cómo en otros decide colocarse por encima de ella (dentro de una fantasía que ni siquiera ella termina de creer).
Uno de los elementos que late en el fondo es la cuestión de los desaparecidos. Según Oates, “en 1991, más de 540.000 personas desaparecieron en Estados Unidos”. Individuos que un día salen por las puertas de sus casas y no regresan. Como sociedad es algo cuanto menos inquietante; que tanta gente quiera dejar atrás su vida y empezar de cero. Sin embargo, todavía hay muchos que no se marchan voluntariamente y de los que no se vuelve a saber nada.
48 pistas sobre la desaparición de mi hermana No es lo que nadie esperaría encontrar al enfrentarse a una investigación de desaparición. Este libro no llega ahí. En los primeros capítulos descubrimos que todo gira en torno a la reflexión de Georgene sobre esta ausencia. Las pistas, las señales que podemos observar. No hay ninguna investigación que sirva de hilo conductor de la trama. Todo es mucho más filosófico, más reflexivo: qué consecuencias tiene un hecho como este para quienes quedan y deben sufrir esta ausencia.
A pesar del comienzo un tanto desconcertante, a medida que pasan las páginas todo cobra sentido y disfrutamos de capítulos fascinantes (como aquel en el que Georgene interactúa con Elke, una de las sospechosas). Sea como fuere, no se trata de una novela de género convencional, pero eso no la hace insatisfactoria: simplemente hay que tener en cuenta que estamos ante una obra de la irreverente Joyce Carol Oates.
